Al COB le faltaron cosas y le sobró Devin Schmidt



Olvidadas (toquen madera) aquellas derrotas sonrojantes cuando ejercía como visitante, el COB cae ahora de forma diferente frente a los equipos que tiene por delante en la clasificación. La viaja fórmula enfadaba y avergonzaba. La nueva, da una hidrofobia diferente. Esa que se resume en “lo que pudo ser y no fue”. Ahora el cuadro cobista compite, palabra llevada a los altares por técnicos, jugadores y periodistas en la contemporaneidad. Luego, le llega hasta donde le llega. Antiguamente, lo que enfadaba al parroquiano medio era esa sensación de desconexión, de descabalgar los brazos. Parece haberse quedado en el pasado, y menos mal. Ahora el problema es que descuido ese puntito para doblegar a los adversarios con mejor récord. Un día es un puntito en la defensa, otro en la dirección, en más ocasiones en el talento ofensivo. Un casi pero no.  Pasó frente a el Tizona, con dos minutos para el olvido permanente, y frente a el Lleida, donde los ourensanos pusieron sobre la mesa lo que tenían.

El duelo en Pisuerga fue otro ejemplo. El COB jugó un buen partido. Al menos, durante buena parte de los minutos. Y cuando no lo hizo, fue porque esa descuido de oportunidad frente a el aro contrario llevó a tomar malas decisiones. Pero no se debería ir el cobista enfadado o desengañado con los suyos. Pusieron sobre el parquet lo que hay. Y incluso lo que no hay. Porque faltan puntos. Y, a estas directiva, no parece que vayan a ganar desde la tangente de personal. Esta temporada, los tiros libres en el COB deberían llamarse tiros privados de exención. Radic es la punta de pica, pero el mal se extiende sin entender posiciones. En encuentros donde picar piedra y cuidar los detalles es esencial, es un traba considerable. Todavía faltó un actor secundario que sumase puntos, aunque lo intentó Félix Alonso con un irregular Palazuelos y un extraordinario Mendikote.

Y luego está el rival, que juega. Venían tocados de la derrota en Menorca y hubo charla y mensajes “made in Paco García”. Pero la secreto estuvo en el número 0, que, en existencia, estuvo de 10. Devind Schmidt jugó. El estadounidense era duda. Se hablaba de que no iba a forzar, de que jugaría acotado… Mínimo de nulo. Fue la diferencia.

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