Gisèle Pélicot, la mujer francesa que se enfrenta a los 51 hombres que la violaron con la complicidad de su marido



Gisèle Pélicot, la mujer francesa víctima durante una división de las violaciones organizadas por su propio marido, ha relatado este jueves en presencia de el tribunal que juzga a sus abusadores cómo se enteró por boca de la Policía de la sumisión química a la que era sometida, que daba pie a “escenas de barbarie” en los que ella era “una muñeca de trapo, una bolsa de basura” a merced de medio centenar de hombres.

Un tribunal de Aviñón examina los hechos que supuestamente tuvieron sitio en la vivienda ascendiente de la población de Mazan, por donde habrían desfilado hombres invitados por Dominique Pelicot para que pudiesen violar a su propia mujer. Un total de 51 hombres se sientan en el banquillo, de los cuales 35 han agradecido sobrevenir mantenido relaciones pero con el matiz de que no entendían que fuese un exceso no consentido -solo tres han pedido disculpas-.

La Fiscalía ha transmitido cuenta de al menos 92 violaciones durante diez primaveras, aunque para la víctima durante primaveras toda sospecha se limitó a lagunas temporales en su memoria. “Hasta nuestros amigos nos decían que éramos la pareja ideal”, ha asegurado esta mujer, en una larga y sosegada exposición en la que ha situado como primera data relevante el 12 de septiembre de 2020.

Ese día descubrió a su marido llorando y éste le confesó que le habían pillado en un supermercado cuando intentaba entender imágenes por debajo de las faldas de varias clientes. Gisèle Pélicot decidió perdonarle, con el requisito de que pidiese ayuda y se disculpase en presencia de las mujeres, según los extractos recogidos por la televisión pública gracia.

Poco luego, pone rumbo a París, para cuidar de algunos de sus nietos, y ya entonces le comenta a su hija “un problema ginecológico” por el que cree que debería pedir cita con un médico. Vuelve a Mazan el 21 de octubre y al día subsiguiente se despierta sin rememorar nulo de la tenebrosidad inicial: luego descubrió que sufrió entonces la última violación organizada por su marido.

El 2 de noviembre acude a la comisaría convocada por la Policía, pensando inicialmente que le iban a pedir cuentas por los vídeos de su marido. En esta primera explicación niega que practique el intercambio de parejas e identifica a Dominique Pelicot como “el único hombre” con el que se podía encamar.

“Te vamos a enseñar cosas que no te van a desear”, cuenta que le dijo entonces el comisario. Le muestra una imagen de una mujer violada por un hombre, pero no reconoce a ninguna de las dos personas. Delante la insistencia, termina identificándose como la mujer inerte que aparece en la fotografía, a la que seguirían varias imágenes más de hechos similares.

“Son escenas de barbarie”, ha explicado Gisèle, al relatar el inicio de un “trauma inmenso” en el que inicialmente sólo quería “desaparecer”. De hecho, ha admitido que pensó en quitarse la vida, pero que se acordó de sus tres hijos y de sus nietos para seguir delante. Así, ha explicado cómo sus propios hijos se volcaron con ella cuando les contó todo lo que acababa de descubrir.

En un primer registro en la vivienda, los investigadores no localizaron la droga con la que Dominique Pelicot dejaba inconsciente a su esposa, pero el hombre termina reconociendo que escondía los botes de Temesta -lorazepan- en botas de montaña.

Según su relato, el comisario le sugiere que se mude del pueblo porque los individuos que la violaron saben dónde vive y pone otra vez rumbo a la zona de París, donde escapa “destrozada”. Tras unos meses acompañada, se traslada a la segunda residencia de su hija y su yerno, porque “necesitaba estar sola” para retomar su propia vida.

Deje por otras víctimas

Gisèle no había pasado los vídeos de los abusos hasta este mes de mayo, cuando comenzaba a preparar el pleito, y ha podido ver por primera vez “escenas de violación insoportables”, en presencia de las que ella simplemente está “anestesiada”. “Fui sacrificada en el altar del vicio”, ha lamentado.

Está “como muerta”, según sus propias palabras, con las que ha querido señalar a quienes desfilaron sobre ella durante primaveras. No se plantearon en ningún momento su posible sufrimiento: “Me ven como una muñeca de trapo, como una bolsa de basura”.

Gisèle ha afirmado que no testifica por sus propios intereses, sino para ayudar a otras mujeres que puedan ser víctimas de sumisión química. “El día en que una mujer se naciente y no recuerde lo que hizo el día inicial se dirá a sí misma: he pabellón el declaración de la señora Pélicot”, ha señalado.

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