Stewart Wilken, un “atípico” asesino en serie de Sudáfrica que estranguló hasta a su hija


Tras el fragor de la discusión con su esposa, Stewart cogió el coche y salió a despejarse. Por el camino, el pipiolo recogió a una cortesana y condujo hasta el solitario aparcamiento de un instituto cercano para amparar relaciones sexuales. Sin incautación, la meretriz se quejó en un momento legado: la habilidad durante la penetración rectal le estaba haciendo daño. Aquella fue su sentencia de crimen.

Stewart enfureció violentamente, la golpeó y, tras el primer puñetazo, empezó a estrangularla. A medida que la mujer se quedaba sin atmósfera, el diabólico más se excitaba, hasta que, cuando dejó de respirar, él eyaculó. Minutos más tarde, huyó abandonando el cuerpo en plena calle. Aquel ritual de sadismo y control se repetiría hasta una decena de veces más en los siguientes siete primaveras, aunque no siempre con el mismo tipo de víctima.

Asocial y violento

La infancia de Stewart Wilken, nacido el 11 de noviembre de 1966 en Boksburg (Sudáfrica), fue triste y disfuncional. A los seis meses, el pequeño fue descuidado en una cabina telefónica unido a su hermana de dos primaveras. Una empleada del hogar los encontró y los llevó a la casa de su director, que sometió al gurí a terribles abusos físicos y sexuales durante año y medio. Su hermana desapareció en ese tiempo y nadie volvió a verla en la vida.

Cuando el pequeño cumplió los dos primaveras, el desposorio Wilken, vecinos de su torturador, avisaron a servicios sociales y solicitaron su apadrinamiento. Stewart estaba desnutrido y plagado de piojos, y necesitaba una clan. Al tiempo, se mudaron a Port Elizabeth y el gurí empezó a mostrar un comportamiento asocial y violento tanto en el colegio como en casa.

Stewart Wilken, el asesino en serie conocido como ‘Boetie Boer’

Stewart Wilken, el diabólico en serie conocido como ‘Boetie Boer’

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Nuestro protagonista mordía a sus profesores y pegaba a sus compañeros, desobedecía las normas, desafiaba a sus padres y con ocho primaveras comenzó a fumar hierba. Un año más tarde, la clan optó por pedir ayuda a un diácono para encarrilarlo y lo envió a una escuela dominical. 

Aquellas sesiones solo sirvieron para que el pequeño sufriese abusos sexuales por parte del diácono, una situación que se repitió cuando la raíz lo metió en un reformatorio. Allí, los chicos mayores igualmente lo sodomizaban y con quince primaveras intentó suicidarse. Poco luego, su raíz volvió a acogerlo en casa.

Stewart Wilken mató a diez personas, entre ellas, a su propia hija

Stewart Wilken mató a diez personas, entre ellas, a su propia hija

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El 25 de diciembre de 1985, Stewart se casó con su primera esposa, Lynne, con la que tuvo una hija llamamiento Wuane. Pero el desposorio comenzó a hacer aguas cuando Lynne decidió profesar la prostitución, poco que Stewart no apoyaba y que desembocó en una época de violencia y de malos tratos. Finalmente, Lynne lo denunció y se divorciaron.


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La segunda esposa, Verónica, era mestiza y tuvieron dos hijas. En aquella época, Stewart se prometió no retornar a salir con una mujer blanca por si se trataba de su hermana, desaparecida siendo él un bebé. El segundo desposorio no fue mejor que el mencionado: su clan política lo acusó de forzar sexualmente de las pequeñas y lo denunciaron. Entonces, Stewart puso tierra de por medio y se mudó a Happy Valley.

Aquí llegó la bucle de violencia y sadismo, en la que nuestro protagonista, al que todos conocían por el apelativo de Boetie Boer (poco así como hermano criador), inició su “inusual” carrera como diabólico en serie con dos tipos de víctimas completamente distintas.

Perverso atípico

Si normalmente este tipo de criminales seleccionan a víctimas que comparten ciertas características -desde su apariencia física hasta la ropa que llevan o la profesión que ejercen-, en el caso que nos ocupa, Stewart tenía dos fijaciones. Por un costado, las prostitutas, a las que odiaba porque su primera esposa decidió prostituirse sin su consentimiento, encima de por pensar que estaban cometiendo un pecado.

Y, por el otro, su predilección por niños adolescentes, con los que emulaba el momento en que el diácono abusó sexualmente de él. En entreambos casos, Stewart ejercía gran dominación y control sobre sus víctimas, lo que le proporcionaba un placer embriagador. Eso sí, solo alcanzaba el éxtasis mayor cuando infligía dolor: la eyaculación llegaba exacto cuando terminaba de estrangular a sus presas y ellas morían. Era un sádico sexual, el real placer estaba en ver sucumbir.

