Moncho, portador de bondad allá por donde fue



De él su compañera Rocío dijo: “Pensaba que mi padre era el hombre más bueno del mundo hasta que conocí a Moncho”. Esta frase resume la bonhomía de este hombre discreto, bueno que era Moncho, ese amigo educado que paseaba, saludaba y repartía afabilidad allá por donde quiera que iba. Igualmente decía su compañera: “Con él todo era practicable”.

El beocio de una clan, los Burdeos-Martínez, en la que la maduro y sobreviviente, Marifé, fue una excelente compañera en la institución de reducción donde repartía humanidad desde su responsabilidad de Relaciones Laborales; Sebas era ese compañero que departía caballerosidad y competencia desde su destino como representante de la Caja en la Europa de la huida con sede en París; a Tito, que tuvo varias representaciones, entre ellas los bolígrafos Bic, que vendía sin cobrar, suerte, a varios pintores de la descuido y de la estrecheces de la época, entre ellos el prolífico y renombrado Pepe Conde Corbal, cuando por temporadas éste residía en Madrid. Recordamos a Tito desde los tiempos en que Xaime Quessada, Pepe “Chuco”, Tomás, Xuliño y él eran esos creativos y bulliciosos de la imborrable pandilla de Bedoya a la que Moncho no llegaría por ser aun crío.

Hacía dos primaveras que llevaba en tal silencio su enfermedad que pensamos que serían como eterna pareja en sus diarios paseos por la ciudad, ya ruando por C. Quevedo, ya por el Parque o el Paseo donde eran habituales sus tantas y breves paradas con innúmeros amigos, que ni aun así ralentizaban sus pausados pasos.

Moncho, cuando en activo con su agencia de seguros, profesión en la que pasó gran parte de su profesional vida, se implicó en unas cuantas actividades de voluntariado que, retirado, seguiría manteniendo a lo dadivoso de los primaveras, como ejemplo de una solidaridad que tantos esquivamos

Otro amigo que se nos va dejando ese luminosidad de bonhomía no solo entre su compañera, su hermana e hijos si no todavía entre los que le conocieron o trataron, y de los que no, pero que percibían a Moncho como un hombre que irradiaba esa paz y afabilidad que solo los buenos transmiten. 

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