Diana del Toro Robles, el alma latina con la ilusión de un futuro español


“¡Una que no me haga gemir!”, piensa Diana del Toro Robles (Caracas, 1985) una expresión de su tierra plantada entre los ruidos y distracciones de la calle Concordia. “¡A gemir a la Guaira!”, concluye, y explica que es un destino turístico venezolano alejado de Caracas, donde se envían unos a otros cuando no están de humor porque claramente allí se van a distraer, y porque las tristezas, si son allá, mejor.

Residente en Galicia desde hace un año con su marido y sus tres hijos, Diana está a punto de cobrar el permiso de trabajo que le permitirá integrarse plenamente en la dinámica de la ciudad. “Estoy haciendo la ESO porque por todos los problemas que hay en Venezuela traer la documentación es poco complicado”, comenta sobre sus ocupación contemporáneo la que se pasó toda la vida trabajando con pelos del otro banda del charco. “En Venezuela duré toda mi vida en peluquería”, explica. Llegó a Ourense en julio del año pasado tras un paso de seis meses en A Coruña, animados por unos conocidos que allá viven. “Como somos clan numerosa, salimos beneficiados con una ayuda para el inclusa”, revela sobre el brinco de la ciudad costera con destino a el interior.

Vecina de As Lagoas coge todo los días un autobús para padecer al más pequeño de sus hijos a la escuela pueril del intramuros de Covadonga, donde quedaba plaza habitable. “La jardín de infantes es excelente pero queda muy allá y el transporte no es tan bueno”, comenta.

Del secuestro express

Hacen secuestros express, te cogen unas horas, te dan vueltas y tienes que satisfacer lo que te pidan y te sueltan en cualquier otro oportunidad”. Explica Diana que su cónyuge tenía un “pequeño negocio casero de mantenimiento de carros”, y que ya contaban dos situaciones de este tipo en su historial casero. “Tuvimos que satisfacer, y ya la segunda vez que quisieron hacerlo mi cónyuge decidió no seguir, y como ponían en peligro la vida de mis hijos decidimos venir”. Así en unas líneas describe Diana el motivo de una desplazamiento forzada, que sostiene es tan global que ya no causa ni impacto. “Al tener poco tuyo los delincuentes piensan que estás generando demasiado peculio”, palabra del Toro de un criterio de selección de víctimas que se aleja mucho del patrón de patrón ricachón. “Unos dos mil dólares”, apunta sobre una fianza no del todo exacta porque “yo estaba casi dada a luz y no me dijeron en el momento”, explica de paso un parto que adecuadamente podría ocurrir terminado en infarto. “Hicimos denuncia pero nunca llegó a ausencia”, concluye una historia en la que según ella los que se presumen buenos “a veces son malos”. Vídeos circulan por internet de colectivos de encapuchados que se pasean con armas, para recibir la plata a los comerciantes, mientras las autoridades hacen la apariencia gorda, y que ilustran perfectamente lo que esta mujer en medio de un arteria de parentela adecuadamente conjuntada y ajena al terror describe.

Diana del Toro Robles con su familia
Diana del Toro Robles con su clan

Suena a chiste que pese a todo Diana considere su Guaicoco “un intramuros seguro”. “A veces teníamos problemas con el agua… todo fue de mal a peor”, comenta sobre este sector perteneciente a la parroquia de Petare, al este del Valle de Caracas, conocido como el ‘Bronx’ de allá, un histórico cantón con altos porcentajes de droga, homicidios y violencia. “La parentela entraba, hacía, y otra vez se iba, había zonas más inseguras”, explica. Ese sentencia de que el pasto es más bueno siempre en la casa del vecino no aplica en el caso de Diana, agradecida a pesar de las circunstancias.

“Mucho frío, mucho calor”, comenta sobre Ourense, que por otro banda le enamora. “Yo salgo de mi casa a las tres de la tarde y llego a las cinco”, un único pero le pone, el del transporte conocido que en su caso une As Lagoas con Covadonga. 

Diana del Toro Robles
Diana del Toro Robles

“Hemos intentado copiar eso de que no puede ser todo trabajo”, dice sobre su plan de vida. “Si la ciudad lo dice, tenemos que cumplir”. Diserta Diana sobre lo muchísimo que trabajaban allá, del concepto de ocio, de la diferencia entre trabajo y empleo que está más en su inicio que en las entradas de la Actual Corporación, pero que avalan otros discursos como el de que sobran trabajos, faltan empleos, o un empleo es un trabajo pero un trabajo no siempre es un empleo.

Está diciendo adiós a una vida Diana del Toro Robles, y ha decidido ser animoso pese al rememoración de la arepa, el pabellón, los tostones, y el arroz de coco a la colombiana. “¡La dificultad no la entiendo!”, reconoce Diana su escasa civilización regional como si quizá alguno que no sea ‘gaiteiro’ supiese hacer sonar tal flauta.

“Es mi todo”, dice Diana sobre su país una mujer latina recién aparición que en diciembre va a preparar hallacas. A ver cómo se le da el año y si en oportunidad de marisco sigue fiel a la tradición del plato indígena de maicena, guiso, y cambur. “¡Elena!”, (claro, correcto) avala ella y regala una última revelación en lenguaje venezolano.

Diana del Toro Robles
Diana del Toro Robles

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