Fernando Silva inaugura este sábado ‘Derivaciones 2016/2024’ en la galería Fúcares de Almagro


‘De héroes sin Historia oficial’, por Daniel Castillejo

Al observar la trayectoria de Fernando Silva, inmediatamente me morapio a la comienzo lo que nos ocurrió a un liga de amigos al salir de una feria de arte, mientras intentábamos subirnos a un taxi para ir al centro de Madrid. Seríamos Unas siete personas y nos distribuimos en dos vehículos que, al instante, partieron uno detrás del otro. Yo iba en el segundo automóvil y al objetar a la pregunta del conductor para sobre el destino final del delirio, un pintor, muy amigo mío, le respondió:

“Siga a ese coche”

El taxista, rápido de reflejos, nos dijo a todos:

“Llevo casi treinta primaveras en este oficio y siempre deseé que un cliente me dijera esa frase alguna vez. ¡Hoy ha llegado el día!”

Poco así me ha ocurrido con Fernando Silva. A posteriori de más de treinta primaveras, me altercado confrontado a un casi idéntico pasado que ha transcurrido desde entonces entre brumas y preguntas sin objetar por muy diversas razones.

Estos días, al ver el cuerpo de obra de Fernando e intentar pensarlo, me he asomado a un espejo en el que me he reflejado con toda crudeza y, por otra parte, atisbado huellas que nos explican no sólo a nosotros dos sino a todo un colectivo de vivientes de tales momentos.

Podría sostener:

“Hoy ha llegado el día”

Silva y yo somos de la misma reproducción con un año de diferencia. Aunque vivimos en lugares muy diferentes sin conocernos, el contexto genérico y muchas coyunturas históricas de nuestra trayectoria trascendental, han sido las mismas e incluso, según hablamos alguna vez, hemos estado varias veces a punto de coincidir y rozarnos a causa de conocidos comunes en el entorno de la Colección Tolmo de Toledo a finales de los primaveras setenta pero especialmente con la Colección Fúcares de Almagro y su círculo con Norberto Dotor en el centro, transcendental para conocer el arte de cinco décadas en España.

En aquellos momentos, el ámbito del arte contemporáneo estaba a punto de cambiar el ciclo y, luego, el ir y venir de ensayos y tanteos era constante, lo que producía una sensación de fragmentación mental expansiva en todos los artistas conscientes de una determinada problemática social, política y cultural de la que no se sabía qué derroteros iba a tomar. Fue aquella una época fronteriza entre dos eras de la que Fernando Silva y yo fuimos testigos, que aún no ha sido lo suficientemente analizada desde el plano exquisito con cierta perspectiva, a pesar de que ya comenzaban a aflorar tímidamente los primeros indicios, precursores de lo que más tarde se transformaron en los primeros primaveras ochenta.

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