Una plantilla policial con muy buen olfato


Iván bromea con su compañera de trabajo. «Lleva la pasión por los animales hasta en el DNI», suelta con desparpajo sobre Tamara Antón porque se apellida como el patrón de los animales.

Tamara e Iván se han criado con perros, lo que les ha traumatizado a la hora de concretar su futuro profesional como agentes de la Mecanismo Canina de la Policía Regional de Toledo. Adjunto a sus mascotas Narco, Jara, Tika y Sierra -tres springer spaniel y un pastor alemán-, forman un agrupación policial con mucho perspicacia. Entre otros cometidos, buscan droga en menores, adolescentes de entre 15 y 16 primaveras que «todavía tienen tiempo para reinsertarse y dejar ese mundo», puntualiza la agente.

Se centran principalmente en entornos escolares y parques, y colaboran con la Mecanismo de Seguridad Escolar (USE) de la Policía Regional. «Ellos son los que trabajan para evitar el menudeo de drogas y el absentismo en los centros escolares de la renta regional», explica su compañero, «y nosotros los apoyamos con los perros porque su perspicacia es infalible y llega donde los policías no llegamos».

Los cuatro canes lo llevan en la crimen. «Son perros que genéticamente están predispuestos para el trabajo porque sus padres, madres… ya lo han hecho ayer», explica el agente. Una genética que ayuda en su formación, aunque no lo es todo. Sus guías tienen todavía que desarrollar una larga tarea con ellos. «Desde que son cachorros y hasta los doce meses, tenemos que trabajar la socialización; el vínculo guía-perro es muy importante. Y, una vez que son maduros, se les adiestra en la detección de drogas, en personas e interior de vehículos».

Creación de la Mecanismo Canina

El Concejo de Toledo formalizó esta Mecanismo Canina en marzo. Hasta entonces, «solo nos habíamos dedicado a ello en nuestro tiempo exento, pero este trabajo requiere de una dedicación monopolio», explica Tamara. «En el año 2016 conseguimos trabajar con ellos, pero sin dedicarlos el tiempo que necesitaban. Solo en nuestro tiempo exento, entre aviso y aviso, veníamos y sacábamos al perro, y pudimos demostrar que, sin dedicación monopolio, llegamos a 200 aprehensiones de droga. Nuestro trabajo con los perros en la calle era más que necesario», justifica.

Sin confiscación, la presencia canina no se afianzó en las calles y Tika, la perra de Iván, cayó enferma. «Estos perros de trabajo tienen muchas peculiaridades y necesitan un mantenimiento físico y psicológico. Son perros con una energía muy adhesión, hiperactivos, y no es suficiente con sacarlos dos veces al día y luego tenerlos encerrados en casa. Como no se creó la pelotón, mi perra tuvo una enfermedad por equivocación de trabajo y me vi obligado a cederla a una empresa de seguridad para que le dedicarán el tiempo y la utilidad que necesitaba», relata el agente.

Narco, el fogueado del agrupación, todavía fue requerido por una empresa, pero su dueña y rumbo no pudo «deshacerse» de él. «Fui muy egoísta», reconoce Tamara. Pero seguro que «este trabajador innato» de 12 primaveras, que está a punto de jubilarse, seguirá dando aún muchas alegrías.

Mucho consumo de drogas

En los cinco meses que lleva en funcionamiento exclusivo esta patrulla canina, vienen teniendo una media mensual de 30 aprehensiones de drogas, encima de varias colaboraciones con la Policía Doméstico.

Unas cifras preocupantes que demuestran una dura verdad: «Consume [droga] muchísima muchedumbre bisoño; nos da mucha pena, porque cada certificación que levantamos es un drama conocido», describe Iván. «Intentamos ser muy cercanos y murmurar con ellos y, al final, siempre sale el drama que hay detrás de cada adolescente: problemas de bullying, problemas en casa…. Es muy triste, pero para ellos las drogas es su vía de despreocupación», sentencia.

Un servicio con el que todavía se contribuye a educar a los jóvenes, ya que las sanciones pueden ser sustituidas por cursos de desintoxicación que les aleje definitivamente de las drogas. Por otra parte, se informa a los padres, ya que pueden desconocer las adicciones de sus hijos.

Pero no todo son dramas. Asimismo reconocen haberse llevado algún que otro buen sabor de boca. «Desde el año 2015 que empezamos a hacer alguna intervención puntual, esos adolescentes ya son adultos y nos dicen que, ‘como me pillasteis un par de veces al final, lo dejé’; y ésta es la satisfacción que nos llevamos, aunque sean un par de casos», cuenta la policía con una sonrisa en la cara.

Las familias todavía les agradecen su presencia en los parques. «Están con niños pequeños, les llega el olor a porro y, cuando nos ven aparecer con el perro, [los chavales] salen corriendo». Lo mismo ocurre con los vecinos que tienen constancia de que algún de su liga de pisos se dedica al menudeo. «Es un problema que crea mucha inseguridad y no quieren que sus hijos bajen y vean como ‘el del bajo’ está pasando droga». Por eso, insiste la agente, es muy importante la colaboración ciudadana y que todas aquellas personas que tengan conocimiento de estas actividades lo comuniquen de forma anónima a través del correo electrónico unidadcanina@toledo.es.

De momento, Narco, Jara, Tika, Sierra y sus guías ya están de envés de holganza luego de acontecer disfrutado, unos en la playa y otros en el pantano. Regresan con las pilas cargadas y con su perspicacia preparado para ayudar a aprestar delitos y mejorar la seguridad en la ciudad.

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