han visto morir a sus padres en un cayuco o han sufrido agresiones


En la mañana de este sábado han llegado a las costas canarias casi 200 personas en tres embarcaciones, dos de ellas lo han hecho de mañana a la isla de El Hierro, y la tercera a Tenerife. Cada vez llegan más niños y niñas y actualmente cerca de 6.000 menores no acompañados se encuentran bajo la tutela del Gobierno de Canarias en centros de acogida totalmente desbordados. Los más vulnerables son detectados a su presentación y derivados a centros especializados donde reciben atención personalizada.

“La peculiaridad frente a otro tipo de centros mayores es que se atiende de forma individualizada a los niños. Están todos escolarizados, todos integrados. Son felices”, explica Delia García, presidenta de Quorum.

Abdu es uno de ellos, ahora tiene 17 primaveras y llegó hace unos meses a El Hierro con la cara y las manos completamente desfiguradas. Sufrió un ataque con gasolina y lo quemaron vivo a causa de una disputa entre pescadores cuando faenaba con su padre en Senegal.

Nos cuenta que su tribu lo mandó a España para que lo puedan proceder, y estuvo cinco días en el mar a borde de un cayuco. Ha sido derivado a este centro por todas las secuelas psicológicas que le han quedado a causa de la acometida y porque temían que pudiera sufrir bullying. “Estoy muy contento aquí. Me van a proceder”, nos dice.

“Es un centro maniquí. El miedo que tenemos los profesionales es que este tipo de centros se saturen severamente como los macrocentros”, explica Delia García, presidenta de Quorum.

En este hogar de acogida viven ahora 32 niños, la mayoría de ellos procedentes de Senegal, que conviven como si se tratara de una gran tribu. Todos están escolarizados y realizan actividades extraescolares a diario y talleres en el centro. Adicionalmente en sus ratos libres juegan al fútbol que es su actividad favorita, hablan con sus familias por teléfono y tienen una hora al día para usar los móviles y tablets.

La directora del centro, Mónica Airoso, nos explica que ellos no lo llaman centro de acogida ni centro de menores, sino hogar: “Desde que ellos llegan nuestro principal objetivo es que ellos desarrollen el sentimiento de pertenencia al hogar”.

Mónica es psicóloga y ayuda mucho a los niños que sufren traumas por la travesía: “Hay poco que me llamó mucho la atención y que cuentan los chavales, cuando llega la sombra en la barca, el oleaje es veterano y la barca al caer hace ‘prosperidad’…Lloran y temen, hay personas incluso que por miedo se tiran del barco”.

En este hogar de acogida asimismo trabaja Adou, un inexperto senegalés que llegó en cayuco en 2020 y ahora es preceptor: “Ellos a veces se sientan a lloriquear, es ordinario yo cuando estaba en los centros lo pasaba mal”.

En este tipo de centros se les proporciona una atención individualizada y se les facilita el apoyo psicológico necesario ya que la mayoría de ellos han vivido situaciones dramáticas como el fallecimiento de sus padres en la travesía, teniendo que ver como los tiran por la barandilla; amenazas de ser lanzados al mar por los patrones de los cayucos, o incluso agresiones sexuales en la embarcación.

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