Green Day enamora al Son y se lo lleva de paseo nostálgico por sus más grandes éxitos


Tenían dos horas para dar su concierto. Congruo más, cerca del doble, del tiempo del que disponen la mayoría del resto de grupos. Eran cabezas de cartel, así que nadie arqueó una ceja. Pero, hace menos de un mes, en un concierto íntimo en Los Ángeles (EE.UU.), Green Day ya daba un aperitivo de lo que estaba por venir en su expedición ‘Saviors’, que estrenaron este jueves en O Son do Camiño. En celebración de su vigésimo y treinta aniversario, respectivamente, el trío californiano repasó de en lo alto a debajo sus discos ‘Dookie’ y ‘American Idiot’, sin dejar de flanco algunos de sus últimos temas para presentar su postrer trabajo. Y, a arbitrar por su reacción, el conocido coincidió. Menuda forma de saldar adecuadamente su tiempo.

Hay temas que envejecen mejor y otros que lo hacen peor, igual que pasa con los artistas. Green Day lleva subido a la terreno desde los noventa, la lapso en que se reveló a sí mismo como orden y en la que abrazó el estilo punk-rock que lo definiría en delante. Y será cuestión del naturaleza, de la esperanza que ya hay generada o de su ‘marca de la casa’, pero aquellos mismos temas siguen siendo igual de efectivos -si no más- a la hora de meterse a su conocido en el saquillo. Llevaban dos o tres canciones tocadas cuando Billy Joe, la voz cantante, confirmó que estaban repasando el ‘Dookie’ y que iban a hacer lo mismo con su otro portafolio ‘cumpleañero’. La audiencia desbordaba el perímetro por los dos lados y, aunque el aviso llegó en inglés, la gran mayoría se dio por enterada de lo que estaba por venir.

Desde ‘Burnout’ hasta ‘All by myself’, aquel tema en el que Tré Cool -el batería- se arsenal con una guitarra y un micro, la lado invitó a su conocido a dar un paseo cargado de nostalgia por su cartera de éxitos. La emoción se palpaba en temas como ‘Longview’ o ‘Welcome to paradise’, aunque la primera detonación llegó con la archiconocida ‘Basket Case’. Voces de todo el perímetro podían escucharse coreando la verso; aunque, todo sea dicho, de eso no tuvieron el crédito completo ni la lado ni sus fans acérrimos: el concierto, hasta el final, estuvo empañado por una salva de fallos de sonido. Desde la distancia, la experiencia era completamente disfrutable, pero cuanto más cerca del decorado, más claro se volvía el problema. Subidas o bajadas esporádicas en el grosor, instrumentos que no sonaban y distorsión y ruido enturbiando el sonido de los altavoces. Pero está claro que las ganas pudieron más y, en oficio de abucheos o silbidos, que en ningún momento llegaron, el conocido siguió vitoreando a la lado luego de cada canción.

El segundo momento decisivo lo tuvieron los de Berkeley con ‘When I come around’, otro de los temas que saben que corearán sus audiencias allá donde vayan. Armstrong, Dirnt y Cool pasan ya de los cincuenta, en comparación con sus inicios como veinteañeros, pero, incidencias técnicas singular, mantienen el tipo igual de adecuadamente que el primer día. Terminó la última canción y, fieles a su promesa, arrancaron con el ‘American Idiot’. En medio del decorado surgió el mítico puño agarrando la explosivo y, con él, la selección de temas que el conocido abrazó con todavía más entusiasmo. La primera canción, homónima al LP, hizo saltar a pequeños y mayores. De ahí a ‘Jesus of Suburbia’, otro de sus temas más conocidos -y extensos-, y a ‘Holiday’, que asimismo mantuvo a todos en movimiento. No hubo respiro entre los bombazos.

La calma llegó de la mano de «Boulevard of broken dreams» y culminó con «Wake me up when September ends». De nuevo, todo el conocido se unió para cantar los temas próximo al vocalista. Y una infinitud de luces apuntaron al firmamento cuando pidió a sus fans encender las linternas. Fue un momento de sentimentalismo, de retrospectiva cerca de la trayectoria que se ha cavado el trío a lo prolongado de las décadas y la impronta que ha dejado en las decenas de miles de aficionados que crecieron mientras lo escuchaban. Y el culmen de un concierto que todavía se prolongó un rato más, salpicado con algunos de los nuevos temas que componen el postrer disco.

Green Day aprovecharon la inercia que habían dejado en el conocido los grupos anteriores; especialmente, J Balvin y Arde Bogotá, que los precedieron. Pero siquiera les habría hecho desliz. La audiencia ya ocupaba todo el descampado frente a los escenarios desde la tarde, pero, a partir de las diez y media, cuando le llegó la hora a los tres de California, el espacio poco menos que se quedó pequeño, con filas y filas de cabezas extendiéndose no solo cerca de antes, sino asimismo a los dos lados. Con eso, el Son ha cubo el pistoletazo de salida a sus tres días. El primero, un éxito terminante. Quedan dos.

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