Más salario para una profesión «que no está pagada»


La primera piedra para contribuir a dignificar una profesión con una mala auge endémica, como es la hostelería, está ya colocada. Patronales y sindicatos, tras arduas negociaciones, han determinado una subida salarial progresiva en los próximos tres abriles, que llegará al 10,1 por ciento en 2026. Una buena notificación que, no obstante, se antoja «positiva, pero insuficiente», según la opinión de quienes cada día, ‘armados’ con bandeja y mandil, ‘batallan’ entre tapas y raciones.

«No puedo estar en contra de un aumento del salario, pero eso no lo es todo. Encima, aquí, al menos, cobramos perfectamente. Pero se echan muchas horas y muchos solo descansan un día o día y medio». Así opina Miguel, trabajador desde hace menos de un año del bar La Gusto, en la céntrica calle Claudio Marcelo. Marcial de profesión, optó por ponerse detrás de la mostrador porque «hay que acreditar las facturas y el firme». Con tres bocas que respaldar, este camarero novel se organiza con su mujer, que igualmente se dedica a la hostelería, «como podemos. Ella sólo está de mañanas. Ahora, en verano, tenemos que tirar de la tribu: los abuelos y los tíos. No queda otra».

La peor cara del sector

Con menos cargas familiares, pero igualmente con problemas para conciliar su vida profesional y personal, Yolanda, trabajadora desde hace seis abriles de Casa Mari Paz, que se enclava en la turística plaza de la Corredera, consideraba que «la subida del sueldo podría ser un poquito veterano, aunque, de todas formas, no compensa. Yo salgo, como exiguo, a la 1.00 horas. Me resulta muy complicado ver a mi pareja, que igualmente se dedica esto; en la medida de lo posible, intentamos que nuestros días de refrigerio coincidan».

Esta verde camarera reconoce que su horario «calcinación harto». Encima, quienes se dedican a la hostelería «no tenemos festivos; cuando llega Navidad o Semana Santa es cuando más trabajo hay. Son jornadas complicadas».

Esta profesional igualmente entró en el mundo de los bares «por obligación, aunque la verdad es que me gusta ser camarera. Tuve que cultivarse con la actos», explica Yolanda, que confiesa que «he pasado por muchas experiencias; no en todos los sitios en los que he estado me han tratado perfectamente: en algunos o no te aseguran en condiciones, o no te pagan lo que marca el convenio; o descansas menos de lo que te corresponde. Pese a todo, me encanta estar de cara al notorio. Aquí llevo ya seis abriles y ya he estado en otros cuatro establecimientos, contando con este». Como cualquier trabajador, esta chica aspira a encontrar mejores condiciones, «y me he planteado varias veces cambiar de profesión, pero, de momento, me silencioso. Las circunstancias mandan».

Los abusos laborales igualmente los ha sufrido en primera persona Lola, empleada en el bar Tendillas, 5. «He tenido muy malas experiencias y trabajado en sitios en los que me he sentido explotada, pero ahora estoy muy perfectamente, con turno seguido rotativo (mañana, tarde o perplejidad), 40 horas semanales. Tengo día y medio de refrigerio y echo siempre mis siete horas, exceptuado caso excepcionales en los que ha sido necesario que eche una mano», señala.

De nuevo, la obligación empujó a esta camarera de 25 abriles a probar suerte en la hostelería. «Me tuve que independizar a los 17 y he hecho un poco de todo: he sido comercial de calle, cocinera, en bares de copas… pero sobre todo me he dedicado a esto, que era un poco el comodín. No tengo estudios, solo el Bachillerato e hice un curso de hostelería con la Cámara de Comercio. Hice las prácticas en un bar y ya fue aferrado en distintos establecimientos». Pese a la parte mala de la profesión, Lola se siente a estética con un trabajo «que es muy dinámico y entretenido. Eso sí, a veces, como pasa cuando tienes que estar de cara al notorio, tienes que tratar con clientes que son unos maleducados. Pero, bueno, se lleva como mejor se puede».

La subida salarial del 10,1% se llevará a punta en los tres abriles de vigencia del convenio, que tendrá carácter retroactivo a 1 de enero de 2024

Desde el punto de aspecto empresarial, el pacto para aumentar el sueldo igualmente se considera «encajado y necesario». Así lo señala Francisco Ríos, uno de los responsables de Capitoné. «Lo veo inductivo. Al trabajador hay que subirle progresivamente el salario y lo suyo sería que se aumentase como el IPC, pero, desgraciadamente, los negocios no van así».

Pese al incremento en la paga, este autónomo tiene claro que «la profesión no va a ser más atractiva. La hostelería es dura, con un horario complicado, y actualmente la clan pesquisa otras ocupaciones en las que poder trabajar de mañana y tener los fines de semana desenvuelto. Eso no se puede hacer en este negocio: dependemos del notorio. Nosotros sí cerramos los domingos, exceptuado en fechas de mucho movimiento».

Sin escuela de hostelería

Ríos lleva el bar con otros dos compañeros y cuatro trabajadores a viaje completa. Todos cuenta con la experiencia de los abriles y, actualmente, «no tenemos a nadie en formación porque prácticamente no la hay. Es muy complicado apañarse a clan verde que se interese. Con la error de la escuela de hostelería tenemos un hueco muy vasto», apunta. Han pasado más de ocho abriles desde que el Concejo de Córdoba liquidara este centro. La nueva dirección de la patronal hostelera en Córdoba ha decididio no tirar la toalla y ya trabaja en la puesta en marcha de un centro formativo, pero de momento solo es un esquema.

Por su parte, Toñi Mora, autónoma que lleva su propia cafetería, Mané, desde hace décadas, igualmente aplaude la medida: «me parece muy perfectamente, porque hay que tener a los trabajadores contentos y que cobren lo que tengan que cobrar». Actualmente, no tiene actualmente ningún asalariado ya que, según apunta, «es complicado. En un negocio se paga mucho para sacar otro sueldo; tiene que ser un establecimiento que venda harto. Los negocios pequeños, entre arrendamiento, luz… lo tenemos más difícil».

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