El octogenario que mat al ladrn que asalt su casa: “Cre que me mataban, hice lo que tena que hacer”


Estoy muy asustado. Ya habían venido a robarme una vez, me habían puesto una pistola en la cabeza, dijeron que estaban ‘la pandilla del diablo’ y amenazaron a mis nietos. Era el segundo robo en tres meses, pensé que me iba a morir… y decidí hacer algo.

Pau Rigo tiene 83 años. Él camina apoyado en un caña, con cuya ayuda ha llegado hasta la sede del Tribunal Superior de Justicia de Baleares. Lleva una venda en la frente, que cubre con una gorra a pesar del calor. En su mano izquierda sostenía una bolsa de plástico verde con sus pertenencias.

Te espera un maratón judicial. El psicólogo dice que tengo que olvidar todo lo que pasó, pero resulta que aquí tengo que recordarlo, explica resignado a la jurado popular que examina su caso, uno de los más sonados de la crónica negra de Mallorca.

Y así, Rigo atraviesa el umbral de la justicia, en una zona gris donde aparece a la vez como víctima y como victimario. Llega con paso frágil pero decidido a contar cómo la mañana del 24 de febrero de 2018 mató a tiros a Mauricio Escobar, de 25 años, uno de los hombres que asaltó su chal de Porreres para robarle. Según explica, fue en defensa propia, presa del miedo. En el evento sufrió una golpiza de la que sufrió secuelas, problemas de espalda y maltrato en la mano.

Por esa mañana endiablada está siendo juzgado estos días junto al otro de los agresores, Fredy, el que sobrevivió, y dos presuntos compinches. Piden a Pau Rigo cuatro años de prisión por homicidio, con la defensa incompleta de legítima defensa. Para los tres acusados ​​del robo, un total de 16 años.

El anciano, jubilado de la banca y ex empresario máquinas tragamonedas (como hobby), reconstruye los hechos ocurridos en su mantón, una casa de campo con naranjos y un gallinero. Explica su versión durante más de una hora de interrogatorio en el que el juez tiene que alzar la voz para superar su sordera senil.

Encapuchado

Era un día normal, me había levantado tarde y salí al jardín por la puerta de la cocina, cuenta. No había caminado ni 20 pasos y dos encapuchados me agarraron del cuello y me taparon la boca. Aquellos hombres estaban cubiertos de pies a cabeza: sólo se veían sus ojos y su figura, No sabía si eran personas o monos.. Dice que recién ahora vio por primera vez el rostro de uno de sus agresores, el hermano del fallecido, sentado en el tribunal a pocos pasos de él.

Me inmovilizaron, me tomaron del brazo y me llevaron al interior de la casa, donde desconectaron el teléfono fijo, continúa. Sólo su celular pudo salvarse, cayendo y quedando escondido debajo de un mueble. Con ese teléfono llamó al 112 pidiendo ayuda después de haber disparado en el estómago a uno de sus agresores, con una escopeta que utilizaba para cazar tres o cuatro conejos al año. El disparo resultó letal por shock hemorrágico.

Se volvieron violentos

Antes del tiroteo, explica, los ladrones buscaron el botín. Me obligaron a bajar al sótano y encerrar a mi esposa en la habitación, se pusieron muy violentos, buscaban la caja fuerte. Rigo intenta así reconstruir el rompecabezas mental de aquella época agonizante. En un momento, el fiscal le pide que suba al estrado, donde se proyecta un boceto de la casa. El octogenario utiliza el bastón para reconstruir la escena, como si de un puntero se tratase. Se derrumba y llora.

Rigo había vendido su empresa de máquinas recreativas tiempo antes. Los ladrones, según el informe de la Fiscalía, sabían de la venta. ellos vinieron despues 200.000 euros, Pensaban que tenía ese dinero pero no era así, dice Rigo. En el primer robo, que dice no denunciar por miedo, se llevaron 30.000 euros. En el segundo, 15.000, 3.000 de ellas en monedas. Parecía poco dinero para sus expectativas. Entonces comencé a pensar que me amordazarían, que me dejarían encerrado y allí moriría. Fue entonces, cuando el miedo se apoderó de mí, que decidí coger la escopeta, escondida detrás de una puerta, ya cargada. Pensé que así verían la escopeta y huirían.

Sin embargo, dice, lo atacaron con una pata de chivo. Y entonces sucedió. Me agaché y disparé, no sabía si les di o no, no llevaba gafas y no sabía nada… tenía miedo, en una situación así no sabes cómo. reaccionar. Tras el disparo, señala, el agresor que salió ileso lo golpeó en repetidas ocasiones, antes de marcharse cargando en la espalda a su hermano gravemente herido.

En su habitación, Rigo tenía una botón de pánico, pero no lo presiones. Tenía miedo, no estoy exigiendo dinero, sólo quiero que se reconozca que hice lo que tenía que hacer, que no tenía otra salida. Según su afirmación, le dispararon en defensa propia, sin intención de matar, y por su propia supervivencia. Pide su absolución.

Uno de sus agresores declaró denegar que se habían abalanzado sobre él en el momento del fatídico disparo, sosteniendo que el forcejeo fue posterior y que no querían hacerle daño. En la sala del tribunal incluso declaró que sentía pena por el propio Rigo, ya que no quería matar a su hermano, a quien defendió diciendo que no era un ladrón, y se arrepintió de lo sucedido.

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