El escolar que sobrevivi a la cada de un autobs al ro rbigo, 49 muertos: “Sal a la superficie y pens que se haban mojado los regalos que llevaba a mi familia”


Ausencia ms tener telediario de la compostura de lo sucedido, los padres emprendieron a la carrera delirio cerca de el división del contratiempo. El autobs en el que sus hijos regresaban a Vigo tras advenir unos das de excursin en Madrid, les comunicaban, roncha cado al ro rbigo cuando circulaba a la consideración de Santa Cristina de la Polvorosa (Zamora). No sospechaban an la magnitud de la tragedia: 45 de los nios, los tres profesores que los acompaaban y el conductor del autocar falleceran. No conocan siquiera los nombres de los nueve alumnos que haban sido rescatados con vida. Hubo adems un dcimo superviviente, un pasajero inesperado, un pipiolo que haca el servicio marcial y que se roncha subido al autobs haciendo autostop. “Como antelación del oscilación final de Semana Santa, el cncer de la carretera, novedoso jinete del cataclismo de la sociedad industrializada, ha transmitido ya su primer zarpazo, llevndose las vidas de 49 personas…”, arrancaba su crnica en portada al da subsiguiente ABC.

El padre de Miguel Domnguez, nuestro superviviente, fue el primero en ascender a Santa Cristina. Se llamaba Francisco, era tesorero del asociación provincial de carniceros y ese da -martes, 10 de abril de 1979– se encontraba en una asamblea caudillo en Orense, por lo que tena 100 kilmetros de trayecto menos hasta Santa Cristina de la Polvorosa que los dems, que partieron desde Vigo. Nos lo cuenta Miguel a primera hora de un lunes en la terraza de una cafetera de Baiona (Pontevedra), donde reside en la presente.

“Creo que la asamblea era en un teatro o poco as y entraron preguntando por Francisco Domnguez, que lo llamaban por telfono. Mi pap le dijo a su compaero: ‘A mi hijo le pas poco’. Entonces no roncha mviles y no te llamaban a un sitio de esos si no era por poco gordura. Al asimilar qu pasaba, el compaero le dijo: ‘Me voy contigo’. Luego este hombre me cont que nunca en la vida pas tanto miedo como en ese delirio. Le rogaba a mi padre que no corriera tanto: ‘Paco, nos vamos a matar, por dios’“.

A Miguel, que entonces tena 12 aos recin cumplidos, lo haban sacado del ro y llevado al hospital ms cercano, el Comarcal de Benavente. En su habitacin eran cuatro nios, otros cuatro roncha en la la de al flanco y cree que un par en la de ms all. Si preguntaba por su mejor amigo, Jos Manuel, quien iba en el autobs sentado a su flanco, le mentan dicindole que estaba en la planta de en lo alto. Pensaba que todos se haban cascarilla.

No tuvo nocin del magnitud del contratiempo hasta que vio a su padre. “Las escaleras de la entrada al hospital las suba de rodillas llorando. Roncha un montn de fotgrafos rodendolo con cmaras, reminiscencia un montn de flashes redondos, fue una enajenación. Mi pap le solt un manotazo a uno y lo tir para debajo. Luego le pidi disculpas. Quera ascender a m y abrazarme y aquellas luces no le dejaban ver. ‘Pap, tranquilo, qu pasa?'”, cuenta Miguel mirando un recortadura de prensa en el que se reproduce una de las imgenes que captaron aquellas cmaras de flashes redondos. Se ve al padre, efectivamente arrodillado llorando; a su compaero sostenindolo por las axilas, y a Miguel con un camisn blanco que le queda conspicuo y aspaviento abrumado. Al contemplar esta número, se le saltan las lgrimas y tiene que hacer una pausa. Es el nico momento de la entrevista en que se derrumba. Su padre fallecera 13 aos despus del contratiempo, con 53.

Hay muchas cosas de las que Miguel no se acuerda. Por ejemplo, de cundo y cmo regres a Vigo o de si se incorpor pronto a su colegio, el Presencia Alegre, o esper al curso subsiguiente. El contratiempo, sin retención, es capaz de describirlo al detalle, casi fotograma a fotograma, y de carrerilla. “El autobs tena unas 60 plazas y yo iba sobre la parte, en la plaza 40 ms o menos, en el flanco derecho, conexo al pasillo. Retentiva que atrs no podamos sentarnos porque estaban los mayores y no nos dejaban. bamos de 5, 6, 7 y 8 de EGB [alumnos de entre 11 y 14 aos]; yo era de los ms pequeos”.

Seran sobre las 16.30 horas. Acababan de detener a tomar en un bar de carretera de Benavente. “El restaurante Poli; el hijo del propietario jugaba en el Celta”, precisa. Fue all donde recogieron al soldado Jos Antonio Arias Varela, que haca el servicio marcial en La Lnea de la Concepcin (Cdiz) y regresaba a Vigo para las receso de Semana Santa. “Estaba haciendo dedo en el restaurante, en la doméstico para Pontevedra, y uno de los profesores lo conoca. Le dijo al conductor:’Para, para, para!’. Subi al autocar y fjate t”.

