El riesgo de las novatadas se muda de los campus a los pisos de estudiantes


Platón, ya en el siglo IV ayer de Cristo, hacía remisión a la «violencia» que ejercían los estudiantes a los recién llegados a la Sociedad. Los sometían a una serie de preguntas de conocimiento para animarse si eran o no dignos de su posición. En ocasiones, era poco voluntario, pero en otras era forzado. Si no alcanzaban el tabla suficiente, sufrían vejaciones. La destreza se extendió hasta la Años Media, cuando se la conocía como ‘pennalism’, sobre todo en Europa, con palizas, multas y demás humillaciones. La Universidad de París, en 1340, estableció las primeras sanciones, consistentes en la expulsión, a quienes hicieran novatadas. Y, en el siglo XV, en la Universidad de Salamanca ya se hablaba de la «picaresca» de los veteranos sobre los alumnos de nuevo ingreso.

Estamos en septiembre de 2024 y la deficiencia continúa, aunque, tanto a nivel policial como clásico, se coincide en que hay menos capítulos de este tipo y que, adicionalmente, no son tan bestiales. Sin bloqueo, desde el Cuerpo de Agentes Tutores de la Comisaría Integral del Distrito de Moncloa-Aravaca de la Policía Municipal, apuntan a que «el problema está en los pisos de estudiantes». Explican que si ayer los botellones de cinco o seis mil personas en las calles de Almansa y Juan XXIII, epicentros de los colegios mayores y residencias en Ciudad Universitaria, eran los escenarios de la mayoría de las novatadas, ahora han desaparecido prácticamente. En el interior de los colegios ocurre poco muy similar. Y, por informaciones que manejan los agentes, sobre todo de algunos alumnos, se estarían practicando estas humillaciones en las viviendas de arrendamiento compartidas, las de toda la vida.

«Al no estar en la vía pública, al desaparecer de la apariencia de los viandantes y al ser los domicilios inviolables, solo en el caso de que conozcamos que se está produciendo un delito evidente en el momento podemos entrar», explica el policía Carlos O., agente tutor del distrito universitario por paradigma. «En un parque, sí podemos presenciarlo o tener un ciudadano que nos avise, pero en un firme es muy difícil que te enteres de lo que ocurre. Así que el peligro de las novatadas se traslada a estos pisos. Pero no tenemos la certeza porque en este asunto impera la ley del silencio. Pensamos que se están produciendo, pero pocas», añade, a la vez que, con las comprensibles distancias, las compara con los casos de violencia de mercancías: «En muchas ocasiones no nos enteramos porque la víctima denuncie, sino porque el vecino de la mujer claridad porque lo oye. En las novatadas ellos no hablan, no nos reclaman».

Desde el inicio de septiembre, los agentes tutores están impartiendo charlas de prevención en colegios mayores y residencias, adicionalmente de contar con puntos estáticos y dinámicos en Ciudad Universitaria, tanto con indicativos rotulados y uniformados como camuflados. Una serie de encuentros que llevan realizando cuatro abriles y gracias a los que, explican, «han bajado mucho las novatadas»: «Es una percepción subjetiva. Una de las novedades de este curso es que terminamos la charla entregando un cuestionario desconocido, para que lo rellenen. Llevamos ya más de mil alumnos en dos semanas. Este trabajo es una gran fuente de información, porque –insiste Carlos– impera la ley del silencio, en muchos casos por coacciones o por una tradición mal entendida».

