Elizabeth trabaja en el Hotel Puntagrande, conocido como ‘El Hotel más pequeño del mundo’ que se encuentra a pie de costa. Su jerarca, David fue el primero en percatarse de que había caído al agua y llamó a los servicios de emergencia porque conoce adecuadamente la zona: “este es un espacio peligroso porque las mareas cambian en muy poco tiempo y porque no hay escaleras para poder salir”, asegura.
La distancia del espacio hizo que el helicóptero tardara casi una hora en conservarse. Elizabeth confiesa que pensó que iba a fallecer, “luchaba contra las olas que eran muy grandes, pedía ayuda pero sabía que si determinado se metía en el mar corría el mismo aventura que yo“.
Finalmente un helicóptero del Servicio de Emergencias Canario llegó al espacio y procedió al rescate de Elizabeth. La conducta fue la misma que en cualquier rescate de estas características, con un cable metálico y un arnés ligado a la cintura de la víctima para poder subirla con seguridad. Pero para Elizabeth el rescate no fue correcto.
“Cuando subí al helicóptero tenía la mano ensangrentada, tenía un dedo seccionado y daños en otros dos. El cable metálico me amputó el dedo corazón de la mano izquierda“.
Elizabeth tuvo que ser operada de necesidad y permaneció varios días en Cuidados Intensivos. “Ahora por fin estoy en casa, pero no sé cuándo podré retornar a trabajar porque sigo de quebranto. He perdido un dedo y otros dos tienen fracturas muy graves”.
Ha denunciado la conducta de los servicios de emergencia porque considera que fueron los culpables de las heridas ocasionadas.
Por su parte, el Gobierno de Canarias, responsables del Servicio de Emergencias 112, se defiende y aseguran que no hubo ninguna irregularidad en el rescate y todo se hizo tal y como marca el protocolo.
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