La tradición de cambiar la hora en España cumple 50 años



El domingo 31 de marzo tendrá 23 horas porque a las dos de la mañana los relojes oficiales marcarán las 3. El cambio de hora cumple esta primavera cincuenta primaveras consecutivos desde que a las 23.00 horas del 13 de abril de 1974, Sábado Santo los relojes de España adelantaron una hora la presentación del Domingo de Pascua. Nuestro país se había sumado a una corriente internacional de lograr la hora en primavera para resumir el consumo energético tras la crisis del petróleo desatada el año precursor. Desde entonces tenemos horario de invierno y horario de verano, una destreza que ya se había utilizado con prioridad en otras diecisiete ocasiones desde el 15 de abril 1918, aduciendo igualmente el economía energético como pretexto, aunque en aquellos primaveras de la primera centro del siglo XX había sido para administrar carbón, no petróleo.

Pero el economía financiero que supone un cambio al horario de verano lleva primaveras siendo cuestionado por expertos de todo tipo, especialmente por los inconvenientes que ocasiona en la actividad humana y sus ciclos naturales. Hasta tal punto que la Unión Europea ha planteado poner fin a esta destreza la pasada decenio, realizando una investigación en la que cuatro de cada cinco europeos eran contrarios al cambio de hora. En 2023, el Centro Investigaciones Sociológicas (CIS) realizó en dos ocasiones (marzo y noviembre) preguntas en sus barómetros mensuales sobre la preferencia de los españoles respecto a ayudar o no los cambios de hora y un 65 por ciento se manifestaron en contra de éstos. En otra pregunta de los mismos barómetros se pedía que optasen por cuál de los horarios elegirían para hacerlo permanente y todavía ahí la respuesta fue mayoritaria: 68,5 por ciento a beneficio de quedarse con el horario que entraría en vigor a partir del próximo 31 de marzo, el de verano.

Algunos expertos consideran que la opción elegida por los entrevistados en la muestra del CIS es la peor para España, ya que aleja todavía más nuestra actividad cotidiana del ciclo natural del Sol. Buena parte del curso escolar los niños saldrían de casa de incertidumbre para ir al colegio, al menos en Galicia, e igualmente sucedería con las actividades laborales y profesionales. De nuevo son los intereses económicos los que propician la desafío por el horario de verano, el que más beneficia al turismo que así disfruta en verano de tardes más largas. En el caso de Galicia, la incertidumbre cerrada no llega hasta casi las 23.00 horas el día de las hogueras de San Juan. Pero el contrapunto lo ponen las mañanas de invierno en las que la oscuridad se cierne sobre nuestra tierra hasta casi las diez. En diciembre no habría diez de la mañana: las 10:00 y las 22:00 serían nocturnas.

Frente a la determinación institucional sostenida desde Bruselas, la cuestión de los horarios se viene posponiendo desde 2021, año en el que estaba previsto que fuese el zaguero cambio en Europa, pero en presencia de la yerro de concreción por parte de los estados miembros se aplaza una y otra vez más. De hecho, ya no está previsto que se materialice antiguamente de 2026. Porque, al beneficio del hecho concreto de mover los relojes en marzo y octubre cada año, una hora delante y otra antes, respectivamente, está la cuestión de en qué horario se instalaría cada uno de los estados miembros de la Unión.

Cambio de huso

Durante el mandato de Mariano Rajoy, el Gobierno acordó proyectar el regreso de España al huso horario de Greenwich, el mismo que tienen Reino Unido, Marruecos, Canarias y Portugal y bajo cuyo región se encuentra la longevo parte de nuestro país. Aquella propuesta, que contaba con el apoyo del PP, Ciudadanos y PSOE, pretendía romper con la estrambótica situación de que nuestro país se siga rigiendo por el horario de Europa Central. Una adscripción al claro de Berlín que vivimos desde el 16 de marzo de 1940. Un horario que va muy aceptablemente a Baleares, el único región que se encuentra bajo ese huso horario, pero no para la península que tendría que compartir la misma hora que nuestros vecinos portugueses, como sucedía antiguamente de 1940. Somos un país atlántico, y de modo exclusivo Galicia, que sin requisa se rige por el mismo horario que las naciones costeras del Adriático. De hecho, el horario es la única frontera que nos separa de Portugal, un país que está al otro flanco de la guión en la provincia de Ourense y del Miño en la de Pontevedra, mientras que compartimos hora con países como Albania, Serbia o Polonia, de los que nos separan miles de kilómetros y en los que el Sol amanece dos horas antiguamente que en Galicia.

