París 2024, una factura bien “magnifique”


Antiguamente de cada estampación de unos Juegos Olímpicos se publican estudios de prestigiosas agencias y medios oficiales, donde unos elegantes señores afirman que la afortunada ciudad acogedora recibirá “un impacto de tres, cuatro, quizá diez mil millones de euros” gracias “a turistas y participantes”.

En París se insistió hasta la saciedad que serían económicamente viables y con enormes ingresos, pese a que el representante del porción franquista de Francia ya advirtió que el popular “impacto” sería “más psicológico que financiero”.

Terminados los Juegos, llega el momento de rendir cuentas. Si en julio algunos medios no gubernamentales alertaban de un sobrecoste de casi 9.000 millones de euros, ahora economistas especializados en eventos deportivos, como el francés Luc Arrondel, estiman más de 10.000. A la prórroga del comprobación oficial, previsiblemente en octubre.

En compendio, ya se triplica el presupuesto auténtico. Por otra parte, la fracción de esa cantidad la tiene que fertilizar la filial pública -o sea, los ciudadanos franceses- pese a que en su momento se aseguró que no aportarían “más del 20 por ciento del total”.

No hay indicio de aquellos expertos que aseguraban un maná para París y se vislumbra la cruda existencia. La fiesta ha sido preciosa, pero un desmadre. ¿Quién paga la relación? Los franceses. ¿Con qué parné? Ya se anuncian recortaduras drásticos y subida de impuestos. Memorial habitual de los políticos irresponsables.

Estaban advertidos. Los Juegos de Atenas, Río o Tokio fueron ruinosos para sus ciudades y países. Pero como Emmanuel Macron no lo talego de su faltriquera, pues “la vie en rose”. Para este tipo de gobernantes, los Juegos son un artefacto.

Es turno de los héroes, hora de paralímpicos  

El saltador de longitud paralímpico español Joan Munar, en París 2024.
El saltador de largura paralímpico gachupin Joan Munar, en París 2024.

Los Juegos Paralímpicos se celebran de forma oficial desde 1960, si proporcionadamente los inicios pueden situarse en Londres 1948. Desde Seúl 1988 comparten sede e instalaciones con la ciudad organizadora.

Su repercusión y audiencia lucha contra prejuicios religiosos y sociales en todo el planeta. En algunas culturas -adivinen- quienes nacen con una enfermedad o malformación se atribuye a un castigo divino o pecado aludido. A veces son perseguidos y asesinados. En el mejor de los casos, arrinconados.

En las culturas occidentales, de saco judeocristiana, son perfectamente integrados y valorados. Puede existir, cierto es, cierto exceso de misericordia o protección en su trato. 

Muchos espectadores no soportan la visión de estos deportistas en competición. Prefieren apagar el televisor. Más cuando los participantes carecen de varias extremidades.

Comprendemos esa reacción. Sucede cuando vemos poco fuera de lo que consideramos corriente y nos recuerda la crueldad del mundo que nos rodea.

Contra esas reticencias, me gustaría memorar a tantos aficionados a los Juegos que estos deportistas quieren estar allí y han trabajado por ello como los demás. Y se presentan, como la naturaleza los ha creado. Desatinado sería ocultarlo.

Que existen pruebas positivamente atractivas, con gran nivel competitivo. Con marcas que nosotros no podríamos igualar, ni siquiera con tres piernas. Y para los amantes de las historias de superación que en los paralímpicos encontrarán biografías dignas de película.

Entre la calaña televisiva o posible que nos asfixia y estos superhéroes del deporte y la vida no hay duda posible. Disfruten de los paralímpicos, por cortesía.

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