Un expolicía que enseña a desminar el Sáhara


De custodiar el trayecto de la guía olímpica en Barcelona 92, a impartir formación para desminar el Sáhara. José Murria, policía retirado, comenzó su trayectoria en la Mecanismo de Intervención Policial (UIP) mientras opositaba para pirotécnico del Cuerpo; peculiaridad que ejerció durante casi tres décadas, tras advenir incluso por las radiopatrullas. Siempre en la hacienda catalana.

Su pasión de infancia por el mítico ‘Quimicefa’, confiesa entre risas, le llevó al tedax y, una vez abandonó la Policía, se ha dedicado a la formación en seguridad. Fue un amigo, un exmilitar que pasó por Irak y Afganistán, con experiencia en gratitud de artefactos (EOR), quien le convenció para alucinar, el pasado abril, a los campos de refugiados saharauis a compartir sus conocimientos sobre desminado. Una estancia de diez días, para que la población pueda retirar estos explosivos enterrados, corriendo el pequeño peligro posible. «Ellos son los encargados de ir limpiando el circunscripción: desde restos de artefactos de combate, munición sin explosionar o material marcial sucio», explica Murria a torrevieja news today. En ocasiones, bañar el circunscripción significa retornar a hacerlo habitable. En zonas de pastoreo, que puedan entrar los rebaños o proveer el entrada a pozos de agua.

Según los cálculos de la Oficina Saharaui de Bono contra las Minas (Smaco) son unos siete millones los artefactos distribuidos en la barrera de arena que conforma el pared que separa el Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos, de los territorios liberados por el Frente Polisario; siendo así una de las diez zonas más minadas del mundo, según la ONU.

«Posibilidades de accidentes hay y no son pocas», sostiene el tedax, que constata que «la combate sigue activa»

Para ayudar a su ‘higiene’, por su cuenta y peligro y pagado de su saquillo, hasta Rabuni, hacienda administrativa de los campos de refugiados de Tinduf (en el suroeste de Argelia), adjunto a Murria y el exmilitar, incluso se desplazó un inodoro vigués, especializado en presencia de heridas de combate para que, en caso de una crisis fortuita, sepan cómo proceder. De torniquetes a vendajes hemostáticos. Los tres impartieron el taller a una treintena de civiles. Algunos, sin ningún tipo de conocimiento sobre explosivos. La fracción eran mujeres que, encima de las tareas de desminado, difunden lo aprendido en poblados y escuelas para que quienes topen con un artefacto sepan cómo proceder. «Que no lo toquen, que lo señalicen, que no lo muevan», apunta Murria.

Tras conseguir el visado y con el conocido bueno de la cometido de Naciones Unidas en la zona (Minurso), los tres especialistas se plantaron sobre el circunscripción. Allí, «quienes están explotando el tema del desminado son empresas anglosajonas que contratan operarios, mano de obra recinto, a los que pagan unos 600 euros al mes», detalla el pirotécnico. En su caso, la formación impartida fue totalmente gratuita. Algunos de los alumnos podrán optar al empleo gracias a ella. En la mayoría de casos, «por pura condición». En Rabuni, Murria y sus dos compañeros constataron «la situación tan complicada» de la población saharaui. «En los poblados no hay falta. Ni infraestructuras, o cloacas. Siquiera depuradoras o alumbrado conocido y las carreteras están como están. Es muy triste que tengan que comportarse así, en medio de un secarral».

¿Los accidentes con minas son habituales? «Posibilidades hay y no son pocas», sostiene el tedax, que constata que «la combate sigue activa». Las minas sembradas por Marruecos en las proximidades del pared, que se extiende a lo holgado de 2.700 kilómetros, han matado, desde que comenzó el conflicto, a unas 2.500 personas.

Imagen principal - Arriba, los alumnos tras finalizar el curso de desminado. Abajo a la izquierda, parte del material que Murria y sus dos compañeros llevaron para impartir el taller. A la derecha, una de las mujeres saharauis durante la formación
Imagen secundaria 1 - Arriba, los alumnos tras finalizar el curso de desminado. Abajo a la izquierda, parte del material que Murria y sus dos compañeros llevaron para impartir el taller. A la derecha, una de las mujeres saharauis durante la formación
Imagen secundaria 2 - Arriba, los alumnos tras finalizar el curso de desminado. Abajo a la izquierda, parte del material que Murria y sus dos compañeros llevaron para impartir el taller. A la derecha, una de las mujeres saharauis durante la formación
Hacia lo alto, los alumnos tras finalizar el curso de desminado. Debajo a la izquierda, parte del material que Murria y sus dos compañeros llevaron para impartir el taller. A la derecha, una de las mujeres saharauis durante la formación
CEDIDAS

«A veces son jóvenes que llevan a los animales a un pozo y las pisan, o las personas que intentan retirarlas, aunque cada vez menos, porque las técnicas y el material son mejores», indica Murria, que denuncia los «recientes ataques con drones, incluso contra civiles que se desplazaban, o que iban con sus rebaños de camellos o cabras. Se están encontrando de todo, minas antipersona y anticarro».

El pared

Enjuagar esos 2.700 kilómetros de pared donde todo está minado es «muy arduo y muy tranquilo. En cambio, colocarlas es muy manejable. Adicionalmente, aunque no suele chispear mucho, cuando lo hace es torrencial y las arrastra. Luego el circunscripción es calizo, y hay sales de calcio y carbonatos. El agua derrite las sales y lo que ocurre es que se hunden aún más. La mina, por peso, si estaba enterrada a 5 o 15 centímetros, en el caso de las anticarro, llega a los 20 o 25 y los detectores de metales ya no la detectan», advierte el pirotécnico.

Murria indica que incluso ha habido ataques con bombas termobáricas, que generan temperaturas muy elevadas. Son incendiarias y consumen todo el oxígeno del circunstancia. Igualmente hay «mucha submunición, procedente de bombas de racimo, que en teoría están prohibidas, aunque se siguen utilizando y que los saharauis se encuentran sobre el circunscripción. Hay toda una variedad importante y eso es peligroso, porque queda esparcido y sin detonar. Moverlo es complicado y, muchas veces, hay que destruirlo ‘in situ’, sin retener en qué condiciones está».

Los saharauis están «más que concienciados» de los riesgos. Durante el curso, tras saltarse la ingreso -«lo tienen ya muy trabajado»–, sí «se quedaron asombrados» con la formación sanitaria y con los «truquillos» de Murria para la destrucción de minas. Igualmente él aprendió unos cuantos de sus alumnos. Suceder finalizado la formación les permitirá postularse para un empleo arduo y peligroso, aunque, para muchos de ellos, es la única forma de obtener de ingresos, «ya que allí trabajo no hay», cuenta el pirotécnico que, una vez retirado, ha podido cumplir un objetivo irresoluto: contribuir al desminado del Sáhara.

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