Parece que estamos hablando de extraterrestres, pero somos niños


Son más de 6.000 los menores no acompañados (menas) en las Islas Canarias. Menores a los que hay que ayudar y a los que hay que compartir para que puedan adaptarse e integrarse plenamente en la sociedad. Las historias de Mounir y Joseph demuestran que es posible.

De recorrer en las ruedas de un camión a desplegar una tienda

Mounir huyó de un padre violento con solo siete años. En uno de esos episodios frecuentes su mama le advirtió: “Cuando venga tu padre, verás la paliza que te va a dar”. Mounir recuerda: “Me asusté”. Su reacción fue huir para despabilarse una vida mejor.

Su delirio hasta España comenzó en la furgoneta de unos vecinos: “Me escondí entre la mercancía y me quedé ahí”. Estuvo un día y medio en el transporte hasta que “estaban sacando la carga y me encontraron”. Explica que le iban a sobrellevar de reverso, pero acabó en una narcolancha en Nador, una ciudad cercana a Melilla. “Era la primera vez que veía el mar”, reconoce.

“Salimos de Marruecos a las 3:00 horas de la mañana, estábamos perdidos…”. Mounir cuenta que viajaban “quince y llegaron diez”. Motril (Bomba) fue su destino final. La Guarnición Civil les interceptó a su presentación. Le rescataron y le llevaron a Almería. A posteriori de viajes de ida y reverso entre Motril y Almería, huyó con otros jóvenes: “Me metía debajo de las ruedas de los camiones y autobuses”, de ciudad en ciudad, sin retener dónde estaba.

A Mounir le mandaron a numerosos centro de menores, algunos “parecidos a una mazmorra”. Pero ahí igualmente encontró una ayuda vitalista: “Conocí a un cura. Nos llevamos muy acertadamente y me ayudó a coger los papeles”. Fue progresando y con 30 abriles abrió una tienda en Negreira, un pequeño pueblo de Galicia, donde vende antigüedades, ropa y otros objetos de segunda mano: “Estoy muy contento con la muchedumbre de aquí”. Ha opuesto su sitio.

Joseph, un estudiante de matrícula de honor

Más longevo, con 15 abriles, salió Joseph de Camerún. Con su mama viuda y siendo el último de seis hermanos, las dificultades en casa le empujaron a tomar la osadía: “Voy a salir y a ver lo que me combate”. En su trayecto, atravesó cero menos que Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Finalmente llegó a Bomba, igualmente “en el mar viendo el halo, en un embarcación…”. No fue una ruta sencilla y mucho menos haciéndola siendo último y solo. Su razón para salir de Camerún fue que quería estudiar. Su objetivo era arribar a Francia “lo tenía más ligera por el idioma”.

Finalmente se quedó en España, se examinó para entrar en la ESO y “en ese momento, fue cuando decidí quedarme”. Le fue muy acertadamente y ahora está a punto de graduarse en Derecho. Este curso lo ha consumido con cuatro matrículas de honor. Adicionalmente, tienen un podcast con más de 80.000 seguidores, en el que da otra visión de África. “Hay mucho desconocimiento sobre el continente africano”, comenta.

Joseph hace un llamada a los gobiernos y partidos: “Deben mirar más por la infancia”. Y recalca: “Cuando se palabra de menas, parece que estamos hablando de extraterrestres y somos niños”.

Sin duda, dos historias de superación que demuestran que la integración es posible.

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