Alojamiento, el primer ‘examen’ universitario


Todo completo. Esa es la frase a la que ha tenido que enfrentarse la estudiante universitaria María Valderrey desde que a principios de julio comenzó a apañarse alojamiento. Fue en esa aniversario cuando supo que había sido admitida en el doble valor de Instrucción de De niño y Primaria en el campus de Palencia de la Universidad de Valladolid y que, por consiguiente, debía encontrar un adoquinado en arriendo o una residencia para estudiantes donde sobrevenir los cuatro primaveras de carrera. Pero desde entonces ha sido «una odisea», explica María, procedente de un pueblo de Arrojado.

«Las residencias estaban ya llenas desde hace tiempo y la única opción era permanecer en las listas de calma», indica, porque su primera opción era poder entrar en uno de estos alojamientos por los que los alumnos suelen optar en los primeros primaveras de universidad, adecuadamente para hacer conocidos o para ir conociendo un poco el entorno de la ciudad antiguamente de mudarse a un adoquinado. Pero estos espacios han manido como en los últimos tiempos han crecido el número de renovaciones de quienes ya eran sus huéspedes, lo que reduce las plazas para los que pretenden entrar el primer año.

Asimismo se han avanzado las reservas, de forma que, quien tenía muy claro qué titulación iba a cursar, ha visitado las instalaciones incluso en el mes de abril, aprovechando las reposo de Semana Santa, y dejaba una señal económica para reservar una habitación con mucha prelación a aventura de perderla si posteriormente el escolar no era admitido en función de su calificación para poder cursar esa carrera.

Así que manido lo manido y que las puertas de las residencias se cerraban una tras otra, optó por su segunda opción: apañarse viviendas en arriendo. «Irrealizable». Y es que la longevo parte de los que se arriendan por habitaciones asimismo estaban «completas» y los que se ofrecían para un único inquilino pedían cantidades «inviables para un estudiante»: «De 600 euros para hacia lo alto», en espacios pequeños. Para el arriendo, los problemas que se presentan son que la proposición ha caído en picado. Eso, mientras la demanda se ha mantenido estable. Así, el impacto inmediato de esta ecuación es que los precios han ido creciendo.

Frente a este complicado círculo probó incluso por contemplar residir en Valladolid, ciudad muy próxima a la haber palentina y adecuadamente conectada en transporte para poder desplazarse día a día a clase. «Ya me daba igual tener que quedarme allí porque estaba desesperada», admite.

Pero siquiera «había demasiadas opciones». De nuevo, alojamientos específicos para universitarios que estaban al completo desde hacía ya tiempo y que la única alternativa que podían darle era la incorporación a la serie de calma por si hubiera alguna disminución de última hora que le dejase un hueco apto.

Así comenzó el curso universitario el pasado 9 de septiembre en la ciudad de Palencia y los primeros días los pasó yendo y viniendo a su casa en Arrojado. Cuatro horas desde que salía de su domicilio hasta llegaba a la concesión de Educación y lo mismo en el camino de reverso. La suerte ha llegado cuando por fin ha conseguido entrar en la residencia para estudiantes Castilla de Palencia gracias a su condición de deportista de «detención nivel» en Socorro y Socorrismo.

«Complicado»

María respira ya aliviada, pero asegura que hubo momentos en los que pensó que se quedaría sin un techo donde sobrevenir sus primaveras universitarios en Palencia. Ha sido «muy complicado», insiste, e incluso dice que «ya estaba pensando en anunciar su situación en redes sociales para aprender si alguno conocía alguna opción donde poder quedarme porque preguntaba en todos los sitios, a mis compañeros, pero carencia», rememora.

Menos dramático fue el caso de una estudiante vallisoletana que buscaba un adoquinado de arriendo en Ponferrada que prefiere que no se publique su nombre. Tiene claro que fue gracias a la «suerte» y a estar «muy irresoluto» de una de las aplicaciones de búsqueda de casa por lo que hoy ha opuesto una vivienda que a partir de ahora comparte con personas que conocía de antiguamente. Es su tercer año como universitaria en la haber del Bierzo y decidió dar el paso a residir de forma más independiente en un adoquinado compartido. Pero «es difícil» encontrarlo, asegura, posteriormente de suceder manido algunos en el que le ponían en una serie de calma «de ocho o nueve personas». «A veces no nos los quieren traspasar porque somos estudiantes», explica, y, otras, los que sí se arriendan a universitarios están en peores condiciones, pero «es lo que hay». «No nos queda más remedio que conformarnos», lamenta.

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