La amistosa relación con Toledo de Ohio. Los orígenes (1835-1934)


En octubre de 1832 se oficiaba un Te Deum en la Primada de Toledo por haberse aliviado Fernando VII de una bajo enfermedad a la que seguiría la reserva como sucesor del infante don Carlos y el inicio de una pugna civil. En el mismo año, en la orilla oeste del gabacho balsa Erie, el sentenciador del condado de Monroe, John Baldwin, firmaba la cesión de terrenos para su explotación a la Port Lawrence Company. Cerca surgió otro núcleo, llamado Vístula, que atrajo profusos colonos. Para eludir una vana rivalidad y dobles inversiones, los dos poblados acordaron una unión corporativa en 1833 y crear, a orillas del río Maumee, una ciudad que recibió el nombre de Toledo a propuesta de James Irvine Browne, editor del Toledo Herald. La ciudad fue haber del condado de Luca en 1835, considerándose municipio en 1837 con John Berdan como primer viejo (corregidor). En 1858 reunía a 2.300 empadronados, la Ciudad Imperial a 17.000. El auge industrial de los Grandes Lagos hizo que la «nueva Toledo» alcanzase los 290.000 habitantes en 1930 ya con importantes industrias, escuelas superiores y Universidad.

Vínculos tarnsatlánticos

Unido al origen de la ciudad fue el semanario The Toledo Blade (hoja de espada). Nació el 19 de diciembre de 1835 y, según evoca la empresa editora, el nombre se inspiró en la historia espadera del Toledo castellano, siendo muy adecuada la inicio delante el conflicto que entonces vivían Ohio y Michigan por el condado de Luca. The Blade podría «desenvainarse» para defender los derechos de la comunidad. Por otra parte, hay referencias que señalan en Ohio la conservación de unas hojas de espadas enviadas por la Factoría de Armas a la Exposición Universal de Filadelfia de 1876. En una Memoria firmada, por D. de Cortázar (Madrid, 1878), Ingeniero-Jerarca del Cuerpo de Minas y Comisión de aquella muestra, cita la exhibición de productos toledanos como fueron jabones, mazapán, trigos, cartuchos Regminton y «dos grandes panoplias de armas blancas». Estas, al parecer, debieron citarse ya al otro costado del Atlántico.

El futuro vínculo entre ambas ciudades llegó en 1923 al nombrar colegial correspondiente de la Sociedad de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo a Arthur M. Stowe, rector de la Universidad de Toledo de Ohio. En 1926, con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de Chicago, el cardenal Reig Casanova visitó al viejo de Toledo de Ohio y al prelado de la diócesis que promovía la construcción de una moderna catedral inspirada en históricos estilos españoles. En 1929, un periodista toledano, Francisco Gómez-Hidalgo (Val de Santo Domingo, 1886 – Ciudad de México, 1947), deportado en Estados Unidos durante la Dictadura de Primo de Rivera, tras pasar revista la industriosa Toledo yanki, animaba desde las páginas de torrevieja news today a nuestros políticos locales a entablar efectos intercambios de comisionados como así hacían otras ciudades europeas.

Primeras gestiones

Estrenada la II República, el 10 de julio de 1931, la nueva corporación presidida por José Ballester Gozalvo autorizaba el empleo del escudo de la ciudad como emblema de la Universidad de Toledo de Ohio tras acoger la petición de Henry J. Doermann (1890-1932), rector de aquella institución, deseoso de estrechar lazos con la histórica ciudad que había descubierto en su alucinación por España. Según escribió el periodista toledano, Adoración Gómez Camarero, a sugerencia del filólogo Tomás Navarro Tomás -de la Asamblea de Ampliación de Estudios-, en 1933 empezaron los contactos con el Club Castellano de la Escuela Superior de Vilbiss en Ohio, que atendía el profesor de castellano, Russell G.C. Brown para canjear correspondencia. Aquello aquí motivó el origen de un Comité de Relaciones formado por Gómez Camarero, el teniente de la Sociedad, Fernando Ledesma Navarro, el oficial de Telégrafos Jesús López Alonso y el fotógrafo Pablo Rodríguez. Luego se sumarían dos concejales designados por el Comunidad: Manuel Conde Fernández y Vidal Riachuelo Medina. En junio de 1933, siendo corregidor Guillermo Perezagua se agradeció a «D. Germán Erausquin» (1899-1951) «como único castellano en Ohio» el interés para fomentar una creciente relación entre ambas ciudades.

Preparativos de la invitado

El 3 de abril de 1934, en una sesión extraordinaria, el Comunidad ya había aceptado las tres propuestas esenciales del flamante Comité de Relaciones: laurear al «Toledo gabacho» con la Medalla de Oro de la Ciudad, cambiar el nombre de la calle de Embrollo por el de Toledo de Ohio y acoger a una comisión de aquella haber a finales de mayo, coincidiendo «con las fiestas de primavera». La invitación se hacía al viejo de la city, representantes universitarios, de la industria y el comercio, de la prensa, alumnos de escuelas superiores y de los obreros. Para «estrechar lazos de amistad», se enviaron mensajes al embajador norteamericano en España, al Director del Estado de Ohio y al Presidente de Estados Unidos que entonces era Franklin D. Roosevelt.

Además se acordó dirigirse al Ministro de Estado y al Presidente del Patronato Franquista del Turismo para que diesen forma oficial a sus ofrecimientos y difundiesen el cruce entre los medios de información nacionales y extranjeros, más la concesión de ayudas para sufragar los gastos del alucinación y la estancia de la Comisión saco en nuestro país. En relación con esta petición, tan sólo se concederían 1.940,3 pesetas para apoderarse «seis billetes kilométricos», quedando sin subvencionar el resto de los capítulos. Esta respuesta determinó que, el 25 de mayo, en sesión de aprieto, el Comunidad acordase «licenciar a la Alcaldía para disponer de las consignaciones» que se precisasen a fin de agasajar a la Comisión saco, pues ya estaba formalmente aceptado el software oficial previsto entre el 30 mayo y el 5 de junio.

Mientras, el Comunidad ya había cursado una carta al doctor Marañón, presidente de honor del Comité de Relaciones, para que pronunciase un discurso en el acto de imposición de la Medalla de la Ciudad y recibiese a los «delegados del Toledo transatlántico» en su cigarral y los obsequiase «personalmente». Esto extremo igualmente se había comunicado al diplomático Salvador de Madariaga al idearse un trayecto por los alrededores del Valle. En el expediente conservado en el Archivo Municipal referido a los honores dispensados a la ciudad homónima, aunque no hay muchos escritos solicitando apoyos institucionales o de cargos y personas concretas, durante la invitado hubo una plena implicación de la ciudad como recogieron las crónicas de El Castellano y así lo reconoció la alcaldía en un banco publicado el 19 de junio de 1934.

La relación de actos habidos en aquel recordado cruce de los «dos Toledos» y sus epígonos hasta 1936 quedan aquí para una futuro entrega.

SOBRE EL AUTOR
RAFAEL del CERRO MALAGÓN

Experto, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo

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