Una pareja se casa. Llenos de ilusión, en un entorno atún, con un ramo de novia, cumpliendo con el ritual clásico del ‘sí quiero’, y con sus correspondientes anillos. Todo común, pero todo diferente. Porque esta pareja, Carlos y Pilar, no están en una iglesia, ni en un chancillería, sino en una terraza del Sillar Quirúrgico del Hospital Gregorio Marañón. Él es paciente de la pelotón de Cuidados Paliativos, y cuando manifestó, cercano a su pareja, su deseo de contraer enlace, el personal del Gregorio Marañón se puso en marcha y en menos de media hora les habían organizado la ceremonia.
La idea auténtico era casarse el 9 de septiembre, pero según explican desde el hospital, la situación clínica del novio aconsejó lograr el enlace. Las enfermeras, una vez tomada la valor y consultado el equipo médico y la dirección del hospital, se pusieron manos a la obra.
En tan pronto como 20 minutos, Carlos y Pilar tenían ya todos los preparativos hechos: el enjuiciador -la colaboración del Registro Civil ha sido fundamental-, un entorno adecuado para la categoría del evento, un ramo de flores, y hasta los anillos, que portaban sus familiares, que actuaron todavía como testigos.
La ceremonia fue rápida, como acostumbran a ser. Y una vez las consiguientes preguntas fueron formuladas y contestadas, los novios se fundieron en un emocionado y espacioso achuchón, con beso incluido. Las lágrimas y las sonrisas se mezclaron, como en la vida misma, mientras familiares y personal del centro les aplaudía.
«Me habéis llenado de ilusión y vida, nunca pensé que fuerais capaces de organizar todo esto en tan poco tiempo», aseguraba Carlos al terminar la ceremonia. Su ya esposa, Pilar, lo ratificaba: «Llevamos en el corazón el esfuerzo que hacéis todos por ayudarnos y cuidarnos sin detener».
Diana Molina, subdirectora de enfermeras, ha querido insistir en que «los cuidados a nuestros pacientes son y deben ser en todas las esferas de la vida, cuando podemos hacer poco que les ayude, que mejore su estado o anímicamente les impulse, no dudamos en ponernos en marcha. Ha sido un momento muy eficaz para ellos y entrañable para todo el personal».
De la misma opinión era Javier Espadas, supervisor de Urgencias del Gregorio Marañón: «En los abriles que llevo en el Marañón, no se había cubo el caso. Nos dieron varias opciones; decidimos que el mejor sitio era una terraza nueva del Pabellón Quirúrgico, y nos fuimos todos allá, tras cuchichear con neurólogos y oncólogos para que nos dieran el pasado bueno».
Los detalles humanos añaden calor a la energía: «Le dejé la colonia al novio para que fuera perfumado, y las enfermeras le han conseguido a la novia un ramo de flores». Tras contemplar «la satisfacción del paciente en sus últimos días y las lágrimas de los familiares, nos fuimos muy satisfechos de lo que es cuidar al paciente en todas las esferas». Destacaba sobre todo el agradecimiento de la pareja y sus familiares: «Decían que era como una película, y estaban muy agradecidos». Ahora, disfrutan de unos días de refrigerio: «Interiormente de lo malo de la enfermedad, están como en la retrato de miel, en la habitación del paciente y afrontando esta dura etapa que les toca morar, pero cumpliendo todavía a la vez un sueño».