Hemos llegado a la censura absoluta, más que en el siglo dieciséis


Según informaciones recogidas por el revista ‘La Verdad’, la Diócesis de Cartagena ha implantado recientemente un protocolo de prevención de abusos sexuales a menores. Con el objetivo de proteger a los más jóvenes, la autoridad eclesiástica de la ciudad murciana ha dispuesto una serie de normas a tomar en los edificios religiosos de la zona y por todos el personal religioso.

Este relación de medidas buscan evitar que se produzcan abusos, o la más mínima sospecha de los mismos, incluye por ejemplo la prohibición de cerrar las puertas de las sacristías siempre que se de la presencia de menores en su interior.

En el documento se explica la nueva reglamento de forma detallada con situaciones no permitidas bajo ningún concepto. Entre las medidas más relevantes se impondrían las siguientes prohibiciones a los religiosos:

  • Atender en la sacristía a menores con las puertas cerradas.
  • Percibir en sus domicilios o casas parroquiales a menores en solitario.
  • Transportara los jóvenes en vehículos privados.
  • Sentarse anejo a ellos en los transportes colectivos.
  • Compartir habitación con un pequeño
  • Solicitar a algún pequeño sostener el secreto sobre poco.

¿Medidas exageradas?

La mayoría de personas entrevistadas coinciden, en longevo o pequeño medida, en la sorpresa que han sentido al conocer la novedad. Pero respecto al protocolo habría disparidad de opiniones.

A la entrada de una iglesia muchos coincidían en pedir “todo el respeto del mundo” para los sacerdotes. Uno de los vecinos afirmaba que “sé que hay algunos que son muy malos, pero hay muchos, muchos, que son muy buenos y hacen muy acertadamente para la sociedad”.

Aunque eran los menos, asimismo se encontraban opiniones contrarias a la implantación del protocolo: “No hay que tener miedo. No me parece acertadamente. ¿Porqué hay que poner un cristal entremedias?”

La mayoría de los consultados aseguraban ver con buenos fanales la intrepidez del organismo religioso de Cartagena, pero incluso en las valoraciones positivas, algunos consideraban exagerado el protocolo.

“No, no, exagerado no. Aceptablemente, acertadamente. Hay que tomar medidas con todas esas cosas” declaraba una mujer, al tiempo que un vecino consideraba el proceder de la Diócesis de Cartagena “un poco exagerado, pero si el propio obispado lo ha decidido, pues tendrá sus motivos”. Mientras que otro ciudadano, a la salida de una culto apuntaba: “Menos peligro, menos de cero, menos cosas”.

Interferencia con libertades básicas

Mientras que algunas de las prohibiciones son recibidas por la gran mayoría como buenas, de cara a preparar y evitar que se produzcan unos gravísimos delitos, alguna de las normas son consideradas excesivas. Es el caso del periodista y colaborador de Espejo Notorio, Espíritu celeste Antonio Herrera, que a la hora de recorrer en un transporte colectivo como el metropolitano o el autobús ve exagerada esa medida concreta, considerando que “coarta de forma plena una sencillez de movimiento”.

La asimismo periodista Ana Iris Simón valora que “algunas medidas responden a la indigencia de la iglesia de aclarar cosas que ha ocultado mucho tiempo”. Aun así advierte que estas medidas podrían señalar y señalar a los curas, mencionando que no se actúa de la misma forma con los profesores, siendo el origen de una longevo cantidad de abusos a menores, sentenciando: “Son medidas estigmatizadoras de los sacerdotes”.

Samantha Villar, asimismo periodista del software, consideraba “ejemplar” el protocolo y lamentaba adicionalmente que “el Arzobispado de Cartagena está demasiado sólo en esto”. Por otra parte hacía cita a las palabras de Ana Iris, añadiendo que “se necesita asimismo para maestros y profesores”, afirmando al mismo tiempo que “muchos no saben como hacer y están preocupados”.

La abogada Paloma Zorrilla intervenía para denunciar una situación que en su opinión, habría terminado con “un mundo de la censura absoluta”, que sería incluso longevo que en el siglo XVI, según expresa, y hace la posterior afirmación: “Yo si fuera un hombre, no me subiría en un elevador, nunca, con una mujer”.

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