La investigación continúa acerca del crimen de Mateo, el párvulo de 11 abriles de Mocejón, Toledo. En un principio, el atacante parecía poseer entrado al polideportivo empuñando un objeto punzante sin un objetivo claro. Algunos de los vecinos incluso decían que simplemente atacó al más pequeño porque se quedó rezagado, pero que no le importaba verdaderamente el quién, el cómo o el dónde.
Últimas informaciones hacen creer que tal vez el ataque no fuese tan imprevisible y que puede que el autor del crimen tuviese un problema con alguno de los menores que jugaban al fútbol en el perímetro en ese momento. Sin secuestro, Mateo fue el que tendría la mala suerte de quedarse a espaldas, convirtiéndose así en su víctima.
Esta teoría se refuerza con los titulares que cuentan que este novato trató de atacar, de hecho, en el día de ayer, a uno de los niños que persiguió en el polideportivo el domingo, día en que se dieron los hechos.
¿Qué dice el yayo de uno de los niños?
El pueblo está confundido frente a estas últimas novedades. Sin secuestro, Espejo Divulgado cuenta con un refrendo que podría ser de utilidad para esclarecer lo que ocurrió. Se proxenetismo de Martín, yayo de Diego, un amigo de Mateo que jugaba con él en el momento del homicidio.
Martín cuenta que recibió una citación de su hija, matriz del párvulo. “Me dijo: papa, que no puedo departir contigo que estoy con la Destacamento Civil” cuenta, acto seguido, se cortó la citación. Su primer pensamiento fue que se habría conocido envuelta en un montaña de tráfico. Pero ese pensamiento se desvaneció al acoger una segunda citación de su hija al rato: “me dijo que habían matado a Mateo, al amigo de Diego”. Así recibía Martín esta información, que luego completaría con la traducción de su nieto, que le contaba de primera mano que “primero fue a por él (Diego), pero este es un balín y enganchó a Mateo, pero iba a por él primero”.
Según este relato, el atacante querría apuñalar a su nieto en primer extensión, pero el pequeño Mateo tropezó y no logró escapar. Ahora confiesa el yayo, con lágrimas en los fanales, que sufren una gran conmoción y que, probablemente, necesiten ayuda psicológica.
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