“Si cobro 700 y la residencia cuesta 1.500, ¿cómo hago?”



Obdulia Prada tiene una posición resignada frente a su remuneración. “Bueno, tengo que conformarme, supongo que me dan lo que me pertenece”, indica. Sentada, protegida por la sombra de un árbol, reconoce que su pensión no le da para mucho. “Hay que adaptarse y no derrochar demasiado. A veces cuanto uno más se tiene, más gasta”, afirma en tangente con esa máxima atribuida a pensadores de todo tipo de signo, desde Epicuro a San Agustín: “No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita”.  

Por su parte, Lucilda García es rotunda. Su malestar resulta evidente: “Las pensiones son una vergüenza, todo va mal”. En este sentido, asegura que subsiste como puede gracias a su pensión por retiro y a su paga por viuda. “Por suerte o por desgracia, me mantengo así y ojalá fuera más para poder ayudar a los hijos y a los nietos”, relata. Aun así le parece “preocupante” los casos de “personas a los que les dan 800 euros y no les da para tomar”.

Expatriación

Rocío González pasea, como cada mañana, con sus amigas. Sus abriles de retiro están siendo “positivos” gracias a la pensión que cobra de Suiza. “Yo no cobro de aquí, cobro de Suiza. Pero sí puedo opinar que desde que volví a España, esto ha empeorado mucho”, explica. González relata su descontento con la política y con la situación social y económica de sus relaciones cercanas. “Da igual lo que uno denuncie. Van a hacer lo que les dé la apetencia. Los precios de todo subieron y es muy triste conocer a otros mayores que no pueden remunerar un carretera y siquiera poblar al cuidado de los hijos. Esto ya no es como antaño. La masa zagal padece la precariedad o no quiere cuidar de los padres”, asegura. “Si yo cobro 700 euros y una residencia me vale 1.500, ¿cómo hago?”, reflexiona con sus compañeras de caminata. Por otra parte, González añade más leño al fuego por tener “que remunerar el derecho a cobrar la pensión de fuera aquí en España. Es una gran injusticia”.

Obdulia Prada además pertenece al contingente de emigrados a Suiza. Gracias a esto cuenta con dos pensiones que hacen más claro su vida de jubilada. Aun así agradecería aumentar sus ingresos mensualmente.  “Hay que procurar apañarse y disfrutar de estos abriles, si se puede, con la grupo”, cuenta.

Benditos hijos

La época no perdona y son cada vez más los mayores que necesitan ayuda diaria a medida que envejecen. Un porcentaje importante de jubilados acceden a las residencias, pero otros continúan al cuidado de sus hijos. Este es el caso de Teresa Sobrado. “Yo de momento estoy con mi hija y la pensión me va llegando”, relata. A pesar de estar contenta con su situación, indica que su remuneración tuvo que ser estrecha en cuanto comenzó a cobrar la pensión de viuda. “Tengo una pensión que no es pequeña ni conspicuo, pero al final, al poblar con mi hija siempre ayudas con la capital de alguna guisa y yo necesito ayuda ya para hacer las cosas diarias”, cuenta. 

No obstante, siempre hay excepciones de mayores que se sienten afortunados con lo que tienen y este es el caso de Gumersindo Rojo. Este antiguo empleado de Fenosa disfruta con orgullo de su retiro bajo la sombra de un árbol. “Yo no tengo ninguna queja. Voy a hacer 90 abriles, llevo 30 abriles retirado y tengo una buena pensión. Quizá soy de esos pocos que no tiene nulo malo que opinar”, explica.

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