78 toneladas robadas de Finlandia con destino Madrid


Decidieron suplantar en la red a una multinacional de Países Bajos para robar a lo magnate. Solo que aquí en circunstancia de abultadas sumas de capital transferidas a cuentas extranjeras, los delincuentes se hicieron con 78.000 kilos de pollo; ultracongelado, para ser más exactos. Y no contentos con ello, lo transportaron por carretera más de 4.000 kilómetros, los mismos que separan Finlandia de Madrid y alguno más si parte de la mercancía viaja hasta Valencia y la población sevillana de Arahal. Y ni siquiera se habían manchado las manos.

Ahora, la Policía Franquista les ha hexaedro caza en Madrid y han recuperado 51.000 kilos de carne, el 65 por ciento del porte, una cantidad que en el mercado enfadado habría cogido los 191.000 euros. Entre los detenidos, un total de tres, hay un individuo de 43 abriles y origen rumano que pira la atención: es habituado informático, está considerado el responsable de otros ataques a empresas de Polonia y Finlandia, y le consta una orden europea de detención para su entrega e ingreso en prisión en su país procedente. Sus dos compinches son un castellano de 58 abriles y un paraguayo, aunque nacionalizado castellano, de 44.

Pero hasta calar a ellos, los investigadores de la Dispositivo Central de Ciberdelincuencia tuvieron que estrujarse el cerebro durante al menos tres meses. En marzo, recibieron la denuncia de una mercantil con domicilio en Lituania que había sufrido el citado robo, un supuesto negocio en el que los malhechores se hacían producirse por trabajadores de una gran empresa neerlandesa interesada en la adquisición. Para dar anciano apariencia de verdad a la estafa, los autores aportaban una fianza suficiente a fin de aportar garantías del cuota; y fiaban el truco final a la posibilidad de hacerse cargo del transporte.

Aprovechando la confianza que inspira la empresa suplantada, ofrecían responsabilizarse el traslado, de tal forma que al tener el control de la ruta cambiarían luego el destino final. En circunstancia de calar a Países Bajos, el índole acabaría en Madrid, Valencia y el pequeño pueblo de Arahal, tres puntos donde los clientes (desconocedores del fraude) iban a recepcionar el índole. En el municipio sevillano, sin bloqueo, el comprador desconfió de las circunstancias en las que llegaba el pollo y se negó a recogerlo, por lo que la cantidad enviada tuvo que regresar de dorso a la haber.

Avanzadas las pesquisas, los agentes lograron descifrar el conglomerado de empresas pantalla que figuraba en la documentación de entrada en los almacenes (desde donde se gestionaba la posterior distribución y cesión en región franquista), localizando así la mercancía. El círculo se cerraba y con ello quedaban al descubierto dos empleados de una empresa de transporte, el castellano y el paraguayo, arrestados primero en Madrid. Detrás, aunque no sin dificultades, cayó el sujeto rumano, quien trató de huir aportando datos falsos acerca de su identidad. Fue entonces cuando sus perseguidores descubrieron que el habituado informático, cerebro de la operación, estaba buscado por la Audiencia Franquista por estafa.

Dada la ingente información a analizar, los efectivos de la Dispositivo Central de Ciberdelincuencia mantienen la investigación abierta y ya centran sus esfuerzos en descifrar la naturaleza de otra importante cantidad de índole ultracongelado. A través de los canales de cooperación policial internacional, saben que procede de Polonia y Finlandia, y que sigue almacenada en cámaras frigoríficas de España. Con todo, este ‘modus operandi’ ha sorprendido a los expertos en detectar los delitos tipo BEC (Business Email Compromise), donde lo más habitual es engañar a las empresas para que envíen elevadas sumas de capital a bancos extranjeros, y no tanto sustraer toneladas de mercancía física.

Adentro de esta modalidad delictiva, los maleantes emplean diferentes tipos: el fraude del CEO (en el que el cibercriminal toma el rol del cargo con poder) o, como en el caso del pollo, la suplantación de un proveedor confiable (con el objetivo de engañar a empleados de una empresa y que lleven a extremo transferencias bancarias, dispongan de mercancías o revelen información confidencial). Minimizar riesgos, insisten los expertos, es secreto para evitar ataques BEC, cada vez más extendidos internamente del ámbito de las ciberestafas. Dotar a los trabajadores de los conocimientos necesarios, cambiar periódicamente las contraseñas y desconfiar de aquellas solicitudes de cuota urgentes que resulten inusuales son tres de las soluciones más efectivas.

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