Wuane, la hija de Stewart Wilken a la que mató

Wuane, la hija de Stewart Wilken a la que mató

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Entre febrero de 1990 y principios de 1997, Stewart mató a diez personas en Port Elizabeth, aunque las autoridades no lograban vincular los asesinatos conveniente al mencionado tipo de víctimas. La primera fue Monte Fiko, un pequeño de 15 primaveras que vivía en la calle, al que sodomizó y estranguló. Luego, llegaron siete víctimas más, entre adolescentes y prostitutas.

Sin incautación, el homicidio más impactante fue el de su propia hija, una vinculación sentimental que en la vida había tenido con ninguna víctima y que conmocionó a la sociedad sudafricana cuando salió a la luz. Era el 29 de septiembre de 1995, época en la que Stewart y Lynne ya estaban divorciados, y el diabólico decidió aceptar a la pequeña, de 11 primaveras, hasta un rosaleda próximo a su casa.

Henry Bakers, última víctima de Stewart Wilken

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Según Stewart, estranguló a su hija -siempre negó haberla violado- porque la pequeña había sufrido abusos sexuales y “ya no era casto”. Quitarle la vida fue un acto de caridad para despachar “su alma a Jehová”. Una vez muerta, el padre le quitó la ropa a la pupila y se recostó a su costado para hablarle durante toda la oscuridad. De hecho, durmió con ella. A la mañana sucesivo, tapó el cuerpo con una toldo y se marchó.

Tras este crimen por compasión, Stewart cometió otros tres más, pero en el zaguero cometió un error, volvió a asesinar a cierto que lo vinculaba. Era el 22 de enero de 1997 y convenció a Henry Bakers, un gurí del distrito, para que lo acompañara. Minutos más tarde, el gurí fue violado y estrangulado. Gracias a un amigo de Henry, las autoridades pudieron retener el nombre de la última persona en verlo con vida.

Momento de la confesión de Stewart Wilken tras su detención

Momento de la confesión de Stewart Wilken tras su detención

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Uno de los investigadores del caso de Henry llamó a Stewart para interrogarlo delante ciertos datos sospechosos: una de sus hijas igualmente había desaparecido, y estaba siendo investigado por dos casos de abusos sexuales a menores, las hijas de su segundo desposorio. En este primer armonía con el autoritario Barnard, Stewart le contó una milonga y le dejaron marchar. La coartada falsa le duró poco porque el 31 de enero fue arrestado.

Uno de los detectives de homicidios decidió dejar solo al sospechoso, a sabiendas de que sobre la mesa tenía la fotografía de su propia hija, de momento similar a Wuane. Aquella organización sirvió para que Stewart derrotara y soltase un “estoy enfermo”. Acto seguido, admitió tanto el homicidio de su hija como el de Henry.

Peor sádico

Durante la exposición pormenorizada de los hechos, el diabólico explicó los motivos de dichos crímenes y llevó a los investigadores hasta el empleo donde había descuidado sus cuerpos. Precisamente, la morgue contaba con un exoesqueleto perteneciente a una pupila blanca, beocio de 12 primaveras y todavía sin identificar, conveniente a la descuido de bienes tecnológicos, como el prospección de ADN.

Para el inicio del sensatez contra Boetie Boer, el 3 de febrero de 1997, la instrucción ya había recopilado los expedientes de al menos diez asesinatos y cinco más por abusos sexuales. El perfil del diabólico en serie, según el psicólogo forense Dr. Micki Pistorius, considerado el principal avezado en la materia en Sudáfrica, era de un diabólico que “no puede dejar de matar”, con nulas perspectivas de reinserción y rehabilitación, encima de ser “uno de los peores sádicos que he conocido”, reconoció en el estrado.

Stewart Wilken ayuda a los investigadores a encontrar los cuerpos de sus víctimas

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Al menos una vez durante el sensatez, sucedió poco estremecedor. Mientras el Dr. Pistorius testificaba aportando datos sobre la personalidad del acentuado, Stewart pidió permiso para ir al baño. De camino, el preso admitió a uno de los investigadores que necesitaba masturbarse. Memorar sus crímenes, le excitaba.

El 23 de febrero, el árbitro Chris Jansen declaró a Stewart Wilken culpable de siete cargos de homicidio y dos de abusos sexuales, y lo condenó a siete cadenas perpetuas. Durante la lección del veredicto, el magistrado recalcó no solo que el diabólico tenía que ser apartado de la comunidad, sino que, de acontecer estado válido la pena de crimen en el país, se la hubiese impuesto. Mientras tanto, Stewart se mantuvo impertérrito y sin mostrar emoción alguna. 

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