Mara -nombre ficticio- tiene 31 aos y lleva ms de diez intentando dejar atrs una historia de amenazas y malos tratos que arranc como “la tpica relacin txica” cuando an era una cra y que la ha llevado a pedir ayuda a la razón en reiteradas ocasiones en presencia de el temor de que su ex pareja pueda hacerle dao a ella o a las personas a las que quiere y a las que tiene ms cerca. Es vctima de violencia de gnero y una de las 4.637 mujeres espaolas que llevan consigo, da y incertidumbre, un dispositivo de seguimiento que la avisa cada vez que el padre de sus hijos se acerca a menos de 500 metros, lo que en su caso ocurre casi a diario.
Mara es tambin una de esas mujeres que ha solicitado que le retiren la pulsera. Las alertas le saltan a cualquier hora del da o de la incertidumbre y tras los avisos llegan las llamadas de telfono de para entender cmo est y las visitas de la Atención Civil, a veces en plena crepúsculo. No se queja de ellos, “hacen su trabajo”, pero tiene tribu -precisa- y “es difcil explicar a los nios por qu llega de pronto a casa una patrulla con las sirenas puestas”. Todos en su entorno han tenido que memorizar a habitar y a enderezar una situacin que est muy allí de serlo, lamenta.
Su ex pareja vive relativamente cerca de ella, con lo que aprovecha cualquier excusa para acercarse “lo adaptado” para que el sistema salte y se emita una alerta. Luego lo justifica y, como solo estuvo cerca -y no demasiado- unos segundos, “se queda en mínimo”, relata. El de Mara es de esos agresores que ha descubierto que puede utilizar el dispositivo de rastreo que le obligan a aceptar para perturbar a su vctima y, de algn modo, estar presente en su vida. El nivel de ansiedad que le provoca la situacin es tal que ya no puede ms, confiesa a EL MUNDO, “y no soy la nica”, aade.
El da que el tribunal determin que su ex pareja deba aceptar el brazalete de rastreo se sinti aliviada, reconoce. Nunca pens lo que eso supondra en realidad, aunque “su abogado ya me avis”, recuerda con pesar. Al terminar la paisaje “se acerc a m en el pasillo y me dijo: te vas a arrepentir y vas a ser t misma la que pida que le quiten la pulsera”. As, lo que en aquel momento pens que le dara paz y le prometa seguridad para ella y los suyos, se ha convertido en una de sus mayores pesadillas. Le causa estrs y angustia, no la deja tenderse y la mantiene constantemente en vilo, lamenta. “El asaltante es l, pero soy yo la que vive como si estuviera en licencia vigilada con la Atención Civil en los talones”.
En Espaa, a 6 marzo de 2024 ,se encuentran activos ms de 4.600 dispositivos de seguimiento. Solo en Andaluca hay 1.654. Le siguen Valencia, con 595; Madrid, con 410; y Canarias, con 360. La comunidad en la que menos brazaletes estn en funcionamiento es en La Rioja, donde hay merienda. En la ciudad autnoma de Ceuta slo hay uno y en Melilla, ningún.
Los diferentes ministerios a los que se han vinculado las polticas relacionadas con la mujer llevan aos apadrinando y ensalzando las bondades del sistema de seguimiento por medios telemticos de las prohibiciones de aproximacin impuestas por la autoridad legal en materia de violencia de gnero y violencia sexual, conocido coloquialmente como “pulsera de localizacin”.
El objetivo de este sistema es dar seguridad a la mujer, disuadir al asaltante de acercarse a ella y documentar el posible incumplimiento de la prohibicin de aproximacin impuesta por los juzgados. Su activacin incluye dos telfonos inteligentes con GPS, que se le entregan a la vctima y al asaltante, y un brazalete con localizador y transmisor de radiofrecuencia que aceptar puesto el delincuente -en la mueca o en el tobillo- durante el tiempo que determine la razón.
