Javier Ousmane, de vivir en centros de menores a trabajar en ellos


La trayectoria de Javier Ousmane Bah Castro, aunque complicada, le ha ayudado a convertirse poco a poco en la persona que es a día de hoy. Desde muy pequeño ha tenido que instruirse a residir separado de su clan, sin una figura materna ni paterna en la que apoyarse, por situaciones complicadas. “Mi padre acabó en la prisión y a mi matriz en ese momento se le morapio todo encima”, explica el verde de 23 abriles que acaba de terminar el segundo curso de Trabajo Social que estudia la Universidad de Vigo, en el Campus de Ourense.

Su paso por centros de menores, familias de acogida y viviendas tuteladas en Barcelona, A Coruña y Santiago empezó con casi nada unos abriles de vida. Su situación dio un variación inesperado en el momento en que su matriz perdió la custodia sobre él: “Me caí de la cama y me llevé un moretón, y cuando mi matriz me llevó a urgencias consideraron que me había maltratado. No le dieron pie a hacerse entender”, así cuenta Javier como comenzó su peripecia internamente del sistema de protección de menores

Su verdad

La relación con su matriz es buena a pesar del tiempo que han pasado separados, aunque el verde considera que de deber hecho las cosas de otra forma, sería aún mejor. “Cuando entré en San José de Calasanz, en A Coruña, fue donde más sentí que me separaban de mi matriz”, recuerda. Pasó de verla casi todas las semanas a prácticamente una vez al mes. Esta situación no se le dejó escoger, ya que desde los servicios sociales consideraron que demarcar su contacto con su matriz era lo mejor para su incremento. “Como equipo lo que ven es a un criatura desprotegido, en peligro de excepción, pero a veces hay que ir más allá. Siento que adicionalmente de separarme de mi matriz no trabajaron con ella”, se lamenta

Javier delante del edificio de la Facultad de Ciencias de la Educación
Javier delante del edificio de la Seminario de Ciencias de la Educación. Foto: Paula Campos

Echando la clarividencia a espaldas, Javier cree que lo que más urge en estos centros es una papeleo más humana de los menores, para que el criatura tenga cierto poder para atreverse sobre su propia vida. “Sé que es mucho más practicable coger el camino más corto, pero hay situaciones en las que con el liberal van a tener mejores resultados”, apunta. Corregir estos “errores” que él mismo pudo detectar en su proceso es lo que más le motiva para estudiar su carrera. Desde Trabajo Social, “creo que puedo hacer algún cambio, aunque no vaya a cambiar el mundo, pero puedo aportar poco, con los usuarios con los que trabaje”.

Estigma social

Otra de sus grandes batallas es guerrear contra el estigma que supone deber crecido en la red de protección de menores. En el dominio social “es confuso salir al mundo siendo un chaval tutelado, no te van a ver con los mismos luceros”, reconoce Javier. Como persona que ha vivido en diferentes centros tutelados, conoce de primera mano la verdad que se vive en ellos. “La muchedumbre piensa que los niños están ahí porque han delinquido, y la verdad es que la mayoría están ahí porque sus familias no tienen suficientes medios o se encuentran en una situación de excepción”, se queja, no sin disgusto.

Desde pequeño desarrolló su empatía y voluntad por ayudar a muchedumbre como él. Fue consciente de la verdad de los menores tutelados cuando se enfrentan con la sociedad. “En un campamento había unos chicos que estaban en un centro y lo dijeron. Yo no. Vi cómo los demás actuaban con ellos, no les hablaban. Me dijeron que se sentían desplazados y se lo dijimos a los monitores y entre los tres dimos una charla al comunidad que sirvió de ejemplo”.

El sueño de ayudar

Javier Ousmane, estudiante de Trabajo Social
Javier Ousmane, estudiante de Trabajo Social. Foto: Paula Campos

Javier nunca se había planteado estudiar Trabajo Social para estar en estos centros hasta que se lo propusieron mientras vivía en Santiago en una vivienda tutelada. Desde que cumplió 18 abriles ha estado trabajando para salir delante, por lo que no era una idea que rondase su mente. “A mí me costó muchísimo escoger esta carrera, porque todos decían que tenía las habilidades y la capacidad para trabajar en esto y yo les decía que estaban locos”, se ríe Javier.

Poco a poco fue encontrando su camino y ahora piensa que “es vocacional y ser técnico de menores es mi objetivo. Siquiera me creo un salvador, pero es muy importante. Son ellos los que deciden sobre el futuro de los chicos”, explica el estudiante de Trabajo Social.

Reconoce que el deber crecido atendido por los servicios sociales en centros y familias de acogida  puede ser una barrera, aunque tiene claro que luchará por conseguir su objetivo. No es tan practicable trabajar como técnico de menores al deber pertenecido con antelación al sistema, ya que  “no quieren que empatices, y es lo que me va a acontecer a mí”. 

Pero el futuro trabajador social no renuncia a su sueño, por el que lucha cada día y del que está cada vez más cerca de conseguir. “Me di cuenta de que mi división está ahí, primero como tutelado y ahora como profesional, aportando para que las situaciones mejoren”.

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