El cansancio extremo me impide llevar una vida normal


Sandra se contagió de COVID en octubre del 2020. Pasó la enfermedad en casa, “con los síntomas típicos, catarro, fiebre”, pero ese malestar continuó durante más de un mes. “Por aquel entonces no le di demasiada importancia, pensé que esos síntomas irían remitiendo”, nos cuenta. Pero a medida que pasaban las semanas empezó a empeorar.

“Empecé a tener dolores de individuo muy frecuentes, me desorientaba, se me olvidaban las palabras y empecé a notar que me bloqueaba cuando tenía que hacer cosas cotidianas, cono por ejemplo acreditar con capital“. Hasta que un médico internista pronunció el diagnosis: COVID persistente.

“Me levanto por las mañanas y no sé cuánto tiempo podré estar en pie”

“Llegó un día en el que me quedé paralizada, con todas las articulaciones inflamadas, no podía mover mínimo”, recuerda. “Me llevaron al hospital, mucho corticoide, hasta que me dieron el ingreso”. Casi cuatro abriles luego, las secuelas siguen ahí y limitan su vida cotidiana: “Me ha quedado un cansancio extremo. Me levanto por la mañana y no sé si voy a tener que tumbarme en el sillón el resto del día. Es angustioso”. Ha visitado más de diez médicos especialistas y la respuesta siempre es la misma: “para esto no hay tratamiento. Lo único que pueden tratar es la sintomatología, pero los enfermos vamos a ciegas y no sabemos si nos curaremos o cuánto tiempo vamos a tener que convivir con estos dolores”.

Es la incertidumbre de más de dos millones de personas que se calcula que padecen COVID persistente en España. Se sienten los grandes olvidados de la pandemia. Y todavía les afecta a nivel profesional.

Una nuevo pesquisa de la SEMG (Sociedad Española de Médicos Generales y de Tribu revela el impacto formidable de esos síntomas. Se calcula que un 29% de afectados está de víctima labora y un 19% trabaja con muchas limitaciones. Solo un 15% puede realizar su trabajo con normalidad.

Con 51 abriles Esther no puede resistir una vida frecuente. Y ese cansancio extremo limita su día a día.

“Mi hija desarrolló migrañas que no responden a ningún tratamiento”

La hija de Esther se contagió por primera vez hace tres abriles. Casi un año luego se reinfectó y ahí empezaron “unos dolores terribles”. Pasó un mes ingresada en el hospital. “Le diagnosticaron migrañas nivel 10 y mínimo le hacía sorpresa, ni siquiera la anestésico. No argumenta a ningún tratamiento”.

La herencia de la enfermedad sigue condicionando sus rutinas. Con mucho esfuerzo ha retomado los estudios, pero continúa sufriendo “un insomnio crónico, cansancio extremo y yerro de memoria y concentración”. Una vez más los médicos dicen que, de momento, no hay alternativa.

Raquel, otra de las afectadas, denuncia la incomprensión de algunos médicos de Atención Primaria”. A veces tienen la sensación de que dudan, o parece que te lo estás inventando y cuesta conseguir la víctima médica.

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