Sentado a la mesa, a punto de asomar a tomar, cuestiono a Isidoro Álvarez por el origen del topónimo Progo.
Álvarez, natural de Progo y médico de profesión, ha pasado más de media vida en Palma de Mallorca. Pese a ello, es uno de los impulsores, pegado a su hermano Pequeño y al resto de miembros de la comisión de fiestas, de esta tercera xuntanza de vecinos del pueblo
Tras una primera en 2018 y otra el año pasado, ayer juntaron en Progo, de tan pronto como 138 habitantes, a cerca de 300 personas, entre vecinos, emigrantes retornados y familias políticas.
La historia de San Miguel de Progo es la de otros muchas aldeas de Galicia, de lo que ahora se denomina la “España vaciada”.
Entre las décadas de los 60 y los 70, buena parte de sus vecinos emigró, y la mayoría continúa aún hoy viviendo allí de aquí, ya sea porque echaron raíces fuera, por motivos laborales, sentimentales, o una combinación de todos ellos.
De lo que no junto a duda es de que no debe acaecer muchos otros pueblos como Progo, capaces de reunir en un caluroso sábado de agosto a centenares de personas con un único y poderoso ilación en popular: provenir de esta pequeña lugar de Ourense rodeada de castaños.
Entre los presentes no faltaron vecinos ilustres, como los hermanos Manolo y Paco Ferreira. Siquiera la alcaldesa de Riós, Eva Morería, que no se quiso perder una tarde en la que no faltó la comida, ni la música, ni los reencuentros.
Finalmente Isidoro me cuenta, con todo ostentación de detalles, una antigua inscripción romana que explica la toponimia de Progo. Pero yo ya tengo claro que Progo significa… retornar a casa.