La propuesta que no llegó a concretarse durante el segundo mandato de Rajoy iba más allá de una simple opción por el horario de invierno, la más dialéctica, la que existía antiguamente de abril de 1974. Incluso estaba encaminada a racionalizar las jornadas laborales, escolares y de ocio en un país en el que los horarios se extienden más allá de lo que aconsejan los expertos. Una medida que incluía lograr los programas de máxima audiencia para que el “prime time” coincidiese con una hora de cena más temprana y se evitasen situaciones como las que ocasionan espacios como “Masterchef”, que se prolongan hasta entrada la orto. Como se puede comprobar en la parrilla de todos los canales, ese cambio no se ha sustanciado y aquella propuesta que debería haberse materializado en 2017, no cambiando la hora en primavera y atrasar nuevamente los relojes en octubre de aquel año, quedó aplazada “sine die”. Un aplazamiento que tiene mucho que ver con la división de opiniones existente en la sociedad española sobre esta materia.

Hora de Madrid

Hace dos siglos el horario tenía un impresionado carácter particular. Cada provincia se regía por la hora que se establecía en su ciudad haber. Inconcluso el siglo XIX, en 1853, se establece la normalización del horario en toda España, de acuerdo con el claro de Madrid. Los astrónomos del Observatorio Cuantioso de Madrid fijaban cada día la hora exacta de mediodía, gracias a su telescopio de círculo de claro, que permitía determinar con precisión el momento en el que se producía el paso del Sol por dicha renglón imaginaria, lo que daba motivo a la hora de mediodía. El telégrafo permitía transmitir la hora oficial a todos los centros públicos de España, con el fin de que pudiesen corregir los desfases que se hubiesen producido en los relojes. Fue el precedente de las señales horarias. Hasta aquella vencimiento, entre la hora de Madrid y la de Ourense había 16 minutos de diferencia y casi vigésimo entre Vigo y la haber de España. En el Pazo de Rubianes se conserva todavía un “cañón de claro”, un artilugio formado por un cronómetro de sol, una lupa y un pequeño cañón que apunta al ideal y que, cargado con pólvora, era detonado al aparecer a mediodía de acuerdo con la hora particular. Para la mayoría de la muchedumbre la precisión en la medida del tiempo no era un asunto prioritario y se confiaba a la que señalaban las campanas de las iglesias o los relojes municipales. 

En 1900 el gobierno castellano acuerda integrarse en el horario de Europa Occidental, que fija el claro de Greenwich a partir del año sucesivo. Y así, el 31 de diciembre de 1900, a las 11:45 de la incertidumbre se adelantan todos los relojes quince minutos, entrando en el siglo XX un cuarto de hora antiguamente. Encima de ese, supondrá el cambio en la denominación de las horas. Ya no se dirán 10 de la mañana o diez de la incertidumbre, sino que se establece el horario de 24 horas. El siglo XX se caracteriza por alcanzar la máxima precisión en la medida del tiempo. Hasta 1970 es una encaje que se confía al Observatorio Cuantioso Franquista, primero por la observación de los astros, luego con la custodia de los relojes atómicos que fijan con una longevo exactitud esa medida. Desde 1970, la custodia del tiempo le corresponde a la Cuadro, desde el Vivo Observatorio de la Armada, situado en San Fernando de Cádiz. Diferentes equipamientos de suscripción tecnología como los máseres de hidrógeno y los patrones de haz de cesio, mantienen el patrón de la mecanismo básica del tiempo, que es el segundo y fijan la hora permitido española. La exactitud en esta materia es un empeño internacional en el que España participa como miembro del Buró Internacional de Pesos y Medidas en el que con los datos aportados por sus estados miembros, en la presente son 59, fija la hora exacta del Tiempo Universal Coordinado a partir de los datos facilitados por 80 laboratorios de todo el mundo, el observatorio de San Fernando es uno de ellos. En 1940 España se suma al horario de Berlín, a posteriori de hacerlo Bélgica y Francia. Tenía carácter provisional pero ha prevalecido 84 primaveras.

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