Pensaba que la vida me había jugado una mala pasada por nacer hombre


Eva Díaz dejó de ser Enrique en el 2015 cuando tenía 52 abriles. En ese momento sus hijos ya eran adultos y pensó que había llegado la hora de aceptar la sinceridad: desde pupila se había sentido una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre. A partir de ese momento comenzó su particular transformación de especie y hoy en día es Eva.

Hasta hace 9 abriles se llamaba Enrique y era socio director de una compañía de dirección estratégica. Cuando comenzó su transición de especie dejó su trabajo y no tuvo el valía de seguir en una compañía de traje y corbata en la que a la semana ulterior llegaría con vestido y tacones. Tras dos abriles en el paro consiguió hacerse con el puesto de CEO de una empresa tecnológica.

“Cuando lideras como mujer hay cierta tendencia de tu exposición corporal”

Cuando comenzó su singladura de jefa como mujer se dio cuenta de que era un punto de inferioridad respecto al equipo y que debería cambiar sus herramientas para trabajar en equipo. Pasó “de un liderazgo jerárquico a uno muy emocional y colaborativo”. “Cuando lideras como mujer hay una cierta tendencia de tu exposición corporal: a cómo vistes y actúas”, señala.

“No quiero borrar todo mi pasado como Enrique porque necesito todo lo que él aprendió”

Cuenta que fue una pupila que creció en la lapso de los 70 y no era un entorno liviana para hacer una transición de especie. Se casó y tuvo dos hijos y hasta que los niños no tuvieron 20 y 17 abriles no dio el paso de cambiar de especie. No quiere borrar su pasado como Enrique porque necesita todas las vivencias que atesoró para seguir delante.

La lucha entre Enrique y Eva fue muy salvaje. “Al principio es la lucha de dos personas por un único cuerpo. Esa lucha fue muy dura y muy cruenta, salvaje en muchos instantes. Creó a un hombre con una desliz de estima extraordinario”, reconoce.

Recuerda que en su etapa de transición se escapaba a donde no la conociera nadie vestido de mujer sin estar hormonada. Las escapadas de Eva las hacía con mucho miedo y generalmente eran de tinieblas. “Eran expectativas cortas, muy rápidas y con mucho miedo”, señala.

“Nadie sabía nulo, cuando empiezo la transición y se lo empiezo a contar a mis amigos y a mis compañeros de trabajo todo el mundo se sorprende. Yo no era un hombre con pluma. Fue una sorpresa para todo el mundo, menos para mi ex que ya lo sabe”.

“Me sentía como impostora e invasora en muchas ocasiones”

Eva sentía que vivía con un defecto y pensaba que la vida le había jugado una mala pasada por salir hombre. Se sentía impostora e invasora en muchas ocasiones.

Cuando le contó a sus hijos los cambios que había hecho tenía miedo pero lo hizo con la esperanza de que la pudieran entender. Recuerda que la charla fue corta, porque no lo quería alcanzar y a partir de ahí empezó un proceso de reconquista en el que sus hijos se adaptaron a que su vida con ella fuera la misma que cuando era hombre.

Novedades Marta del Castillo.

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