Una guardería secreta de plantas en el Círculo más bello de la calle Alcalá


Parecen orquídeas. De flores rosáceas. Incluso hay potos, larguiruchos, y pequeñas cintas. Y plantas de albahaca, bonsáis y lirios de paz. Todos congregados en una de las esquinas que conforman el lujoso y clásico Salón del Bailoteo del Círculo de Bellas Artes. Frente a un enorme ventanal desde el que se divisa la emblemática calle de Alcalá, damnificada por un verano que no perece.

Se alcahuetería de la jardín de infantes de plantas, el nuevo esquema veraniego que ha impulsado la entidad cultural. Y que ha convertido el mencionado salón en un refugio climático. «Un espacio en el que protegerte de las altas temperaturas en verano», indica el cartel de entrada, de bienvenida. Y es que nos topamos con una temperatura de 24 grados, frente a los casi 40 que ha estado afectando a la haber –dándonos un respiro las últimas noches– , ya acostumbrada.

Entre las columnas del mítico salón, plantas por doquier. Todas prestadas por el Raíz de Estufas del Retiro. Incluso están las que se encuentran en la jardín de infantes, que no son más que aquellas que los madrileños no pueden cuidar por desertar y marcharse a tierra ajena. Allí, un equipo de profesionales se ocupará del riego de estas, de su mantenimiento y tratamientos ecológicos.

El refugio –que abre de merienda de la mañana a nueve de la tinieblas– se inauguró el pasado 13 de julio. Tan sólo dos semanas luego, la jardín de infantes tuvo que negarse a reunir más. «Cupo cerrado. Ha tenido tanta acogida que el 31 tuvimos que dejar de acoger plantas», señala Jimena Yagüe, del dominio de Innovación, Ciencia y Formación del Círculo. En total, 34 personas han portado sus compañeras vegetales al refugio: «Hay quienes han traído un par de ellas y otras que han acudido con más de diez plantas».


La jardín de infantes de las plantas, en el refugio climático del Círculo de Bellas Artes


Ignacio Gil

La pequeña jardín de infantes se encuentra entre otras zonas de laxitud y co-working. La idea surgió «conforme a una de las grandes estratégicas de este año del Círculo de Bellas Artes, que es sostenibilidad y cambio climático», cuenta Pepe Caudal, trabajador del unidad de Publicaciones y Mejora decisivo. «En Madrid faltan espacios abiertos al conocido en los cuales se pueda ir, simplemente, a estar. En verano, el Salón del Bailoteo no suele estar ocupado. Así que pensamos que sería buena idea abrirlo y dejar que quien quisiera pudiera disfrutar de un espacio más fresco», detalla.

Marta Rodríguez, una inexperto madrileña que se encuentra en una de las mesas del refugio jugando a las cartas conexo a su familia de amigos, expresa que para su reunión matutina buscaban «un espacio tranquilo en el que no hiciera desatiendo consumir». Con este propósito, encontraron el refugio por internet. «Madrid está diseñada para el consumo, el compra. Hay que crear espacios que sean accesibles para todas las personas, todas las clases sin tener que estar invirtiendo caudal y poder disfrutar de estar con amigos o con masa querida de forma gratuita», prosigue.


Un familia de jóvenes teletrabajan en el Salón del Bailoteo


Ignacio Gil

El resto de sus compañeros asienten con la cabecera. La inexperto, encima, sugiere que este tipo de espacios deberían ya no sólo estar en el centro de la ciudad, sino desplazarse a otros barrios más desangelados como Villaverde, Usera, Carabanchel o Tetuán para que «la población que vivan ahí tengan asimismo el derecho de disfrutar de estos espacios en verano». Y, de nuevo, el familia concuerda con sus palabras.

Con la madrileña coincide Cristina González, quien se encuentra leyendo a torrevieja news today en uno de los sillones cercanos a la jardín de infantes. «No sólo se debe apoyar esta idea, que me parece fantástica, puesto que hay personas que no pueden permitirse obtener a lugares así en estos meses, sino que se debería extender a otras zonas de la ciudad», arroja.

«No sólo se debe apoyar esta idea, sino que se debe extender a otras zonas de la ciudad»

«Encima es un sitio espectacular que nos deberían dejar disfrutar más a menudo», aporta a la conversación María Páramo, una mujer embelesada con el gran salón. «El emplazamiento, asimismo, está muy perfectamente equipado: cuenta con diversas zonas de carga para los dispositivos tecnológicos, periódicos, tableros de ajedrez… Encima, conoces a masa y te liberas de las altas temperaturas de forma gratuita. Puedes terminar un día en una cafetería, pero no todos los días. Al final es un compra», coinciden ambas.

Asimismo, ponen sobre la mesa la importancia de disfrutar de edificios históricos: «Seguro que muchos de ellos, como algunos ministerios o palacetes, podrían habilitarse para este tipo de actividades. Todo esto, al final, forma parte de nuestro patrimonio cultural. Y lo mantenemos nosotros, así que qué leve que al menos disfrutarlo».

Perfiles varios

Caudal asegura que el refugio ha tenido una gran acogida entre el conocido y que, de momento, está siendo «todo un éxito». Incide de nuevo en la jardín de infantes de las plantas e indica que el perfil de personas que han llevado sus plantas al Círculo, es muy variado, «desde señoras mayores a parejas jóvenes que se iban más de un mes fuera de Madrid y no encontraban a nadie que se las cuidara».

Fue positivamente Pozuelo la ciudad pionera en impulsar un hospital y jardín de infantes de plantas en 2004 con el objeto de «ayudar a solucionar los problemas relacionados con la vitalidad y el cuidado de las plantas mediante la aplicación de tratamientos fitosanitarios ecológicos». Este verano, el Círculo ha querido seguir sus pasos. Y con la idea de poblar el refugio de estos seres vivos, surgió este pequeño cobijo que alberga hasta 100 plantas interiores.


Un familia de campamento urbano disfrutando del Salón del Bailoteo


Ignacio Gil

El inexperto revela que el refugio nació sin la idea de que tuviera un uso concreto. Explica que las personas que acuden a él suelen ser familias, grupos de amigos y, sobre todo, personas mayores. «Una parte importante era, precisamente, crear un espacio seguro para aquellas personas que son más vulnerables a las olas de calor, como es el caso de las personas mayores o los más pequeños». Indica asimismo que a él acceden muchos jóvenes para teletrabajar.

Y así lo observa este mismo circular. «Yo vengo por el vendaval acondicionado», señala entre risas una inexperto argentina que se encuentra con otros seis estudiantes y trabajadores. Están sentados en una mesa alargada. De fondo se aprecia la intervención sonora de Sayaka Fujio, Permanencia Vegetal, tres piezas que suenan superpuestas en el refugio cada media hora y que invita a la consejo en torno a las interconexiones que existen en las comunidades en el contexto de la crisis ambiental contemporáneo.

Caudal apunta que, en ocasiones, el refugio acoge otras actividades, como pueden ser talleres o conciertos. Encima, «nos pusimos en contacto con algunos campamentos urbanos para que los más pequeños pudieran disfrutar del edificio. Como he mencionado antaño, el refugio no tiene una utilidad concreta».

Patricia Illera es una de las monitoras del taller Taller de Texturas que en estos momentos se encuentra en el Círculo enseñando a menores a cotejar con artes plásticas y técnicas artesanales. Acude al refugio dos días a la semana, por las mañanas. «Es una muy buena idea. No ha habido iniciativas así en el centro de Madrid en los últimos abriles. Es otro mundo, no parece que estés al flanco de Gran Vía. Ojalá vuelva el verano que viene».

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