ocio nocturno, conocidos de una noche y alcohol


Amnesia, aturdimiento, confusión, somnolencia, pérdida de voluntad o mareo. Son sólo algunos de los estados por los que pueden transitan las víctimas de sumisión química en cuestión de horas. Las estadísticas revelan que este método -empleado mayoritariamente para cometer agresiones sexuales, aunque igualmente otros delitos como robos- va en aumento por la facilidad para conseguir las sustancias empleadas y por el minúsculo señal que algunas de ellas dejan pasadas unas cuantas horas. Todo se residuo, se desdibuja, coinciden los afectados. En el conjunto de España, durante el año 2022 (postrer del que se tienen registros oficiales) fueron cerca de 1.500 las agresiones sexuales cometidas con sospecha de sumisión química, atendiendo a los registros de la Comisión Franquista de Estadística Procesal. En el caso de Galicia, y para este mismo período de tiempo, el circunstancia ronda el centenar.

La momento media de las víctimas -mujeres en un 95 por ciento de los casos- se sitúa en los 25 primaveras y los locales de ocio y sus aledaños son el escena en el que más se producen estos abusos, seguidos del propio domicilio de la víctima. Los registros igualmente recogen que la parte de las denuncias se formalizan en fines de semana o festivos. En un porcentaje muy suspensión de ellas, avisan los expertos, media el bebida, una sustancia que se integra internamente de los protocolos que los hospitales activan cuando existen dudas de sumisión química, anejo con otros tóxicos como éxtasis, burundanga, cocaína, barbitúricos, ketamina, anfetaminas o benzodiacepinas.

La Comunidad gallega, con el hospital de Orense a la vanguardia, fue pionera a la hora de elaborar una hoja de ruta para replicar delante situaciones de esta naturaleza, detectarlas sin perder tiempo y efectuar de la mano de las autoridades policiales. Pero la tajo es compleja y multidisciplinar. La última interpretación actualizada de este protocolo data de agosto de 2022, aunque su primera redacción se remonta a diciembre del 2021. Pero la psicosis de los ‘pinchazos’ del verano de hace dos primaveras obligó a una revisión exprés de los planes a nivel franquista, que se extendieron por todo el país castellano con más o menos matices. Este documento, en el caso gallego, conjuga la subsidio clínica del paciente con la médico-legal, lo que implica que en un primer momento se trate la intoxicación aunque se desconozca la sustancia que está implicada. El segundo paso atendidos los síntomas del paciente, explica la doctora Maite Maza del Confuso Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi), es ayudar a allanar el trámite judicial posterior, por si la persona afectada acaba interponiendo una denuncia. La importancia de las lesiones en este caso es crucial, al igual que la de los resultados de unas analíticas que han de realizarse en el ganancia más escaso de tiempo para hacer el bien el rastreo de tóxicos que el organismo elimina con mucha facilidad, caso de las benzodiacepinas y otras drogas de batalla corta.

La desidia de memoria de lo ocurrido, sumado a la vergüenza que suelen presentar las víctimas y la culpabilidad que en ocasiones las acompaña, son obstáculos con los que deben disputar los médicos en estos primeros momentos de la intervención. «Los pacientes no saben lo que ha sucedido y las lagunas son una constante. Lo natural es que no recuerden unas cuantas horas y exista una desproporción entre lo que reconocen acontecer consumido y lo que ha pasado posteriormente. Es afirmar, que se hayan tomado una copa y no recuerden falta más en toda la confusión», ejemplifica la sanitaria. A veces, incluso, en el caso de las agresiones sexuales, los pacientes no tienen la certeza de si han sido violados o no. Por ello, el protocolo contempla el cortejo desde el minuto uno, que la víctima sea trasladada a una zona de intimidad y que no se le genere decano ansiedad. Se indagación, de igual guisa, que no tenga que revivir la situación delante distintos profesionales y que la exploración física sea solo una.

En el triaje, primera parada en un servicio de urgencias, la sospecha por sumisión en Galicia contempla obligatoriamente activar un caso de nivel naranja que limita la prórroga a diez minutos. A partir de ahí, en los hospitales gallegos se trabaja con la consigna de que la entrevista personal con el voluntario se debe realizar en unas determinadas condiciones que ayuden a que el relato de la persona sea lo más clarificador posible. Lo esencial, insisten desde estos servicios, es la toma rápida de muestras que afloren lo sucedido y respaldar su custodia por si el caso acaba en denuncia.

La sumisión química, por definición, consiste en doblegar la voluntad de una persona a través de una sustancia -el protocolo gallego incluye el alcohol-, por lo que la horquilla de víctimas puede largarse más allá de las consabidas violaciones. «Podemos encontrarnos con otras circunstancias, como una persona decano a la que hayan intentado robar. Por eso es importante que aunque haya cualquiera que se salga del concepto preconcebido de sumisión química que manejamos, igualmente hay que contemplarlo, por lo que tenemos que tener cierta sensibilidad para ver lo que chirría internamente de la historia clínica», advierten desde el Chuvi.

Sobre la frecuencia con la que se activan estos protocolos, comentan que «no estamos viendo un número elevado, pero hay casos, y en contextos como el verano hay más predisposición a que ocurran. No es poco amenazador, pero lo tenemos que tener adecuadamente entrenado», especifican. La otra cara de la sospecha de sumisión aborda la profilaxis de las víctimas que se han podido ver expuestas a diversas enfermedades de transmisión sexual, por lo que reciben ya en la primera invitado en urgencias los tratamientos adecuados para contrarrestar los riesgos.

Sobre el asunto, fuente policiales de la UFAM (Dispositivo de Atención a la Comunidad y a la Mujer) consultadas por torrevieja news today apuestan por hacer una distinción entre la vulnerabilidad química y la sumisión. La diferencia, especifican, radica en que en el primero de los casos -el más frecuente, según sus registros- el asaltante se aprovecha del estado de la persona para cometer el delito, adecuadamente sea una embestida sexual o un robo. «Hay verdaderos oportunistas en el ocio noctívago, que esperan a que la víctima esté en situación de vulnerabilidad. En este caso hablamos de vulnerabilidad química. En el caso de la sumisión entendemos que debe existir intencionalidad y dolo», sostienen.

Planteada la distinción, los policías que a diario lidian con estos casos reconocen que la resolución no siempre es sencilla y que es de mucha ayuda disponer de grabaciones de cámaras de seguridad o de testimonios que aporten luz a los momentos que la víctima recuerda casi en sombrío. Sobre el perfil del atacante revelan que lo natural es que se trate de personas del entorno, amigos, compañeros o cualquiera a quien han conocido esa confusión. El bebida, anejo con las drogas, suelen ser el cóctel más habitual y, al menos en Galicia, se descarta por el momento la presencia de otros tóxicos como la escopolamina. Cuando hay sospechas y se inicia la investigación, comentan los agentes, el refrendo de la víctima puede ser insuficiente por los puntos muertos que plantea, por lo que en ocasiones «tiramos de criminólogos, una opción que nos está dando buenos resultados». Y alertan: «Lo que nos está llamando la atención al remendar los momentos previos es el estado en el que muchos grupos de amigos abandonan a una persona que no se puede implicar». Blancos fáciles para agresores al acecho.

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