Los soldados españoles en el fuego cruzado entre Israel y Líbano


A principios del mes de mayo, la ministra de Defensa, Margarita Robles, mantuvo una videoconferencia desde la cojín de Retamares, en Madrid, con los mandos de algunas de las misiones en el exógeno en las que las Fuerzas Armadas tienen militares desplegados. «Estamos en nivel 2 de alerta con el equipo individual puesto y en cualquier momento podríamos suceder a nivel 3 y me vería obligado a dejar la videoconferencia». Ese fue el saludo del universal Pablo Gómez Lera desde Líbano, con el chaleco puesto y el casco sobre la mesa, fuera de todo protocolo pero adaptado a la efectividad en la que viven los soldados españoles en la frontera con Israel desde los atentados de Hamás. Su mandato es el de contener la tensión en la recta que divide los dos países, la denominada blue line, una tarea difícil durante los últimos meses en los que el intercambio de proyectiles entre el ejército israelí y las milicias de Hezbolá es continuo.

Al frente de la operación de Naciones Unidas está el universal castellano Aroldo Lázaro, al mando de unos 3.500 efectivos de nueve nacionalidades diferentes. España, que lleva en el país desde 2006, contribuye con aproximadamente de 650 militares. La mayoría de ellos están desplegados en la cojín Miguel de Cervantes en la asiento de Marjayoun, en el sector este de Líbano, uno de los puntos calientes desde que empeoró la estabilidad en Oriente Próximo. El punto lo conoce proporcionadamente el comandante Alonso Repollés, cabecilla de operaciones del contingente castellano en Líbano el 7 de octubre del año pasado, cuando todo cambió. «Pasamos de una tarea más o menos tranquila a una tarea más movida», reconoce con humildad ya en Madrid, en la cojín de la Cuadrilla Paracaidista del Ejército de Tierra en Paracuellos del Jarama.

Los ataques de Hamás, la respuesta de Israel y la tensión con Hezbolá activaron todas las alertas en la tarea Unifil de Naciones Unidas. Los cascos azules en la zona mantienen su actividad y las patrullas a lo espacioso de la frontera, pero la seguridad se ha convertido en una prioridad. Encima de sobrevenir extremado la precaución en su día a día, las alarmas obligan a los militares a suceder parte de su tiempo refugiados en búnkeres.

«Los búnkeres están montados desde hace muchos primaveras y es poco que se prepara desde circunscripción doméstico. En el momento en el que empezamos a prepararnos para la tarea contemplamos posibles situaciones que puedan ser de condición un poco más degradado», explica el comandante Alonso. Cuando se detecta un ataque desde un flanco u otro de la frontera, las alarmas suenan y los militares corren a resguardarse. Desde allí continúan con su trabajo y la monitorización de la situación hasta que pueden retornar a salir a la superficie. En ocasiones su tiempo bajo tierra no pasa de una hora, en otras la estancia se ha prolongado durante casi toda una viaje.

«Al principio había mucha incertidumbre con la situación, no teníamos información de lo que podía ocurrir, cómo podía reaccionar una parte u otra y el tiempo en el refugio era más espacioso –explica el comandante–. Cuando empezamos a tener más información podíamos estar una hora u hora y media, los ataques duraban minutos y se sumaba un tiempo prudencial de aplazamiento». En cualquier caso, asegura que están preparados para ello: «Todo soldado castellano está preparado para afrontar cualquier tipo de entorno o tarea».


El comandante de la Cuadrilla Paracaidista Alonso Repollés en la cojín de Paracuellos del Jarama


ignacio gil

La Cuadrilla Paracaidista regresó a España a finales del año pasado, pero seis meses luego, remotamente de mejorar, la situación en Líbano es cada vez más tensa. El cruce de fuego entre las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) y los milicianos de Hezbolá es continuo en una zona en la que toda su población ha emigrado a otras regiones del país. Y las posibilidades de un enfrentamiento directo aumentan. Reflexiva de la preocupación por la situación fue la indicación del pasado jueves del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a los generales españoles al mando para «conocer de primera mano» la situación sobre el ámbito.

En la zona ha habido casi un millar de incidentes desde que empezó el conflicto, casi 400 de ellos severos con un intercambio de fuego a los dos lados de la frontera, provocando incluso alguna víctima mortal. «No hemos conseguido el cese de la violencia a lo espacioso de la blue line pero sí se nos percibe como esa flaca recta zarco que quizá les está separando de una supresión total», explicaba a la ministra de Defensa el universal Gómez Lera. «Sí proporciona un poco de consuelo».

Mientras, el universal Lázaro despliega toda una acto diplomática con la que intentar contener la tensión. Y los militares españoles siguen con su entorchado poniendo en actos todo lo aprendido. «La tarea y los cometidos siguieron siendo los mismos, no hubo una variación como tal en el concepto de la tarea y las acciones tácticas que teníamos que realizar. Pero supuso un cambio en las medidas de autoprotección que tuvimos que adoptar y en el planeamiento de las operaciones que tuvimos que adaptar», resume el comandante Alonso, un avezado en una tarea en la que ya estuvo desplegado en los primaveras 2010 y 2016. «El cambio radical ha sido en este despliegue, se había pasado un periodo espacioso de paz y ahora por desgracia terminó», apunta asegurando que ausencia de ello afecta a la pudoroso de los soldados españoles, preparados para «cualquier contingencia».

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