Anna Grau: Teatro o bloqueo


Siempre dije que los ricos hacen periodismo de investigación (o de chivatazo…) y los menos ricos, periodismo de intuición. Yo nunca he amarrado mis crónicas con longanizas. A menudo mis mejores fuentes para «sacar» noticiero han sido Sigmund Freud y Carl Jung.

Ejemplo: el día que Carles Puigdemont proclamó en el Parlament la independencia para, en un suspiro, suspenderla. ¿Cuándo supe yo lo que iba a acaecer? En cuanto abrió la boca y empezó a agrietar como si no hubiera una Constitución, una Custodia Civil y un mañana. Si empieza tan esforzado, pensé, es porque al final se la envaina.

Este lunes tuve una sensación análoga al escuchar el nulo desinflamado discurso de Agustí Colomines. Este feeling no decayó frente a la evidencia de que la exmayoría independentista se había hecho con el control de la mesa de la cámara «por sorpresa» tras «conversaciones secretas» que habrían «descolocado» a los de Salvador Illa.

¿Seguro? Muy incapaces tendrían que ser los rotundos ganadores en Cataluña de las últimas cinco convocatorias electorales para no favor pasado venir poco que, por lo demás, se llevaba anunciando desde las ocho de la mañana en el software de Gemma Nierga. Los socialistas dispusieron de horas para intentar darle la revés. De exigir clavijas aquí y allá, de apañarse acuerdos con PP y Comunes. ¿Por qué no lo hicieron? Y encima, hoy va y se publica en el BOE la ley de Perdón.

Otro día hablamos de la llamativa incomunicación entre partidos constitucionalistas en Cataluña. Centrémonos hoy en la gran pregunta del momento. ¿Todo esto es puro teatro o la constatación de que d’on no n’hi ha no en abertura, y vamos de capital al obstrucción y a la repetición electoral? Porque se pongan como se pongan, Puigdemont no va a ser president. Eso sencillamente ya no está en la mano de los que se esfuerzan en montar lo contrario.

Hace tiempo que el independentismo no es mayoría social en Cataluña. Pero se las ha arreglado para teatralizar mayorías parlamentarias incluso estando a matar entre ellos. Para ellos es básico conservar ese armario. Esa pasarela Cibeles de hiperventilados dando lecciones de Historia, Roldanes jugando a ser Mandelas, botiflers buscando redención y anticapitalistas con pañuelos palestinos de marca. Sin eso, el trauma es inasumible.

¿Es esta mesa, es incluso un dramático intento de investidura de Puigdemont, el precio a enriquecer para que gobiernen los que de verdad han hato? ¿Ha cedido Illa porque sabe que al final se llevará el minino al agua y así se ahorra dar entrada al PP en el entramado institucional catalán, extremo silo de votos del socialismo castellano y, si me apuras, europeo? Cuesta creer que de verdad quieran retornar a ir a las urnas ni ellos, ni una ERC en crisis, ni los sectores de Junts que, aunque no lo reconozcan públicamente, no ven el momento de retornar a meter el condición de Puigdemont en una botella y tirarla al mar. En quince días saldremos de cuentas.

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