fotografía de un artista con muchas caras desconocidas



Es 25 de junio de 1992, Sala Canciller, Madrid. John Mayall, el maravilloso padre blanco del blues hizo acababa de hacer una de las actuaciones más memorables de las muchas que tuve la oportunidad de verle y en ese momento me encontraba tomando una copa en la mostrador de la mítica sala de conciertos del barriada de Ventas en la caudal y comentando la diligencia con Mariskal Romero y el líder y cantante de Ñu, José Carlos Molina. Pasados aproximadamente entre quince y vigésimo minutos, de pronto Molina vuelve la ojeada cerca de el círculo y con cara de asombro, exclama: “Oye, fijaros… ese tipo que está recogiendo cables… ¿no es el propio John Mayall?”. 

Y era verdad. Posteriormente de más de dos horas de un concierto intenso, potente y con una traducción final de “Room To Move” de cerca de dieciséis minutos de duración, una de las más grandes leyendas de la historia del rock y del blues, exactamente igual que sus roadies, salía a cosechar el equipo, cargando sobre sus espaldas voluminosos amplificadores y liando los cables con una pericia y una celeridad que evidenciaban que estaba acostumbrado a hacerlo desde hacía muchos primaveras. Una historieta que nunca he olvidado y que me parece que da una buena muestra de esa personalidad poliédrica, polifacética y en gran medida fascinante de ese inmenso músico que tristemente dejó para siempre este mundo hace exactamente una semana a la etapa de 90 primaveras, aunque la nueva se diera oficialmente a conocer pasados dos días. 

En la mayoría de artículos, obituarios y notas de prensa que se han publicado estos días acerca de la vida y la obra de John Mayall como músico, obviamente se ha resaltado su carácter pionero del blues progresivo inglés y su breve pero grande trabajo con Eric Clapton en esa cátedra musical indicación “John Mayall & The Bluesbreakers With Eric Clapton” de 1966 que será con el tiempo el disco precursor de la gran revolución sonora que tendrá como protagonistas a partir de 1967-68 a Cream, The Jimi Hendrix Experience, Fleetwood Mac, Chicken Shack, Ten Years After, The Jeff Beck Group, Led Zeppelin o Black Sabbath. Igualmente y como no podía ser de otra forma, se ha reivindicado su papel como descubridor e impulsor a través de sus Bluesbreakers de talentos como los de Mick Taylor, luego guitarrista de los Rolling Stones, Peter Green, Walter Trout o Coco Montoya. Por consiguiente, me detendré a apostillar en este artículo que quiero hacer a modo de sincero tributo a la figura de John Mayall otras facetas con toda seguridad menos conocidas y que probablemente no se habrán mencionado en las notas de prensa de estos últimos días. 

El blues fue siempre su verbo, su transporte musical para expresarse y el sentimiento al que estuvo indisolublemente asociado

El blues fue siempre su verbo, su transporte musical para expresarse y el sentimiento al que estuvo indisolublemente asociado, tanto  en su concepción del blues progresivo en fusión con el rock como en el, llamémosle si se quiere el blues más purista. Pero al igual por ejemplo que Jeff Beck, a lo grande de toda su carrera, en peculiar a partir de la disolución de los Bluesbreakers, se aventuró por diferentes caminos, exploró muy diversos enfoques musicales y cambió las formaciones de su cuadrilla en una búsqueda constante para desafiarse a sí mismo y a quienes lo rodeaban para innovar y ofrecer siempre música de una calidad extraordinaria.

El primer ejemplo lo tenemos en 1969, cuando edita el disco en directo “The Turning Point”, en el que inició el alucinación de dorso desde el blues rock más eléctrico al folk rock sonoro, impregnado de esencia blues, por supuesto, y que nos dejaría su clásico por paradigma: “Room To Move”. Pero más sorprendente y heterogéneo resulta la audición del que para mí es uno de los mejores discos en directo de la historia del rock en los primaveras 70, “Jazz Blues Fusion”, editado en enero de 1972: un extra control tal y como dice el título, de fusión entre el jazz y el blues en el que Mayall, acompañado de los ex – Canned Heat Larry Taylor en el bajo y Harvey Mandel en la guitarra -este zaguero llego a audicionar con los Stones en 1975 como posible sustituto de Mick Taylor- al flanco de músicos de jazz original como Blue Mitchell en la trompeta y Clifford “King” Solomon en el saxo tenor, dejó para la posteridad un disco de una calidad y una inspiración maravillosas, con lo mejor de las históricas actuaciones de esta singular formación en el Boston Music Vestíbulo el 18 de noviembre de 1971 y en el Hunter College, Nueva York, el 3 y 4 de diciembre de 1971.

En 1975 editó “New Year, New Band, New Company”, otro de sus discos injustamente no reivindicados en el que volvió a dar un modismo radical, pasando del blues-rock más o menos matizado con pinceladas jazzísticas al funk-rock hippie sureño. Contrató a Dee McKinnie para la voz principal femenina, que se combinó y contrastó muy admisiblemente con el tono nasal de Mayall y todavía participó Don “Sugarcane” Harris, cuyo violín psico-funk completó la mezcla a la perfección. No obtuvo un gran éxito comercial, pero se desenvolvió a finales de los 70 con solvencia en el funky-soul en álbumes poco reconocidos pero muy interesantes musicalmente, caso de “Bottom Line” (1979), del que siempre destacaré temas  como “Dreamboat” y de “No More Interviews” (1980). Estos álbumes presentan a un John Mayall cuya propuesta musical es arriesgada, se sale deliberadamente de la zona de confort habitual y nos dejan ver a un intérprete sin miedo ningún a innovar, a reinventarse y a explorar otros estilos más allá del blues y del rock tradicional con resultados muy acertados. 

“Escribo canciones sobre un tema específico, sobre cosas que están pasando en el mundo o en mi vida, y espero que la muchedumbre las escuche y se conecte con ellas. Cuando armo un disco, quiero asegurarme de que cada canción tenga una fuerza diferente y que ninguna sea igual a otra. Todas las canciones, ya sean escritas por mí o por otras personas, lo principal es que tengan su propia identidad”, decía en una entrevista fechada en 2000 en la revista “The Guitarist” en Estados Unidos. “Simplemente hago lo que me resulta natural. Escribo una canción adentrándome en un tema determinado que quiero explorar a través de la música. Me gusta mucho descubrir músicos que están en la misma sintonía que yo a ese nivel. Hasta el día de hoy disfruto escuchando a músicos de todas las edades”.

 

Ser multiinstrumentista le permite nominar una variedad de texturas sonoras que ha utilizado de forma muy efectiva en las últimas décadas con formatos de bandas más pequeñas. “No tengo un herramienta protegido”- aseguraba- “Todos tienen un carácter diferente. El piano, por supuesto, tiene la viso más amplia de posibilidades a la hora de componer, y tal vez por ese motivo lo prefiera cuando quiero escribir música. Pero para el directo, tanto la guitarra como la armónica expresan mis sentimientos con más cercanía a lo que palpita en mi corazón”.  

Su zaguero disco de estudio, “The Sun Is Shining Down”, editado en 2022 ha quedado como una excelente despedida musical, un compendio de blues y rock´n´roll clásico pero sin perder la contemporaneidad y que desde estas líneas recomiendo insistentemente. Todo un temperamento, todo un talento, un músico que no solamente fue blues y rock y un efectivo animal del círculo. Quizá no vuelva a deber otro como él.

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