Esta semana, el pleno parlamentario semanal se ha desarrollado con una circunstancia muy novedosa en el ámbito: el pacto al que han llegado PSOE y PP para repartirse los vigésimo puestos del Consejo Caudillo del Poder Jurídico.
No hay precedentes de un acuerdo de esta magnitud entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Y, luego, siquiera había precedentes de lo que ocurre luego de que se firme un pacto de esa envergadura. Ahora sí lo hay. Y lo que ocurre es que Feijóo se ha presentado en el Congreso con la intención de que no parezca que se ha entregado con armas y bagajes a Pedro Sánchez.
La pretendida dureza de Feijóo ha sido respondida por Sánchez con una pretendida suficiencia. El presidente ha querido dar una cierta sensación de condescendencia, como si hubiese decidido ser dadivoso y solícito con el líder del PP, dejando que ocupara el centro del escena por un día.
Y ha llegado a reponer a Feijóo con esa vieja expresión de que se quede con la perra gorda. Como si le perdonara poco. Feijóo pide el cese del fiscal genérico del Estado, para contrarrestar el pacto. Pero Sánchez ha ignorado la petición, como se podía suponer.
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