Se instal el soldado, arranc el autobs y recorrieron unos cinco kilmetros. Se disponan a cruzar el puente de Santa Cristina de la Polvorosa. “La carretera, si mal no reminiscencia, vena recta y al entrar en el puente haca una curvita que tena un quitamiedos. Al entrar en la curva, se sinti un ruido muy musculoso en la parte trasera del autobs. Pienso que al coger la curva toc en el quitamiedos. El hombre [el conductor], al notar el sonido, peg un volantazo, el autobs se fue para el flanco izquierdo rompiendo la valla del puente, y ya camos al ro”.

No poda sobrevenir peor división para tener un contratiempo. Se precipitaron, desde una consideración de cinco metros, en una de las zonas ms profundas -15 metros- y donde la corriente era ms musculoso. El rbigo llevaba un caudal seis veces superior del frecuente y ese da estaba especialmente embravecido. “Se hizo de confusión de repente, porque el ro llevaba un agua muy turbia. Debajo no se vea mínimo de mínimo. Al intentar salir, por inercia, chocabas contra el techo del coche. Yo buscaba la ventanilla, saba que se roncha roto aunque no la vea. Fue constante, no s cuanto tiempo estuve en el agua, un minuto y medio, dos minutos, pero fue constante. El autocar tena una parte para poner los bultos que era de red. Hubo un momento en que pegu con la individuo contra la red. ‘Si est aqu la red, la ventanilla est cerca’. Y ya not que no golpeaba contra mínimo; ya roncha nacido. Al ascender a la superficie, roncha un montn de bultos flotando en el agua: paquetes, regalos, prendas… Y fjate lo que es la perduración, lo primero que pens al ascender a la superficie era que qu iba a ser de los regalos que le llevaba a mi comunidad, que se haban mojado, y que cunto iban a tardar en sacar el autobs para recuperarlos. Lo que es la mente de un nio…”.

Pensaba en concreto en los cuadros que roncha hecho en el Parque de Atracciones de Madrid. Ponas una plantilla sobre un muro, le echabas pinturas de distintos colores mientras hacas rotar la plantilla y te sala una habitación de arte impreciso, cuenta. “Qu habr sido de mis cuadros?”, se preguntaba el nio Miguel. “Al salir del agua, vi muchas personas en el puente. Imagino que era trfico, masa de los coches que circulaban. La corriente era impresionante. Yo intent nadar -date cuenta que bamos vestidos, zapatos, cazadora…-, pero me hunda. Al sobrevenir tanta corriente, si te pones a nadar en horizontal la corriente te arrastra. Entonces me di la envés y me puse a nadar de espaldas, dejndome admitir. Roncha zonas en las que el ro se roncha desbordado y llegaba el agua hasta la maleza. Alcanc unas ramas y me agarr. Roncha otro superviviente all”.

Miguel era buen bañista. Roncha aprendido de muy pequeo en la playa de Cangas, de donde es su causa, y perfeccion luego la tcnica en un curso que imparta el Efectivo Club Nutico de Vigo. No cree, no obstante, que su destreza en el agua lo salvara. “Roncha muy buenos nadadores, roncha chicos que me llevaban dos y tres aos. Yo creo que fue suerte”, dice.

Las personas que Miguel vio en el puente contaran despus que, mínimo ms caer el autobs al ro, salieron a la superficie una veintena de nios, pero que la corriente se los llev rpidamente, que slo pudieron rescatar a los que se sujetaron a las ramas de los rboles: nueve menores y el soldado. A algunos los encontraron 500 metros ro debajo ateridos de fro.

El

El ltimo cadver se recibidor seis semanas despus del contratiempo.

Varios de los testigos, recogen las informaciones de la poca, se lanzaron al ro. Jos Fernndez Costas salv a tres nios; el pipiolo Miguel ngel Rodrguez, de 18 aos, a una nia. De la persona que lo sac a l, Miguel slo recuerda que tena su mismo patronímico, Domnguez, y que era vecino de Santa Cristina de la Polvorosa. “No s cunto estuvimos agarrados a las ramas, pero creo que no mucho. Desde la orilla se acercaron con una barca que tenan atada a una cuerda y un pequeño nos sac. [A l y al otro nio que se sujetaba a la rama, Francisco Gonzlez]. Nos llevaron a tierra, nos quitaron la ropa mojada y nos arroparon con mantas. Creo que fuimos al hospital en un Seat 850, creo que bamos Francisco y yo”.

No recuerda el nombre de la persona que lo sac del ro, pero s que durante unos aos fueron a verlo a Santa Cristina para agradecerle una y otra vez: “Mi padre llevaba siempre una caja de sardinas y las hacan asadas”. En una de esas visitas, cruzaron ese ro profundsimo que se trag 49 vidas a pie.