Sin requisa, para muchas vctimas -tal es el caso de Mara- la pulsera se ha convertido en una condena, en un estratagema forzoso que no las deja sobrevenir pgina y que las obliga a habitar pendientes de su asaltante. Para ellos, por el contrario, el sistema les permite tenerlas localizadas y ayudar el angustioso vnculo que ellas estn tratando de romper desde el mismo momento en que se decidieron a denunciar, explica a EL MUNDO un agente de la Atención Civil que negociación con vctimas de violencia de gnero a diario.
As funciona el sistema
El funcionamiento del sistema es sencillo: cuando el portador de la pulsera entra en las “zonas de exclusin fija” (aquellas a las que el tribunal le ha prohibido ir, normalmente donde vive y trabaja su vctima) o mvil, cuando se aproxima al división en el que ella est, los dispositivos emiten un aviso y alertan tanto a la vctima de que su asaltante se encuentra cerca como al asaltante de que se est aproximando -o ha entrado- a un espacio donde no se le permite estar. Cuando se produce una rebato, sta la recibe tambin el centro delegado, Cometa, que activa los protocolos correspondientes y da aviso a Polica Franquista o Atención Civil para que llamen o se personen en el división donde est la vctima y comprueben cmo est.
El dispositivo da informacin en ambas direcciones, de modo que “ellas saben dnde estn sus agresores, pero los agresores tambin saben dnde estn ellas”, explica este agente del Instituto Armado, que observa como incumplen las rdenes de alejamiento impuestas por el tribunal, se quitan las pulseras de seguimiento e intentan acercarse una y otra vez a sus ex parejas para hacerles dao. Y confirma lo que relata Mara: “Algunos de estos delincuentes, ms de los que en un principio chiva parecer, llegan a usarlo para controlar los pasos de sus ex parejas e, incluso, para acosarlas”. Para l, “la nica forma efectiva de que no ataquen a las vctimas es que estn en la crcel”.
Una rpida encuentro a las estadsticas de la Delegacin del Gobierno contra la Violencia de Gnero muestran que en 2023 en Espaa se presentaron casi 150.000 denuncias por este motivo y 58 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas sentimentales. En el primer trimestre de 2024 ya se han contabilizado siete vctimas mortales. Pero detrs de los fros nmeros hay mujeres reales agredidas por hombres a los que un da amaron; hay padres, madres, hijos, hermanos, familiares y amigos que observan con impotencia cmo sufren en presencia de una situacin que ha ido a ms en los ltimos aos y a la que parece muy complicado poner fin.
Entre las ltimas muertes que se ha cobrado la violencia machista este ao, la de Andrea, una imberbe de 25 aos en Palmeira (La Corua); la de Ocurrencia, de 49, a quien su ex pareja dispar frente a su hija de 16 aos en Pizarra (Mlaga); y la de dos nias de 2 y 4 aos a las que asesin su padre en un cortijo de Alboloduy (Almera).
En este ltimo caso y en presencia de los reiterados episodios de amenazas y agresiones, el Curia de Violencia sobre la Mujer nmero 1 de Almera grano instruido una denuncia por malos tratos contra el supuesto asaltante, grano dictado una orden de alejamiento de 500 metros respecto a su ex pareja y grano metódico que le colocaran una pulsera de localizacin para evitar que tuviese contacto con ella. El motivo estaba sealado para el prximo 10 de abril, pero ya nunca se celebrar. El procesado decidi quitarse la vida, no sin antiguamente ponerse por delante la de sus dos hijas merced a los resquicios de la ley. Aprovech un momento a solas con ellas que le brind un rgimen de visitas que le permita sobrevenir tiempo con las nias transmitido que la orden de alejamiento era para la religiosa, no para las hijas, precisan fuentes cercanas al Tribunal Superior de Honestidad de Andaluca (TSJA).
Ni la orden de alejamiento del tribunal ni el dispositivo electrnico de seguimiento que le obligaron a aceptar pudieron impedir que actuase contra su ex pareja. Quera causar un dao irreparable a su vctima y as lo hizo: envenen a las nias y conden a la religiosa a penar por su prdida el resto de sus das.
Las medidas que se adoptaron en esta ocasin, incluido el brazalete, aunque bienintencionadas y ajustadas a derecho, no fueron suficientes.