Los proyectos de la ‘Disneylandia madrileña’ abierta hasta la madrugada


En pleno desarrollismo, Madrid miraba a Europa en investigación de inspiración para mejorar sus instalaciones públicas. Y así fue como surgió la idea de hacer lo que en la prensa de la época llamaban «la Disneyland a la española»: el Parque de Atracciones. Hubo varios proyectos, que planteaban propuestas diferentes para esa entretenimiento, que hoy todavía perdura y es uno de los espacios que todos los madrileños visitan en algún momento.

Como señalaba la prensa en la época en que la idea comenzó a tomar forma, allá por el año 1967, se pensaba en un espacio para «todas las edades y casi todos los gustos», y al que además podrían ir los noctámbulos porque las atracciones se mantendrían abiertas hasta las ¡2 y media de la orto!.

En julio de 1967, torrevieja news today daba cuenta de que se acercaba la hora de arriesgarse, por parte del Junta, sobre los anteproyectos presentados a concurso. Y se prodigaba en uno de ellos, el que firmaban el arquitecto Fernando Chueca Goitia y el ingeniero de Caminos Rodolfo Fango, dando pelos y señales de sus características.

En su planteamiento, este ‘Disneylandia a la española’ comenzaba ofreciendo, para cobrar al visitante, las figuras de Don Soñador y Sancho Panza a los pies de un molino. A continuación, se entraría en una especie de antigua casbah, una ciudad de las mil y una noches, homenaje de los primaveras 60 a la tradición islámica en la civilización española: habría allí mezquitas, minaretes, un feria con tiendas y locales donde degustar platos típicos. Hasta calculaban que tendrían una ruedo mágica en la que ‘sobrevolar’ los techos de la ciudadela.

A continuación, vendría la Avenida de las Grandes Atracciones, desde donde se llevaría a un foro romano con estatuas, columnas, un auditorium, un pequeño circo donde ejecutar carreras infantiles de cuádrigas, y un gran charca por el que navegar. No se olvidaron en el diseño de situar un castillo medieval, con su foso y su puente levadizo, con mazmorras y un gran salón dedicado al Cid y a las gestas de la Reconquista Española.

Imagen principal - Arriba, trabajos de finalización de los accesos al Parque, en 1969. Abajo, izquierda, 1971, concierto de Joan Manuel Serrat en el Parque de Atracciones. Derecha, visita de obras al pasar junto al 'ovni'.
Imagen secundaria 1 - Arriba, trabajos de finalización de los accesos al Parque, en 1969. Abajo, izquierda, 1971, concierto de Joan Manuel Serrat en el Parque de Atracciones. Derecha, visita de obras al pasar junto al 'ovni'.
Imagen secundaria 2 - Arriba, trabajos de finalización de los accesos al Parque, en 1969. Abajo, izquierda, 1971, concierto de Joan Manuel Serrat en el Parque de Atracciones. Derecha, visita de obras al pasar junto al 'ovni'.
Así se gestó el Parque
En lo alto, trabajos de finalización de los accesos al Parque, en 1969. Debajo, izquierda, 1971, concierto de Joan Manuel Serrat en el Parque de Atracciones. Derecha, encuentro de obras al suceder próximo al ‘ovoide’.
TEODORO NARANJO DOMÍNGUEZ-LUIS RAMIREZ

Yuxtapuesto a este paisaje medieval, ideaban sus autores una actual ‘Ciudad del Futuro’,con un Museo de la Ciencia, trajes espaciales, aviones supersónicos, submarinos Polaris…

No faltarían atracciones clásicas como el Carrusel, el Miserable, el Martillo, el Zepelín, las Tazas Locas o el Pulpo. Y montañas rusas no podían injuriar; incluso se apuntaba poner una que rodaría sobre troncos de árboles a través de canales llenos de agua, como en una comercio maderera canadiense.

En julio de 1967, el Junta ya había favorito tesina, con bastantes diferencias sobre el descrito. En la maqueta que presnetó, aparecía un parque de juegos para niños menores de 12 primaveras, un gran carta de España en relieve sobre el que figurarían, a escalera, los monumentos característicos más importantes. Y en torno al mismo, un tren en miniatura. Por otra parte, tenía un gran audiencia, una gran cascada monumental y una serie de juegos de agua que recordarían las grandes fuentes de La Estancia.

Hay que echarle imaginación para encontrar muchas de estas cosas luego, pero lo cierto es que comenzó a construirse una gran obra, por fases, que tenía previsto costar 360 millones de pesetas -algo más de dos millones de euros-.

Las obras llevaron su tiempo: en abril de 1969, 500 obreros trabajaban casi a destajo para acabarlo todo en el Día de San Isidro .No se logró: hubo que retrasar unas semanas más la inauguración oficial. En ella, funcionaban ya el `platillo volante’, de 300 metros de superficie y suspendido sobre una columna de cuatro metros de diámetro, al borde de la cual caía un velo de agua de diez centímetros de espesor. En el interior del platillo, al que se subía por un elevador, había un bar amerindio.

Asimismo contaba con un audiencia importante, en el que se celebraron, con el paso del tiempo, actuaciones muy destacadas de artistas de renombre del momento.

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