lo que Pikachu ha unido, que no lo separe nadie


La mañana del Día D del Pokémon Go Fest, la de este sábado, amanecía como siempre en junio: el sol quemando a la ciudad juguetona. Ni una aglomeración y la familia que se congregaba en las amplitudes del Parque Juan Carlos I. Víctor, de Tenerife, iba enumerando las bondades «de este festival» en contraposición a los locales, los que se celebran en su Archipiélago, que no son de la magnitud del de la renta.

Esa era su concepción. Unida a un alojamiento turístico y a una indagación de provisiones para una tarde larga. El sol de ecuanimidad obligaba indefectiblemente a subir el contraste de las pantallas y el consumo, sensato, de fila. Con un «¿qué?, ¿cómo va la cosa?» (es aseverar, la caza de pokémons) se iban saludando los grupos. Nótese un toque berlanguiano a ‘La escopeta doméstico’ si se se quiere. Una montería potencial y intergeneracional.

Elia Lucía y Marisa eran hermana e hija, y compañeras en el pasatiempo y en el hogar. «Está todo muy admisiblemente, pero es un poco complicado». Pasaba que se habían «perdido» en la sinceridad paralela, en «el follón». Y no en el de Creta, sino en el del noroeste de Madrid, en el superpuesto.

Pasillo.

Las mejores imágenes del Pokémon Go Fest en el Parque Juan Carlos I


TANIA SIEIRA

El sol, habrá que insistir en el sol, apretaba, y la esencia japonesa tenía que salir a relucir; por mucho que los jugadores, mayores o pequeños, eran peritos en pokébolas, y aquí no había la carestia imperante de ‘customizarse’ de otros certámenes. Aun así, en la puerta, a propios y foráneos, a los que habían pagado la entrada al mundo paralelo de los pokémons y a los que no, les era dada una visera de cartón con las orejas de Pikachu. Una cortesía.

Lo japonés estaba asimismo en la ordenamiento, a la que Carmen, de Obús, no ponía ninguna pega. «Cómo se nota que Pokémon no es de aquí». Poco de razón tenía Carmen cuando en la trasero para hacerse con la mercadotecnia del producto, desde la ordenamiento, prestaban parasoles negros; un detalle japonés a más no poder.

El itinerario ajustado eran tres zonas: follón, río y hasta una zona rocosa que correspondía con los olivares del parque; un Getsemaní sin mortandad ni vidriera llena. Más allá, la familia, decenas de miles de personas a ojo de buen cubero; T, oriental de Canadá, enjuto, sin cuchichear castellano, iba repitiendo «’it’s amazing’» como una plegaria. A pesar de lo internacional, el producto hispano se hacía notar: Carlos, con 26 abriles, de Lorca y con una camiseta del Verdadero Murcia, confesaba que, puesto en la dilema entre Pokémon Go y Tinder, optaba por la primera opción: «El Tinder no me hace descuido». Y siguió su caza entre las bromas de los amigos que le reían la bravuconada como asintiéndole poco de verdad.

Pasaban creadores de contenido audiovisual (los TiksTokers) con una cámara comienzo caliente en miniatura y cazando monstruitos, ensimismados en sus quehaceres para sus públicos. Morientes saludaba a sus paisanos en un evento interiormente del evento. Hasta una pedida tuvo punto, con Pikachu de testificador. Se llamaban Martina y Shaun, la primera habladora y española, y el segundo inglés aún deleitándose con la sorpresa.

Martina relataba que la opción de pedida la vio en «un liga». Y así obró. «Se conocieron en 2016», y el pasatiempo, más que «motivo de broncas», fue «de cariño». Y así Shaun se trasladó a la renta, y así los fotógrafos los iban inmortalizando en un ‘fotocol’ como el del Tour. El pasatiempo, en su caso, fortaleció sus lazos hasta conmover a este momento casi sin retorno. Que lo que Pikachu ha unido, que no lo separe nadie.


La multitud congregada en el Parque Juan Carlos I


TANIA SIEIRA

Las historias humanas del Pokémon Fest, allí de lo que pasa en Las Vegas, no se quedan en el festival, sino que trascienden al evento; es el caso de Esther Torralba, de La Unión, que dejó el Jerez de la Frontera donde andaba residiendo para venir a Madrid. Decía con ilusión que todo era «mucho más que un pasatiempo de móvil», hado porque otros juegos «se abren y se cierran» y «Pokémon Go no». Pokémon Go influye «en el día a día, en el hora a hora casi». Esther se mudó a la renta, y, en un mundo de «interacciones cada vez más digital había una aplicación que permite eventos, la interacción con familia maravillosa».

Imagen principal - Jugadores de Pokémon GO y detalle del desarrolló en el celular de la 'caza' de pokémons
Imagen secundaria 1 - Jugadores de Pokémon GO y detalle del desarrolló en el celular de la 'caza' de pokémons
Imagen secundaria 2 - Jugadores de Pokémon GO y detalle del desarrolló en el celular de la 'caza' de pokémons
CAZADORES
Jugadores de Pokémon GO y detalle del desarrolló en el celular de la ‘caza’ de pokémons
TANIA SIEIRA

Torralba insistía en «lo saludable» de la fiebre de ir coleccionando pokémons: «Yo practico videojuegos normales, pero con este salgo a la calle, día a día. Es desconectar de todo: es entablar una vida a distancia con tus amigos». Torralba es jugadora ‘pro’, y su vida, y su círculo, en cierta medida, está vinculado a Pokémon Go. De hecho, es la ’embajadora’ de Madrid en el certamen. Con la responsabilidad que conlleva…

Era verdad que de todos los niveles había ‘cazadores’ disfrutando de su sábado en el Parque Juan Carlos I. Socializando e incluso ‘pelando la pava’. Un sevillano le contaba su historia de desamor a una amiga que, por su acento, no era hispalense y le asentía con dulzor.

Historias, en intención, que se entrecruzaban. A mediodía, el conocido buscaba la sombra, y se arremolinaba a ingerir bajo los árboles como en el cuadro de George Seurat. Una grupo cubana celebraba un cumpleaños; con un ojo en el plato de tarta y otro en el móvil.

El creación aerostático de la ordenamiento se elevaba, los más pequeños y los más talludos iban cazando cada cual según sus habilidades y deyección. En el fondo, no sólo a Esther Torralba, o a Shaun y Martina, Pokémon les ha cambiado la vida. Añádase que eran masa los que en el circuito ya hablaban con la jeringonza del videojuego, de flanco a flanco.

32 euros por ‘entrada’ que, frente al autónomo comunicación al parque, prometía más monstruitos y otras «experiencias exclusivas». Como la de pedir alianza en presencia de un muñeco como testificador.

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