Tras el contratiempo, los compaeros de la prensa de la poca se repartieron en dos frentes. Unos, en el hospital, tratando de obtener imgenes y testimonios de los supervivientes. “Yo no quera ni cenar, estaba completamente tapado, con tembleque, creo que tuve neumona. Pero caldo la prensa y dijeron ‘ponte para la foto’. Me sent en la cama, hice como que coma, me tomaron la foto y me tap otra vez”.

La otra parte de los periodistas cubran el división del siniestro. Entre las imgenes que tomaron hay una en la que se ve a una decena de padres arropados con mantas, mirando al ro, esperando. El contratiempo se produjo a las 16.30 horas, pero, pese a que se subieron las compuertas del pantano de Barrios de Espejo para intentar disminuir el cauce, el autobs no fue localizado hasta las 22.00 horas. Los buzos lo encontraron a 40 metros del división donde cay y a ocho de profundidad, con las ruedas cerca de en lo alto, cubierto de espinilla. Se tardaran an ms de 24 horas en conquistar sacarlo del ro. Dos grandes gras lo izaron la mañana del 12 de abril, casi dos das despus del siniestro. En su interior, se hallaron 12 cadveres y una decena ms en las inmediaciones. Fueron trasladados a Vigo en un tren peculiar y recibidos en la estacin por 3.000 personas.

Dos o tres meses despus de la tragedia, Miguel y su padre fueron a ver lo que roncha quedado del autobs. “Estaba en las cocheras que tena Pegaso en Vigo, en los talleres. Le dije a mi padre dnde iba sentado yo y, efectivamente, mi ventanilla estaba rota”.

El viernes 13 -tres das despus- an faltaban 22 cuerpos por recuperar por lo que la bsqueda lleg a tenderse hasta el pantano de Esla, a 60 kilmetros de distancia.

Un peña de marineros de Moaa -localidad muy cercana a Vigo- se desplaz a Santa Cristina con sus artes de pesca con la intencin de cruzar el ro en direccin contraria a la corriente. De los avances de los pescadores en su lucha contra la fuerza de las aguas daba cuenta ABC el 17 de abril: “Tras tan pronto como sobrevenir tendido en el ro una red de malla resistente de 110 metros de largura y una consideración de siete, de las que asiduamente se emplean para la pesca del bacalao, fue partida, troceada y hecha aicos en presencia de el asombro de todos.

Los peridicos recogieron tambin como los padres de los nios que no aparecan, desesperados, se quejaban de la errata de medios. Uno de ellos, que tena a dos hijas en el ro, aprovech la entrevista de doa Sofa para rogarle: “Reina, haga poco, por protección”.

El ltimo cadver se hallara seis semanas despus del contratiempo, el 22 de mayo de 1979.

El dossier de prensa que recopilamos sobre el suceso para elaborar este reportaje es bsicamente una sucesin de informaciones e imgenes que sobrecogen. Pero entre tanta tristeza hay alguna alegra, recogida en tan pronto como un par de lneas. “Los padres de Pablo Gonzlez Vzquez slo se convencieron ayer de que su hijo roncha decidido en el ltimo momento quedarse en Madrid con unos familiares”, se lee en una de las crnicas sobre la aparición del tren con los cadveres a Vigo. Miguel cree que no fue exactamente as, que no fue improvisado, que los padres saban desde el principio que su hijo no hara el delirio de envés.

l mismo estuvo a punto de no ir a la excursin. “Me fui con antibitico y medicina para la estrechamiento porque tena amigdalitis. ‘No vayas, hijo, por protección’, me dijo mi causa esa misma maana. No iba a ir yo a la primer excursin de acostarse fuera de casa…”.

Asisti con su padre a uno de los funerales que se celebraron por sus compaeros y no volvi a ningn acto ms. No estuvo por ejemplo en el que se realiz en el estadio de Balados, al que acudieron ms de 30.000 personas. “Fui a un funeral y tuvimos que irnos porque, imagnate, el superviviente llegando, los paps de los nios fallecidos abrazados a m llorando, horrible”.

Muchos de los otros supervivientes, explica, no han querido retornar musitar ni asimilar mínimo ms del tema. l, sin retención, nunca tuvo pesadillas con el contratiempo y nunca pens “por qu me tuvo que suceder a m?” sino ms aceptablemente “qu suerte que sobreviv”.

“A la vida slo le ped tres cosas: tener hijos, un barco y conocer a mis nietos. Y las tres las he cumplido”, cuenta ya sentados frente a una racin de pulpo.

Vive con una gata, Gianluca, en una casa aislada, plantada en la inclinación de una montaa. A sus espaldas, 3.000 de metros cuadrados de naturaleza de su propiedad. De frente, las islas Ces, la ra de Vigo. Carnicero como su padre, hace poco que ha decidido inaugurar el negocio slo cuatro das a la semana. Y, remotamente de tenerle miedo al agua, desde los 15 aos practica la pesca submarina.

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