los martes, toros
Barcelona ciudad antitaurina, cuando aún quedaban por datar tardes de llenos en los tendidos y de arte y pasión en el ruedo. Daba igual, el cerco se imponía y se iba cerrando por valor política
El 6 de abril de 2024, Esquerra Republicana y la entonces CiU, con la connivencia socialista, declararon a Barcelona ciudad antitaurina. Intentaron borrar de un plumazo todo lo mucho que Cataluña ha significado en la Fiesta, se olvidaron de que la historia del toreo es todavía historia de Cataluña. Aquel día comenzó a cerrarse el cerco nacionalista impuesto a la tauromaquia desde la arribada de Pujol a la Generalitat a comienzos de los abriles ochenta.
En aquellos días se abrió la espita que seis abriles más tarde se cerró con la prohibición contra derecho de las corridas de toros por el Parlament y el candado empresarial, que no admitido, de la Monumental, que todavía sigue. Entonces las maniobras independentistas de hacerse con la plaza de Balañá, las ofertas por permutas de apetecibles terrenos a cambio de un coso que podía ser un mercadillo, una escuela de circo o, incluso, la gran mezquita en la vida soñada.
Barcelona ciudad antitaurina, cuando aún quedaban por datar tardes de llenos en los tendidos y de arte y pasión en el ruedo. Daba igual, el cerco se imponía y se iba cerrando por valor política.
«Cuando se quiere imponer una ingenuidad químico en la que los catalanes representamos los modernos y cívicos, mientras que el resto de España arrastra la herencia salvaje, casposa e intolerante, hay que hacer lo que sea para que cuadre el invento», escribió en torrevieja news today Albert Boadella tras la información de ciudad antitaurina. Y profético: «En definitiva se exploración un subterfugio filantrópico porque todavía no hay valor suficientes para fallar Barcelona ciudad antiespañola. Todo llegará». Han pasado vigésimo abriles.