A unos 1.904 metros, según relataba Álvarez, “comenzamos a vislumbrar las huellas del oso”. Se trataba de las marcas de un solo ejemplar y mostraban “que el oso siguió una ruta ascendiente, sin retorno, cerca de la cumbre de Pena Trevinca”. Las pisadas se notaban en la cocaína en la declive noreste de Pena Surbia, montaña que el plantígrado fue bordeando para dirigirse al techo de Galicia.
“Consultado nuestro archivo fotográfico y la mecanografía existente”, contaba Álvarez, llegaron a la conclusión “inequívoca” de que se trataba de las huellas de un oso. No es un hecho extraño, ya que la presencia de estos animales en peligro se ha registrado en las montañas de Trevinca en diversas ocasiones. Un estudio nuevo de la Xunta constata su expansión en Ourense, y en los últimos primaveras dejó hallarse en las zonas de Casaio (Carballeda de Valdeorras) y A Veiga, donde atacó colmenas de explotaciones apícolas para sacar provecho de su miel.