“Si queremos acabar con el acoso hay que ir al nicho del dolor, el a…



Jero García (Carabanchel, 1970) creció en los años ochenta en lo que él llama “un barrio complicado”. Tras una adolescencia rebelde y un diagnóstico de TDAH, El conocido exboxeador encontró en el deporte su salvación, el mismo que ahora utiliza para intentar salvar a los que están donde él estaba. García es el próximo protagonista del Foro torrevieja news today, donde intentará enfatizar el “flagelo infeccioso” que es el bullying.

¿Cómo ha sido tu vida y cómo has acabado siendo una de las activistas antibullying más reconocidas en España?

La vida es golpes y decisiones, y las decisiones más importantes de tu vida son las que tomas después de cada golpe. He tomado muchas, y esto me ha hecho llegar a la conclusión de que no sólo hay que mirar, sino que hay que actuar. Así, intentamos prevenir, sensibilizar, mitigar y concienciar de que el acoso escolar es una lacra infecciosa y que tiene que acabar.

Como experto en el tema, ¿crees que hay más casos de bullying que antes o es que se denuncian más?

Es muy relativo. Ahora hay mucha más conciencia, sí, pero también hay más quejas. Es muy difícil saber si hay más o menos. Lo que creo que hay es un bullying más desnaturalizado, es decir, con muy poca empatía. El acoso actual es mucho más grave que el de hace años. Valoraría más la calidad que la cantidad.

¿Cómo ha cambiado el acoso? Me imagino que la desnaturalización conducirá a casos más graves.

Sí, por la falta de empatía con el dolor que se comete, porque la violencia está muy arraigada en nuestra cultura, por los videojuegos, series y películas violentas que los niños ven desde muy pequeños… Todo ello produce una desnaturalización. El acoso anterior era más físico; Ahora hay uno verbal y otro, sobre todo, psicológico. Creo que no se habla lo suficiente de la violencia epistémica, aquella que intenta invisibilizar al otro. Todo eso es acoso. Al final siempre nos quedamos con el golpe, pero, en muchos casos, la palabra es más dura que el golpe.

Y puede tener peores consecuencias que la violencia física.

Creo que la gravedad no es tanto la causa. Depende mucho de cómo lo tome el niño y qué herramientas le haya dado su familia. Hay niños que lamentablemente pueden saltar desde el quinto piso debido a un golpe en la cabeza, pero hay otros que pueden hacerlo porque han sido ignorados. En definitiva, las emociones dependen mucho de cada persona. Cuando crees que no vales nada aparece la depresión, la ansiedad, la baja autoestima… y depende de cada persona cómo actuar.

¿El perfil del “matón” sigue siendo el mismo o ha cambiado? Todos tenemos un estereotipo en nuestra cabeza.

Creo que ese estereotipo siempre existirá. Desde que el mundo empezó ha habido matones. Mira esa palabra, matón. Pero hay que tener en cuenta que el agresor es víctima del acoso. Hay que mirar atrás y ver qué le pasó a ese niño para que tenga que reafirmarse a través de la violencia. Está claro que algo anda mal en él: puede que sufra bullying en casa, puede que sufra abusos, puede que tenga problemas de salud mental o puede que sea un niño sobreprotegido que se cree por encima de todo. Si queremos acabar con el bullying tenemos que acudir al nicho del dolor, al acosador.

¿Crees que los jóvenes actuales gestionan peor las emociones negativas como la frustración o el enfado?

Creo que tienen menos herramientas. Muchos padres lo son porque tienen un libro de familia. Un padre tiene que formar a sus hijos en valores para que puedan reaccionar ante la vida. No podemos transmitir a nuestros hijos que todo va a estar bien y que todo va a ser muy bonito, porque les estaríamos engañando. La vida es dura y te llegarán golpes, y somos lo que hacemos después de ellos. Además, cada niño necesita una cosa; pero para eso tienes que estar ahí. Ser un buen padre no es lo mismo que un buen padre; El buen padre es el que está ahí, y el bueno es el que le da todo, y ese es el problema. Muchos padres intentan sobreproteger, y eso provoca un daño irreparable en la personalidad de nuestros hijos. No existe una generación cristal, existen padres cristal.

Justo iba a preguntarle si creía en la generación cristal.

¿Quién te da esas herramientas? Tus padres te los tienen que dar, no hay nada más. El primer parapeto educativo de un niño son sus padres. Me gustan los padres que se preocupan, no por cómo van sus hijos a la escuela, sino por cómo regresan. Ten esos 20 minutos para hablar con ellos y ver cómo están. Tienes que estar allí. Tenemos que pasar tiempo con nuestros hijos. Si no puedes pasar tiempo con ellos, no los tengas.

Uno de los pilares de su vida ha sido el deporte. ¿Qué papel juega contra el bullying?

Para mí el deporte es básico. Me cambió positivamente. Yo era un niño con un trastorno y que vivía en un barrio difícil; Si había diez posibilidades de que todo saliera mal, yo tenía quince. Y gracias al deporte logré transformarme en una persona positiva. Como el deporte me transformó, intento ayudar a los demás a través del deporte. ¿Qué estás haciendo? Ayuda física y psicológica, que en conjunto forman una ayuda conductual; es decir, los valores que aportan. Las tres grandes vertientes de nuestra sociedad son: objetivos, valores y formación. Con el deporte regalas valores y objetivos. Ya tienen que hacer la formación ellos mismos.

En su fundación lo hacen a través del boxeo. Imagino que te habrán contado cómo vas a fomentar la no violencia con un deporte violento. ¿Qué respondes a este tipo de afirmaciones?

Que no sea violento. En el boxeo nadie está obligado. ¿Agresivo? Por supuesto que lo es, pero el boxeo no es sólo dos tipos dándose puñetazos sin camiseta. Ocho de cada diez de mis alumnos no establecen contacto; Hacen boxeo educativo, desestresante… Golpean las bolsas o se golpean las manos. Eso es jugar a pelear, ¿y qué haces en eso? Canalizar la agresión y regular la ira. Lo bueno del boxeo es que no necesitas pegarle a nadie para sentirte boxeador.

¿Ha cambiado tu vida?

Por supuesto. Debería vivir tres vidas para agradecer al boxeo todo lo que ha hecho por mí.

También fue conductor del programa Hermano Mayor. Lo recuerdo bien porque un compañero salió contigo en el programa. ¿Qué valoración hace de cómo fue aquello? ¿Fue útil para luchar contra el acoso?

Hermano Mayor era un programa que intentaba prevenir la violencia abusiva y paternalista, es decir, cuando los niños acosan a sus padres. Lo que intentábamos era hacer una terapia de 10 o 12 días que, en condiciones normales, tardaría dos años. Intentamos mostrarles la luz. Muchos niños hicieron clic en el programa porque pudieron ver sus defectos. Pero claro, les abrimos la puerta, pero el trabajo era de ellos. En mis 21 casos, más del 60 o 70% mejoraron. Por supuesto que hay casos que no lo hicieron, e incluso empeoraron. Pero estas cifras de la educación social son una locura. En nuestra fundación, si ahorramos uno de cada diez, es mucho.

Por último, ¿crees que faltan recursos públicos para el acoso?

Lo que falla son las leyes. No puede ser que haya tres leyes que traten ciertos tipos de violencia y el acoso escolar aparece en un solo párrafo. Urge aprobar una ley orgánica de protección contra el acoso escolar. Lo que no puede ser es que te puedan meter preso por decir un piropo y no porque un niño provoque que otro tire un centavo. Deben existir responsabilidades penales tanto para los niños como para los padres.

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