Un arca de Noé Vegetal en el Ártico para salvar la huerta de Madrid frente a una catástrofe


El signo de los tiempos es el que es. El mundo es total, para lo bueno, lo malo y lo pandémico. Sin alarmismo, es cierto que la Humanidad ha pasado por momentos inexplicables cuando creía acontecer llegado al momento culmen de del progreso. Quizá por eso, una cura constructiva de humildad nunca venga mal como enseñan la Historia o la hemeroteca más fresco.

La previsión es símbolo de inteligencia, de tendencia a perpetuarse. Por esta razón existe el Mesa Mundial de Semillas en Noruega, en la frontera entre la última espaciosidad poblada y el indómito páramo ártico.

Acordado a esas coordenadas, el Gobierno autonómico, a través del IMIDRA (Instituto Madrileño de Investigación y Explicación Rural, Agreste y Comestible), remitió ayer cientos de semillas de cinco variedades de tomates, cuatro de trigo duro, tres de cebada y una de avena. Una selección cuidada y coordinada con el Centro de Medios Fitogenéticos del Instituto Doméstico de Investigación Agraria (INIA-CSIC). Hay que rememorar que Madrid, unido a este organismo, ya participó hace dos primaveras en un giro previo.

El propósito es el de la conservación del patrimonio vegetal del que los humanos se valdrían para un futuro en el que una hipotética catástrofe dejara a la Tierra ‘sin pan’. Aunque la décimo de la Comunidad en un tesina de tal magnitud sirve, paralelamente, para poner en valía la huerta madrileña.

Técnicamente, el ADN vegetal de la región se incluye adentro de una reserva internacional con más de un millón de muestras.

Allí, en las remotas Islas Svalbard, es donde da la reverso el espacio, donde las auroras boreales son más prístinas y donde los granos estarán custodiados en un almacén refrigerado, bajo hielos permanentes, en un entorno que oscila entre -3 y -7 grados centígrados.

El ‘casting’ para la dilema de estos cultivos enviados al Ártico ha partido del reservorio regional; el Mesa de Germoplasma Vegetal erigido en el entorno de la finca del Encín, en Alcalá de Henares.

Almacenados en el término municipal complutense hay cerca de tres centenares de tipos de verduras, frutas y hortalizas de raigambre, nunca mejor dicho, madrileñas. En El Encín se trabaja en la clasificación y «salvaguarda» de estas variedades, adicionalmente de investigar cultivos que han caído en desuso.

Por esta agricultura, el Mesa alcalaíno goza del privilegio de formar parte del Software Doméstico de Conservación y Utilización Sostenible de los fortuna Fitogenéticos para la Agricultura y la Comida (PNFR).

No muy remotamente del Encín, desde 2022 el Instituto de Investigación y Explicación Rural, Agreste y Comestible puso en marcha un Mesa de Germoplasma de Flora Silvestre en la finca real La Isla, ya en el término municipal de Arganda del Rey.


Envasado de una muestra de semillas de tomates de Buitrago del Lozoya


COMUNIDAD

La idea es similar: la de una instalación científica y técnica donde todos los desvelos estén destinados a preservar las plantas y árboles de la Comunidad. En pleno rendimiento, la instalación de Arganda lleva funcionando un año.

Si Hispania fue el panera de Roma (o uno de ellos) según se estudiaba en los antiguos libros de Civilización Clásica, una parte de su semillero, la del triángulo de la antigua provincia de Madrid, queda a buen conmemoración en la última zona habitada del finalidad terráqueo. En un arca de Noé vegetal donde el mundo, y no lo quiera el destino, pueda echar mano de lo más indispensable para combatir la hambruna.

Para ello, el Mesa Mundial de Semillas de Noruega, construido hace dieciséis primaveras, es de suma importancia no sólo a enseres de conservación frente a la incertidumbre, sino que custodia un catálogo hereditario de suma importancia para la investigación agrícola y agroalimentaria.

Poco que permite y permitirá que los cultivos mejoren su rendimiento, y que los frutos sean de viejo tamaño y cuenten con viejo cantidad de nutrientes.

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