Muy pocas denuncias

Las pocas denuncias que hay son anónimas o no existen, porque no se atreven a hacerlo los afectados. En ese cuestionario han añadido un código QR en el que, siguiendo con la discreción en torno a su identidad, el educando puede aportarles más información sobre posibles casos y denunciarlos. La idea es suceder por 19 colegios mayores, incluidos el Elías Ahuja, masculino, y el Santa Mónica, femíneo. En 2022, protagonizaron un lamentable episodio que saltó a las redes sociales y que fue denunciado por la Fiscalía: se filtró un vídeo en el que los varones, desde las ventanas de sus habitaciones, proferían insultos machistas contra las colegialas, que residen en el edificio de enfrente. Una ‘tradición’ desde abriles detrás que no se ha vuelto a repetir posteriormente del escándalo franquista que se generó y que llevó a la expulsión del cabecilla de los hombres. «Serán más los lugares a los que vayamos en labores de prevención. Todos o casi todos estos centros tienen una visión negativa de las novatadas», explica el agente. Y lo que es más importante: la mayoría de los estudiantes de primer curso no están dispuestos a que se las hagan. Cuando ocurren son de víctima intensidad. «Llevamos dos semanas pasando el cuestionario, porque ahora en septiembre es el momento culmen de las novatadas. Planificamos en junio con las direcciones de los centros estas jornadas y las convivencias, ayer de que se junten los de primero con otros mayores», añade.

Desde el Vicerrectorado de Estudiantes de la Complutense incluso han puesto en marcha su código QR, para apoyo psicológico, mientras que el de la Policía Municipal está más enfocado a la recogida de datos anónimos. Asimismo pueden consultarse en la web de la asociación de colegios mayores. Entre esos datos, están llegando informaciones que señalan a otros centros distintos a los del denunciante. Lo cierto es que «en algunos están totalmente erradicadas y en otros quedan residuos, por lo que resulta fundamental la implicación de las direcciones».

Las novatadas tienen consecuencias penales y administrativas. Estas últimas son las más comunes y en lo poco que llevamos de curso 2024/2025 ya se han producido algunas sanciones, con expulsiones temporales. Los casos que se han legado son sobre todo de concurrencia que ha obligado a chicos a meter sus cabezas en el wáter. En cambio, las consecuencias penales son muy difíciles de conseguir. Pero las sanciones (expulsiones temporales o definitivas) incluso es verdad que consiguen un emoción ejemplarizante y disuasorio.

Graves daños psicológicos

Hoy por hoy, no existen estadísticas sobre novatadas. Sí que es cierto que, cuando se tráfico de delitos, los casos más graves, pueden ser por lesiones o por integridad casto: golpes, humillaciones, vejaciones… Y esto posterior es lo peor, porque el daño psicológico infligido es aparentemente invisible, pero perdura en el tiempo. Admitir dos semanas o un mes sometido a tanta presión pasa una relación demasiado costosa en ocasiones. El curso pasado, una estudiante se tiró al infructifero de su colegio veterano, aunque no ha trascendido que fuera por esta presión de su entorno. Por ello, la insistencia ahora de que los de primer año no acudan a los pisos, «porque no tienen escazes de relacionarse con los de cursos superiores».

«Todos esos procesos de integración al inicio de curso en los colegios mayores son precisamente para que los nuevos creen sus propios grupos y no tengan que ir con los de segundo o tercer curso», que suelen ser los ‘torturadores’, dependiendo de la tradición de cada centro. «Estamos concienciando y recomendando, porque no podemos hacer otra cosa. Todas las partes pensamos que el problema está en esos pisos. El 95% de los colegios mayores están involucrados en erradicarlas, pero hay una minoría que lo ven como poco tradicional y no lo ven mal si no se les va de raíz», añaden fuentes policiales.

En el día a día, los que vejan a sus compañeros de residencia pueden ser las personas más gentiles del campus, pero llega esta época del año y es como si se pusieran una máscara diabólica. «En cuanto a las víctimas, cuando median el bebida, la presión de camarilla, esa orden en que en realidad no existe… Se da una errata de capacidad de percepción que eliminan la posibilidad de enfrentarse a otro: son circunstancias en las que pierden el control tanto el que ejecuta las novatadas como el que las sufre».

En algunas residencias está la figura del ‘renuncio’, que es algún que ha pasado de curso y decide que no va a hacerlas y se convierte en algún de confianza para los más jóvenes y para los equipos de dirección.

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