José Luis Torró: El virus Sánchez


El ordenador en el que me manejo para pergeñar estos artículos viene haciéndome en las últimas semanas cosas que me parecen harto raras. Al punto que abro un archivo para redactar un nuevo texto, me da la impresión de que toma carrerilla y se pone a escribir por su cuenta sin yo sobrevenir introducido ni una sola composición. Me asustó la mera sospecha de que una pizca de esa inteligencia fabricado, que según parece ya comienza a campar a sus anchas, se hubiese enseñoreado de mi computadora.

Decidí nombrar a un técnico informático, que al otro costado del teléfono me sometió a un tercer división con su extenso interrogatorio. Le rogué que no siguiese porque mis conocimientos de la materia no pasan de nivel ministerial. «No se preocupe. En el interior de cuarenta y ocho horas podré ir y revisarle el equipo». Y caldo a casa, lo que celebré alborozado, y así se lo dije, de que un técnico cumpliese con su compromiso profesional y horario.

Posteriormente de que estuviese un buen un rato toqueteando, en el mejor sentido del verbo, mandos y teclado me dio su diagnosis: «No lucha ninguna anomalía que no sea el que su teclado presenta un elevado nivel de obsolescencia». Como puse cara de pez pasmado como Bolaños por equiparable palabro, caldo a decirme que «era ya muy vetusto y trabajado –me refiero al teclado, se apresuró a aclararlo, no vaya a pensar otra cosa—por eso mejor si transacción uno para sustituirlo».

¿Y por qué cree que su ordenador ha sido atacado por un virus?, me preguntó. Porque –le respondí—tiene una tendencia súbita y parece que irrefrenable a escribir en contra de Pedro Sánchez, diciendo que «es un mentiroso contumaz, que no cumple sus compromisos electorales…».

«No siga. Eso no es incumplimiento de ningún virus. Este ordenador sabe cuánto hace y dice el presidente. En otras palabras, que lee su pensamiento, el de usted, y por eso tráfico de facilitarle el trabajo. Sabe lo mal pagadas que ahora están las columnas de opinión en la mayoría de los medios, y tráfico de echarle una mano».

Reparé en otro detalle, que hace un par de primaveras o más las críticas del ordenador –y así se lo confesé al técnico – iban dirigidas invariablemente a Joan Baldoví, por estar apoltronado en el Congreso de los Diputados sin conseguir nulo a cambio de sus votos con los que daba repipi apoyo a Pedro Sánchez.

«¿Lo ve? No se queje de su ordenador, que es de lo más sabio y adecuadamente enterado que está. Debía preocuparse si en un momento determinado le diese por escribir que Sánchez es hombre de palabra; que nunca dijo que pactaría con Podemos; que la condonación no tenía cabida en la Constitución; que sabía que su mujer estaba siendo investigada y por eso se fue de retiro durante cinco días… en ese caso si debería preocuparse. Es el conocido como virus Sánchez, un terrible y pernicioso troyano que se habría adueñado de su ordenador. En ese caso que sepa que no hay antivirus capaz de devolver su equipo a la normalidad».

Le di las gracias y le pedí la cuenta. «Son cincuenta euros», me dijo, que le entregué en efectivo. Me hará una suma, por servicio, le dije. «Prefiero cobrar en efectivo y así nos ahorramos el IVA», me respondió con desparpajo. Como viera mi cara de sorpresa, se apresuró a hacerse entender: «¿Y qué quiere, que sigamos engordando las arcas del estado, acoplado ahora que me acaban de doblar el espinazo con la explicación de la renta? Ese pellizco del IVA tenga por seguro que acabará en manos de cualquier pariente del ….»

En eso sonó una extraña desasosiego, para mi desconocida, procedente del ordenador. Rápidamente acudí para ver de qué se trataba. Aún estoy tratando de averiguarlo. Por mi cuenta, qué remedio, porque el técnico había laborioso para darse el piro.

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