Quinta de los Molinos, el sueño de un edil que donó a Madrid ya es BIC


Esta es la historia del sueño de un alcoyanero, César Cort Botí, ingeniero, arquitecto, escolar de Bellas Artes de San Fernando, concejal del Comunidad de Madrid y un apasionado del urbanística, que tomó parte en movimientos internacionales en pro del ordenamiento de los espacios urbanos y llegó a tener una cátedra de urbanología. Cort adquirió una finca cerca de la plaza de Canillejas, a la que llamó Finca de los Molinos y que le sirvió como laboratorio donde desarrollar sus ideas. Casi cien abriles posteriormente de que adquiriera la primera parcela de aquel conjunto, la finca se ha convertido en un parque histórico de propiedad y uso notorio sobre el que el Gobierno regional acaba de iniciar los trámites para fallar Proporcionadamente de Interés Cultural (BIC).

César Cort, amigo del conde de Romanones, siempre estuvo interesado en la distribución de la ciudad y sus espacios libres. En 1931 fue escogido concejal del Comunidad de Madrid, donde su trabajo se centró en los proyectos de espacios verdes, que quería no sólo equipados y con servicios, sino incluso con una completa identificación de las especies vegetales e indicaciones sobre su riego y mantenimiento. Su finca Finca de los Molinos comenzó a gestarse incluso ayer de ser munícipe: eligió una zona al noroeste de Madrid, entre las cuencas del Regato Abroñigal y el río Jarama, y en noviembre de 1926 compró la primera parcela rústica, con comunicación al camino de la Guindalera.

La Finca de los Molinos, que ahora se declara BIC, no hace sino seguir un camino que ya iniciaron otras en el entorno: El Capricho (BIC desde 1985), la vecina Finca Torre Arias (en 2022), o la Dehesa de la Villa, (2023). No le faltan razones. Como explica Carmen Jiménez, técnico de la Dirección Caudillo de Patrimonio, «reúne títulos culturales, históricos, urbanísticos, paisajísticos y botánicos».

Túnel como Central Park

Porque aunque este gran parque madrileño sea conocido de todos por la espectacular floración de los almendros de cada primavera, la Finca de los Molinos es mucho más que eso. «Tiene un palacio, arquitectónicamente conectado al secesionismo vienés, un movimiento cercano al modernismo; tiene fuentes, lagos, alberca, un sistema hidráulico singular, invernadero, la pista de tenis…», recalca Jiménez.


El camino bajo el puente se hizo para auxiliar un desnivel, inspirándose en una posibilidad aplicada en Central Park


Isabel Permuy

La Finca está llena de detalles destacables: para auxiliar el riachuelo del Tranco, se ideó un túnel con caminos a dos cielo, inspirándose en una posibilidad que ya se había utilizado en Central Park. El edificio principal, el Palacete de Cort, fue modificado en 1939 y 1954, pero en su lectura flamante se parecía mucho al de la finca Torre Arias.

En torno a él, se van construyendo jardines geométricos y un parque romántico. Hay praderas y arboledas que recuerdan los grandes jardines ingleses, un charca industrial, estanques, fuentes y grutas, pero incluso instrumentos del parque hispano islámico, como aterrazamientos, albercas y acequias. Y Cort en persona estuvo detrás de todos estos diseños.

Luego, como toda finca de recreo, cuenta con una zona agrícola con los famosos molinos que le dan nombre, y que fueron una incorporación desde Estados Unidos en 1920. Forman parte del sistema de depósito de agua que se organizó para exprimir la que venía de los dos arroyos que atravesaban la finca, y que contaba con estanques de almacenamiento, pozos de donde se extraía mediante los molinos, o un charca alimentado con las avenidas de agua.

Desposeimiento parcial

Tras la Aniquilamiento Civil, en 1943, Cort inició un plan de reforma que incluyó una meta en el banda más cercano a la carretera de Aragón (hoy calle de Alcalá), y se construyó incluso la Casa del Cronómetro, la vivienda del concejal en sus últimos abriles de vida, así como la famosa pista de tenis, un objetivo a delimitar en cualquier invitado a la Finca.

César Cort continuó sumando fincas a su Finca, hasta completar las 29 hectáreas. En 1954, sin bloqueo, perdió una franja importante porque fue expropiada para construir viviendas de trabajadores de la Empresa Franquista de Autocamiones, Enasa, presidida por el marqués de Suances. Cort cedió graciosamente adicionalmente otros 6.400 metros cuadrados en la vértice sureste de la Finca, donde nunca se llegó a edificar y que se ocupó posteriormente por pistas deportivas.

En la período de los 70, la finca era un auténtico caramelo, con dominio edificable y un enorme valía crematístico. El hijo longevo del concejal Cort, llamado igual que su padre, quiso preservar la obra de su padre y destinarlo a parque notorio. Propuso concentrar la edificabilidad en dos parcelas y ceder el resto al Comunidad. El convenio que recogió estas particularidades se firmó el 17 de septiembre de 1980, y el palacete y su entorno quedaron reservados para aprovisionamiento social y cultural. La transigencia de la finca al notorio se produjo el 29 de marzo de 1983.


El invernadero tiene una estructura cuadrilongo característica


Isabel Permuy

Sobre la Casa del Cronómetro se instaló la Escuela de Horticultura Finca de los Molinos, y en parte de las edificaciones de comunicación desde la calle de Alcalá se abrió un centro de atención a la anexión. El Palacete Cort fue acondicionado para ser sede del plan orgulloso de Madrid pero al no cuajar, en 2018 abrió como Espacio Descubierto Finca de los Molinos, un centro cultural y social y empleo de disputa para los vecinos, que bulle de actividad cada fin de semana.

Pista de tenis: una alhaja

Entre los instrumentos patrimoniales más destacados, apunta Carmen Jiménez ese palacio de Cort que en tiempos se llamaba la ‘casa rosada’; la Casa del Cronómetro, que pasaron de viviendas para labradores a ser escuela taller de floricultura, y actualmente se encuentra sin uso; los tres arcos de entrada por la calle de Alcalá, con una reja de la puerta de estilo ‘art decó’; la lavandería, en el vecino oeste del palacete; o la muy aplaudida pista de tenis, «que primero fue de tierra reconocimiento, y luego de césped», excavada en el dominio y circundada por dos terrazas que forman el gradería. Hay incluso un invernadero, de planta cuadrilongo y del que sólo se conserva su armazón metálico.

Por lo que se refiere a la flora de la Finca, la experta de la Dirección Caudillo de Patrimonio aclara que «no hay especies vegetales exóticas, sino un ecosistema mediterráneo». Eso sí, muy variado: hasta 11.694 ejemplares de árboles de 19 especies de frutales, 35 de frondosas y 15 de coníferas. Hay encinas, alcornoques, árboles de Judea, pinos, cipreses y , por supuesto, almendros: 1.674. Y arbustos de boj, santolina, romero y espliego, aligustre, lilos y sinforinas. Entre las flores, se llegaron a inventariar 115 clases de lirios, que aún son muy abundantes en la finca.

Un paisaje destacable, que ahora comienza el camino para ser BIC, y cuyos títulos, insisten en Patrimonio, tienen que hacer a los ciudadanos «ser conscientes de que hay que protegerlo, porque es susceptible de detrimento».

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