Es un circunstancia comn que, con sus discursos, Kennedy les impuso a sus sucesores un listn inalcanzable. Franklin D. Roosevelt siquiera se lo puso fcil. En su primer discurso inaugural, en 1933, mientras Europa sucumba a una avalancha de miedo, Roosevelt escasamente se demor un par de lneas en pronunciar una de esas frases que inmediatamente ingresaron en el credo hispanoamericano: Antaño que falta, permtanme afirmar mi firme conviccin de que a lo nico que d
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