Las crónicas de los plenos del Concejo de Ourense aparecen siempre repletas de reproches, injurias, descalificaciones e insultos, casi siempre pronunciados o alimentados desde la presidencia de la corporación, reza la alcaldía. En los últimos años ha sido muy difícil encontrar calma o tolerancia y debatir sobre los temas que interesan a los ciudadanos, si es que les interesa algo.
El pleno del miércoles se ventiló con la sal gorda de siempre y solo se trató de ver cómo se pagaban las facturas que debe el propio Concello. De hecho, no es la primera vez ni será la última en que el salón noble de la institución es el lugar de las travesuras de los innobles.
Considerándolo todo, y aún a riesgo de parecer un diagnóstico antisistema, No sé por qué van los 27 concejales al pleno, porque de insultarse bien los podrían dejar en la calle, incluso para batirse en duelo o simplemente abofetearse. Por supuesto, entonces no cobrarían.