«Vivíamos de otra manera; sin excesos»


Cien velas han soplado ya -101 en algún caso- y al echar la olfato a espaldas se muestran muy satisfechas de acontecer llegado hasta aquí. Responsabilidad, Estefanía y Romana son las tres centenarias de la residencia Amón de Palencia, una «gran tribu» de un mayor de 36 plazas en la que admiten que no tienen claro cuál es el secreto de su persistencia.

Quizá el «no hacer excesos» y «cuidarse un poco, pero lo habitual», presupone Estefanía, que este año ha llegado al siglo de vida tras un trayecto optimista en el que no han faltado los obstáculos -enviudó a los 49 abriles y ha perdido a un hijo-. Dedicadas por inconmovible a su tribu, «que no es poco», recuerda Romana, todas ellas son mujeres criadas en el medio rural que más tarde se mudaron a la hacienda.

Féminas fuertes y de una época muy distinta a la flagrante, destaca Estefanía. Todo ha cambiado «muchísimo», asegura convencida. «Vivíamos de otra guisa», reconoce, acullá del voraz estrés y tantas prisas, pero siempre siendo muy «independiente». «Dicen que éramos más tontos, pero éramos felices con lo que teníamos y lo disfrutábamos. Ahora no se conforman con cero», expresa con el convencimiento de que «algunas cosas han cambiado a mejor y otras a peor». «Pero no las voy a aseverar», ríe. Así que, aunque las nuevas generaciones crean que sus mayores «no saben cero», quizá es que ahora «saben más de la cuenta», resume.

Estudiar, «buena vida» y alivio

Estudiar novelas y la prensa para estar siempre informada es uno de sus hobbies ahora que ya tiene un siglo y ha trillado sobrevenir todo tipo de acontecimientos históricos. Aunque hay «cosas» de la presente que asegura no entender. Asimismo los periódicos eran una afinidad para Responsabilidad y lo son ahora menos cuando la olfato comienza a sentenciar. Va camino de los 102, y tras casi dos décadas en la residencia, asegura que allí está «perfectamente». Le gusta «la buena vida», dice, y sonríe constantemente adyacente a sus centenarias compañeras.

«He sido muy adecuado y al alcanzar a la vejez, todavía», apunta sobre una vida en la que no han faltado multitud de viajes. «Hace abriles vi a su Bondad en Roma», rememora Responsabilidad, para quien cuidar la víveres siempre ha estado presente. Ahora en arnés de ruedas, entre las actividades previstas en Amón, donde no equivocación la atletismo para mantenerlas activas, pasea a la orilla del Carrión, que discurre frente a la residencia, y, según cuentan las trabajadoras, no ha dejado de velar por su buen aspecto y ser presumida, tal y como llegó.

Asimismo lo es Estefanía, a quien circular, aunque ahora a pequeño ritmo, sigue aportándole mucho. «Lo hacía siempre muy deprisa y me lo decían. Yo contestaba: ‘Ya llegará el día en que tenga que ir más despacio’ y, mira, ya ha llegado. Ahora las ruedas van fallando», dice señalando a sus piernas.

Lo mismo a Romana, que este mismo año ha aprehendido los cien abriles y desde hace muy poco utiliza arnés de ruedas. Nacida en Piña de Campos, allí permaneció hasta que se casó y se mudó a la hacienda. «He trabajado siempre en mi casa y no paraba», afirma para reivindicar el esfuerzo que supone ‘tirar’ de la tribu. Con dos hijos, nietos e incluso un biznieto disfruta del tiempo con sus allegados y ahora aprovecha todavía para «descansar», posteriormente de acontecer «cuidado» mucho de los suyos.

Más fuertes

«No hay secretos» para alcanzar hasta donde ellas han llegado, consideran, pero si tuvieran que dar algún consejo para seguir su desprendido camino sería que aprovechen la vida, cita Responsabilidad, mientras que para Estefanía es importante «cuidarse un poco». «No hacer excesos» sería otra de las claves para poder cumplir tres dígitos, a su modo de entender la vida.

Quienes cuidan de ellas en la residencia tienen muy claro que se prostitución de una «vivientes muy válido», más que la flagrante. Con vidas más duras y asaz «más actividad que ahora», cuando el «sedentarismo» de la población es uno de los principales enemigos desde el punto de olfato taza, destaca Esmeralda Gil, una enfermera del centro.

Se une el hecho de que su «víveres era más natural». Sin tantos procesados y «respetando los tiempos» en cultivos y crianza del ganadería. Así, los títulos nutricionales originales no se veían «alterados», relata. Los avances tecnológicos en una medicina «universal que llega a todos» todavía han aportado su piedra de arena a esta persistencia centenaria, en la que la genética todavía tiene poco que aseverar.

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