«Teníamos que ir al monte para llamar»


Al coger el desvío, una vez en Cenlle (Orense), para conservarse a Vilar de Rei, la cobertura móvil se resiente. Las famosas ‘rayitas’ menguan y ya no se envían WhatsApps o se consultan las redes sociales con la misma fluidez. Y eso que, en medio del monte, luce una torre nueva. Las comunicaciones son más complejas en la futuro ubicación, A Légamo, que geográficamente está a pequeño cota; y vuelven a mejorar inmediatamente a posteriori, en Cima de Vila. Sin tirar cohetes, que estamos en el rural. María, de A Légamo [no da su nombre], recuerda que tenían que subir por las noches al monte de O Chao para apetecer a la grupo. A Mari, que sí se identifica mientras trabaja su ‘leira’, en Sainza –exacto a posteriori de Cima de Vila–, no le quedaba más remedio que desaguarse de su propiedad para charlar por el móvil. Ahora, cuenta, hay un punto de la finca donde tiene cobertura. Enfrente, a lo suyo, pacen morosas unas cabras.

El cambio que ha experimentado Mari obedece a la instalación de la torre en Vilar de Rei, parte del despliegue que está llevando a punta la Xunta, pilotado por Amtega (Axencia para a Modernización Tecnolóxica de Galicia), para cubrir los vacíos de cobertura que sufren más de 7.000 personas en unos 290 núcleos de población, diseminados por 65 concellos de las cuatro provincias. De estos, 260 cuentan con menos de 50 habitantes. En siete de esas parroquias, consta que vive tan solo una persona. La Galicia rural, dispersa y despoblada (y envejecida) en su máxima expresión.

El problema, explica Julián Cerviño, director de Amtega, en charla con torrevieja news today, no es técnico, sino de «mercado». Lo que ve un cirujano privado son altos costes y descenso rentabilidad. Cero atractivo. Ahí es donde tiene que entrar la Sucursal. Ya en 2018, la Xunta movió ficha y llamó a la puerta del Gobierno, que tiene las competencias pertinentes. Lo que pedía, padecer la cobertura móvil a las zonas más aisladas, no era poco tan descabellado: lo hizo Italia en la provincia de Bolzano, por su habilidad turístico. En el caso de Galicia –donde el 4G ya llega al 98% de la población–, incluso se escudriñamiento animar el impulso del Camino; pero, a un nivel más holístico, fijar y atraer población, estimular la pertenencias recinto, abastecer y crear empleos y, no menos importante, parar potenciales problemas de seguridad.

El proceso, por la idiosincrasia del mercado de telecomunicaciones, «tan regulado y vigilado», ha sido «duro, amplio y tedioso», a la par que «confuso», reconoce Cerviño. Primero, para obtener el ‘ok’ de la Comisión Europea, un camino que se inició en 2019 y no culminó hasta finales del 21. Porque Galicia ha sentado aquí un precedente: es la primera región del antiguo continente autorizada a disponer de ayudas con las que extender la telefonía móvil –de hecho, se está poniendo como ejemplo desde la CE para los demás Estados miembros–. Gracias a estas gestiones, la Xunta dispone de un presupuesto de unos 11 millones de euros, de los que tres cuartas partes van dirigidas a la parte pasiva (infraestructuras); y el resto, 3,7 millones, a subvencionar a Vodafone, que presta el servicio –al ser la compañía que obtuvo la subvención en la convocatoria que lanzó la Xunta–.

Pero la parte de la ejecución pura y dura no es menos farragosa. De la mano de la Liga Galega de Municipios e Provincias (Fegamp), Amtega ha trabajado con los concellos, los responsables de ceder las parcelas donde ubicar antenas y repetidores; pero antiguamente hay que determinar zonas susceptibles, determinar su titularidad, valorar sus condiciones técnicas, etcétera. Otro proceso que se ha alargado más de lo que gustaría en Amtega. Esperan tenerlo todo culminado en el primer semestre del 25.

Peajes del rural

Cenlle, donde están censadas poco más de mil almas –como en la novelística de Jim Thompson–, es uno de los concellos, al igual que en otros puntos de la provincia, como Baños de Molgas o Calvos de Randín, o Cervo, en la de Lugo, donde ya experimentan una mejoría en la cobertura móvil allí donde era una quimera. La alcaldesa de Cenlle, la popular Rebeca Sotelo, lo celebra. Se pronuncia como regidora, pero incluso como propietaria de una bodega –estamos en tierra de Ribeiro–, que conoce, de primera mano, la importancia de las telecomunicaciones. Deje, con este diario, por otros negocios, como el turismo rural, y por sus vecinos. Nombra incluso la fibra como punto diferencial «a la hora de que la familia pueda venir o no».

Rafael Amigo, que llegó a Vilar de Rei hace siete meses, desde Venezuela, ha tenido que discutir con dificultades que conoce de sobra Carla, que le trae el pan a él y otros vecinos desde Maside. E, incluso, hace recados para una señora decano… que los encarga con su teléfono fijo. Carla radiografía a la perfección la situación de la zona, porque encima vivió en Cruceiro, en San Amaro, con su abuela: allí solo podía apetecer desde el baño, y no funcionan las plataformas de suscripción. Cuenta que su novio tiene una videoconsola, y que «descargar un bisagra en Maside» le lleva «15 minutos», cuando en San Amaro «tardaba dos días», compara entre risas. San Amaro está en el lista de actuaciones de la Xunta, irresoluto de puesta en servicio de varias torres. Como Taboada, en Lugo, donde Carmiña paciencia que las comunicaciones mejoren «cuanto antiguamente». Remarca que es muy necesario. La más indefensa es la tercera perduración.

A 4 de abril –aniversario del mensaje que se estudió en Consello–, Amtega disponía de 59 parcelas (52% del total), con 37 torres construidas (33%) y 22 torres con aprovisionamiento instalado (19%). Desde «hace más de una lapso, estaba claro» que padecer las telecomunicaciones a toda la Comunidad «era dinámico para el ampliación», dice su director; «la organización que siempre hubo es que no podíamos dejar a nadie detrás». En el rural, en concreto, «necesitas infraestructuras» para fijar y atraer población; antiguamente, carreteras, y hoy, «infraestructuras digitales». Los caminos burocráticos para lograrlo son bacheados. Cerviño comparte que causan «muchos quebraderos de comienzo», pero se congratula de que incluso «dan satisfacciones, en el medio plazo».

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