En la era de la IA aún hay 4.000 ourensanos que no leen ni escriben



Hay Más de 4.000 orensanos que nunca supieron escribir su nombre, enviar una postal a casa desde la emigración, leer un cuento a tus hijos o deletrear el DNI. Carmen trabajó como limpiadora en un hospital de Suiza durante 40 años. Hizo las maletas para mudarse a otro país con 21 años y se adaptó a otro idioma. Pero ella no aprendió a leer ni a escribir. Su marido, que sí estudiaba, le enseñó algo. Nunca manejó la economía familiar porque no entendía los trámites.. Al quedar viuda, dio el paso de decirle a su hijo que tal vez sería bueno buscar una academia. Ahora comparte clase con Hakima, una española de origen marroquí: “Mis padres tenían ocho hijos y no me podían dejar ir al colegio”. A sus 43 años, la más joven del aula, empieza a leer y escribir. Son dos de las historias de vida del nivel uno de la EPAPU de Ourense, el centro público de educación permanente de personas adultas, más conocido como Ingabad. En las aulas de alfabetización, que son muy pequeñas -hay 12 alumnos-, el mantra que se repite es siempre el mismo: “Nunca es demasiado tarde”.

Suena el timbre y Carmen, la profesora, ya ha puesto los deberes sobre la mesa. Son dibujos de teléfonos, cartas y ordenadores. Deben identificar cada uno de los objetos que se utilizan para comunicarse, algo tan básico que es casi imposible hacerlo sin conocimientos de lectura o escritura.

¿Cómo es trabajar con estos estudiantes? “Muy complicado, pero a la vez muy gratificante. Cuando logran tapar un papel, leer una etiqueta o mirar sus citas médicas en el celular, es muy importante para ellos”, dice Carmen, la docente.

El aprendizaje les da vida

La otra Carmen, una estudiante, se desahoga. “Ahora soy viuda y Para mi esto es como una muy buena terapia.. Me hace salir de casa, vestirme y arreglarme. De lo contrario, tal vez la mitad del tiempo me quedaría en casa”. Ella es la segunda de once hermanos. “Qué quieres que te diga, debo haber ido a la escuela 10 veces contadas. Había que hacer cosas en casa. Pero nunca es tarde”.

Conchi es la veterana de las aulas. Aunque es cordobesa, vive en Ourense desde hace 64 años. Aquí se enamoró, se casó y tuvo sus hijas. “Vengo aquí porque cuando era niño no podía ir a la escuela”. Esa frase engloba al perfil mayoritario que cursa el nivel uno de la EPAPU: mujeres mayores que no tuvieron la oportunidad de estudiar cuando eran niñas. Según un informe de la Fundación BBVA, A principios del siglo XX el 76% de la población de Ourense era analfabeta. Pero si nos centramos sólo en la población femenina, queda claro que El 90% de las mujeres de la provincia no tenían educación.. La tasa de alfabetización evolucionó de tal manera que hoy apenas El 1% de la población se considera analfabeta.. La gran mayoría tiene más de 60 años.

Al igual que Conchi y Carmen, muchas de las usuarias de la EPAPU son viudas. Entonces, más allá de aprender, lo que quieren es no estar solos. “Venimos, hablamos con la gente…”, dicen. Ana, la directora del centro, destaca que estas clases “cumplen una función social”.

Otros casos

Hakima, que supera la estadística de edad (sólo tiene 43 años), accede a contar su historia. Aunque ella prefiere no ser fotografiada. El analfabetismo no está exento de tabúes. Hay estudiantes que no tienen ganas de explicar en el periódico que no saben leer ni escribir. “Cuando llegué a España en 2006 quise cumplir ese sueño que tenía de leer y escribir. Ahora puedo leer todo en español. Hablo árabe, pero nunca pude aprenderlo.. Este es mi país y soy muy feliz aquí”, dice Hakima.

El nivel uno es el objetivo final para muchos usuarios, pero para otros es sólo el comienzo de un aprendizaje lento para el que nunca es tarde, ya que estos alumnos repiten. Para algunos, el siguiente paso está al otro lado de la puerta. En la clase de Toño, nivel dos en el que también hay 12 alumnos. Estos fortalecen sus conocimientos de lectura y escritura. La mayoría tiene el objetivo del graduado de la escuela, casi imprescindible para encontrar trabajo. Pero también hay jubilados que quieren ocupar las horas del día aprendiendo lo que no pudieron cuando eran niños. “Aquí encuentran motivación, es gratificante porque vienen con ganas de aprender y eso me maravilla. Quieren mantener la mente ocupada, de forma positiva”, explica Toño cuando llegan sus alumnos.

Es cierto que hay horarios, pero Esta enseñanza es muy flexible.. Algunos esparcen el café en la entrada y llegan más tarde, otros no vuelven en un tiempo. También hay quienes se dan por vencidos. Ellos van y vienen. Pero las hay fijas: Amancio es el primero en cruzar la puerta del aula del nivel dos. El aparece. “Amancio, pero ni Ortega ni el otro, eso me gustaría”, bromea. Advierte que su historia es “un poco” larga. Dejó la escuela a los 14 años. “De esos te mandaron al 12 de octubre a hacer un FP. Fui por un año y ya me perdí. Ahora quería, y nunca es tarde, al menos haberme graduado”. Dice que tiene una “pequeña” posibilidad de trabajar como jardinero. Ese es su objetivo.

Amancio comparte escritorio con Cristina, quien lleva varios años en la EPAPU. “Estoy recordando lo que ella había olvidado cuando era pequeña”, dice esta venezolana de 41 años. Su objetivo es el mismo que el de Amancio: graduarse para tener búsqueda de empleo más fácil.

Abandono de escuela

Según datos del Instituto Gallego de Estadística, El 13% de los orenses abandonó prematuramente los estudios. Es decir, hay más de 35.000 personas que no superaron el nivel de Primaria en Ourense. Es el caso de Emilio, que fue a otra escuela: la de la hostelería, a la que se dedicó durante 50 años. No ha faltado ni una sola tarde desde hace siete años, más o menos cuando se jubiló. “En el pueblo dejabas la escuela a los 14 años, como máximo te graduabas. Mi objetivo ahora es ocupar las horas del día y mejorar”. Hay cerca de cincuenta estudiantes matriculados en la provincia en el nivel uno y dos, según las últimas estimaciones del Departamento de Educación.

“No es lo mismo enseñar a un niño que a un adulto, pero tienen mucha paciencia con nosotros”, afirma Carmen antes de darse a la tarea de identificar el teléfono, la carta y el ordenador con el que nunca tuvo la oportunidad de comunicarse. Hasta ahora.

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