Luis Peñalver Alhambra: Espuma amarilla


Los ríos han jugado un papel fundamental en el comienzo y el ampliación de la civilización. Los pueblos paleolíticos recorrieron sus cursos siguiendo a los animales que cazaban, y las primeras comunidades sedentarias se establecieron en sus valles fértiles, donde encontraron fuentes permanentes de agua potable y alimento. Las grandes civilizaciones crecieron y evolucionaron en torno a los grandes ríos, que les proporcionaban un medio de comunicación y una fuente de energía y de irrigación para sus cultivos. No es de maravillar que las corrientes fluviales llegaran a simbolizar el flujo de la existencia de todos los seres, y que fueran veneradas como divinidades. Para los antiguos griegos, por ejemplo, los ríos se consideraban hijos del dios Océano y padres de las ninfas.

Hago estas reflexiones al asomarme desde la carretera del Valle a nuestro querido, maltratado río Tajo. Hace ya mucho tiempo que no se miran en sus aguas las ninfas a las que cantaba Garcilaso. Lo que antiguamente era un ser divino, hogaño es una sumidero. El río Tajo, al que la ciudad de Toledo le debe todo lo que es, se muere sin que nadie lo remedie. Casi nada sin caudal (el caudal efectivo que tiene se mide fácilmente por el agua que corre por el azud roto ¿hasta cuándo? de la presa de Santa Ana), gracias al trasvase Tajo-Segura y a la contaminación que nos llega del Jarama y del Henares, el histórico río ha devenido en lo que es ahora, una alcantarilla a firmamento descubierto. Aunque era todavía muy chaval, me acuerdo de aquellos baños en la playa fluvial de Safont, o del Río Pequeño, y de aquellos gangos o chiringuitos donde se podía ir a merendar con la clan. Hasta que el 19 de junio de 1972, el Dirigente Civil de Toledo prohibió el baño en el río Tajo por el parada nivel de contaminación que llevaban sus aguas. Ya adolescente, rememoración aquel tema con el que especie May soliviantaba a los jóvenes toledanos: «Río Tajo, tu caudal / viene desaseado, huele mal. / No te debe avecinar, / te puedes contaminar…» Desde entonces el estado de nuestro río no ha hecho más que empeorar. Los parques que bañan sus orillas, como el propio parque de Safont o el malogrado parque de los Polvorines, frente a la Taller de Armas (presente campus de la UCLM), se hayan en un completo estado de renuncia, como si quisieran solidarizarse de esta modo con el desdichado Tajo a su paso por Toledo.


La playa de Safont en una postal de los abriles 60

¿Se encuentra entre las prioridades de nuestros representantes políticos trastornar en medidas de saneamiento que aseguren el flujo suficiente y libre del caudal del río Tajo? Desgraciadamente, el crédito, o la credibilidad, de estos dirigentes se ha rendido, como nuestra paciencia, porque separado de buenas palabras, no han hecho nadie por remediar esta situación. Ausencia. ¿Cuántas veces nos ha prometido el presente presidente de Castilla-La Mancha, antiguamente corregidor de Toledo, Emiliano García-Page, que si lo votábamos a él volveríamos a bañarnos en el Tajo? Posteriormente de todo, como cierto dijo, timonear es hacer creer. ¿Qué están haciendo para afrontar este llano problema medioambiental el gobierno central, el autonómico y la Confederación Hidrográfica del Tajo (que en 2001 contaba con 750 empleados)? Y lo peor de todo: se percibe cierta sofocación o cierto hartazgo entre los toledanos que siempre estuvieron sensibilizados con la suerte de su río, como si les fastidiara platicar de un tema tan manido.

El referencia emitido por la Cátedra del Tajo UCLM-Soliss y las sentencias del Tribunal Supremo ratifican lo que es una evidencia para nuestros fanales: no existen aguas excedentarias en el Tajo. Y los toledanos seguimos preguntándonos si es inútil arruinar con los vertidos de basuras, aguas fecales y residuos químicos que están matando las aguas de nuestro río. Si se revitalizó el caudaloso Támesis, que en 1957 se había concreto biológicamente muerto y ahora nadan en sus aguas 125 especies de peces; si se limpió el poderoso Rin, donde se invirtieron quince mil millones de euros para depurar hasta el 95% de sus aguas residuales; o si, gracias la tolerancia de las compuertas, se recuperaron las aguas y el ecosistema del modesto Manzanares, ¿no se puede hacer lo propio con el río Tajo?


Caudal efectivo del río Tajo a su paso por el azud roto de la presa de Santa Ana

¿Atenderán esta necesidad esos políticos que antiguamente de que nos demos cuenta nos volverán a pedir el voto? ¿Suerte la única prioridad para ellos, su única necesidad o penuria, sea surtir el control de los mecanismos de poder, ajenos como están a los problemas reales de la gentío? Volviendo al rico simbolismo del río, rememoración suceder enterado en una novelística de Milan Kundera cómo uno de los personajes comparaba la vida humana con la corriente de un río: lo auténtico, lo efectivamente importante, ocurre en sus profundidades. La política es la espuma amarilla que se forma en la superficie del río. Pero no conviene difundir. Nosotros queremos creer, necesitamos creer que existen todavía políticos con inclinación de servicio conocido que son sensibles a la incalculable riqueza ambiental que alberga nuestro río como hábitat de una gran variedad de formas de vida. Permítasenos este acto de fe, aunque confiemos más en iniciativas ciudadanas como la Plataforma de Toledo en Defensa del Tajo, nacida para sensibilizar y movilizar a la opinión pública sobre la penuria de proteger el río Tajo como patrimonio de las generaciones futuras.

SOBRE EL AUTOR

Luis Peñalver alhambra

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid

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